Mañana es DOMINGO LAETARE, pero ya no hay COVID
De la incertidumbre al gozo: cinco años después, celebramos el Domingo Laetare con esperanza renovada

Hace cinco años que seguíamos encerrados, celebrando Misa en la Parroquia para que se pudiera seguir en YouTube.
Aquí te adjunto la homilía del Domingo Laetare de ese año:
Eso me lo podrían decir a mí, empecatado naciste y ¿nos vas a dar lecciones a nosotros? Pues no. Pero sí que vamos a hablar un poquito del evangelio de hoy.
Señor que vea. La segunda lectura terminaba diciendo: «Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará». Creo que tenemos que despertarnos para aumentar nuestra fe. La fe de muchos estaba dormida, y a lo mejor la mía también.
Entonces, allá donde estés, donde veas esto, despierta a los cristianos, a tu familia, despiértales a la fe, pídele que abra tu corazón al Señor, porque el hombre mira los ojos y Dios mira el corazón. También despierta a tu párroco, pídele que te hable, llámalo, pregúntale cómo está. Y si quieres, guardando todas las necesidades de emergencia, todas las precauciones, pídele la comunión o los sacramentos.
Hoy me han llamado que se muere una señora aquí en el pueblo, pero tiene sus sacramentos dados, está en paz. Y va a encontrarse con Dios.
Quizás no habéis entendido la canción del principio. Es la canción que se titula Éxodo de la película de los Diez Mandamientos de Charlton Heston. Y es la que puse en casa cuando murió mi madre. Porque era la salida del pueblo de Israel a la tierra prometida. Sí. Vamos a la tierra prometida. Y no pasa nada por hablar un poquito de la muerte. Pero abriendo los ojos para ver como el ciego que no veía, viendo la vida eterna, que allí están tus padres, tus abuelos y tanta gente querida, los curas de este pueblo que nos han faltado.
Algunos jóvenes también. Por eso es un momento para pensar en ese día. Es verdad que se nos pueden ir seres queridos, es verdad que se están yendo todo el día. De hecho, la Misa de hoy nunca la digo por más de una persona y hoy no sé si es por ocho. Porque no damos abasto a rezar por todas las familias y por todas las personas que faltan. Aquí en el pueblo y fuera de él. Pero abramos los ojos un poquito a la vida eterna. Entremos en presencia de Dios y encomendemos a la Virgen. Contémosle cómo va el día. Aquí cada uno hace lo que puede. Los tractoristas fumigan las calles. Las chicas cuidan a los abuelos. Los padres están con sus hijos, los que pueden. Los únicos que están solos son los enfermos. Por eso, si estás enfermo y me ves desde aquí, yo hoy pido por ti, por tu gente, por la gente que quieres. Hoy pido que nuestros corazones tengan al Señor dentro, que piensen más en Él. Y pido por aquellos que no tienen fe o en este momento están sufriendo especialmente, que el Señor les abra el corazón, les abra los ojos y que sean conscientes de todo lo bueno, de todo lo bueno que hacen y que han hecho. Con poquita fe o con mucha. Pero con buen corazón, ese que mira a Dios.
Mi abuela decía: «mira que te mira Dios, mira que te está mirando, mira que te vas a morir, mira que no sabes cuándo». Por eso, con el corazón lleno de la alegría del día del Señor, con los ojos en el cielo y los pies en la tierra, pidamos hoy para ese momento y preparemos nuestra alma para presentarnos ante Dios y poder decirle, mira, Señor, no tengo nada. Lo único que tengo es tu muerte en la cruz, tu pasión, tu resurrección, tu sangre, esa que limpia nuestros pecados, esa que nos hace santos y esa que puede hacer de ti hoy un transmisor de paz, de alegría, de esperanza, de gozo.
Aquí en el campanario antes sonaba canciones de Cuaresma, ahora suenan hasta sevillanas. Pues abre la ventana y escúchalas, o ponlas en tu casa, si ahora todo el mundo puede poner música. Lo que no podemos hacer es encoger el corazón, meternos debajo de la cama y decir, tengo miedo, no quiero hacer nada. Ya sé que tienes miedo, todo el mundo tiene miedo, hasta los bomberos cuando hay fuego. Y es súper duro verlos despedirse de sus familiares, yo lo he visto, en Almodóvar de Pinar. Pues ahora, a los que tienes cerca, diles que los quieres, que estás con ellos, que, si te necesitan, que cuenten contigo, no te aísles. Estamos bastante aislados ya de todo para que te aísles también de tu familia. En la comida, habla, saca lo que tienes dentro, cuéntale lo que sientes a tu madre, a tu padre o a tus hijos. Y, si puedes, colabora de la manera que sea. Unos hacen material para los hospitales, otros cantan por la ventana, otros salen a aplaudir a las ocho de la tarde, yo aplaudo, pero estoy solo en la calle.
Por eso, lo más importante. Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. Y hoy Nuestro tesoro está aquí, en el altar del pueblo, en tu parroquia, en tu sagrario. De verdad, de allá donde seas, lo que tengas dentro de tu alma, de tu corazón y de tu mente, hoy pido por ti.
Que así sea.
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