El P. Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de este, domingo 23 de junio de 2024, titulado “Maestro ¿no te importa que perezcamos?”.
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En el evangelio contemplamos como una fuerte tempestad sorprende a los discípulos navegando hacia la otra orilla del lago de Galilea, mientras Jesús está dormido. Los discípulos despiertan a Jesús y le dicen: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?
Esta es una Palabra que describe la situación existencial en la que muchas veces nos encontramos y nos invita a la confianza en el Señor. Y a invocarle en medio de la tempestad.
La tempestad es signo de nuestra vulnerabilidad, de que somos pobres y necesitados de salvación. Signo de que no podemos poner nuestra seguridad y nuestra confianza en nosotros mismos.
La tempestad es signo de la marcha de la Iglesia a través del mundo en medio de dificultades y tormentas que pueden llevarnos al temor, al desaliento y a la desesperanza.
La Palabra nos invita a levantar la mirada y a gritar al Señor, a poner en Dios nuestra seguridad y nuestra confianza.
Jesucristo es Señor de la historia –y de tu historia, y sólo su presencia es capaz de hacer que la barca llegue a la otra orilla.
Por eso, esta Palabra nos invita a vivir en la confianza. En medio de las dificultades, de los combates, de las persecuciones, de las dudas…, en medio de tu historia concreta está el Señor, que hoy dice a tu miedo: ¡Silencio, enmudece! Y a ti: ¿Por qué tienes miedo? ¿Aún no tienes fe?
No te asustes ni te escandalices de tu debilidad. Desde ella, invoca cada día al Espíritu Santo, para que te regale poder ver al Señor más allá de las apariencias y con el don de fortaleza puedas combatir el combate de la fe y experimentar la victoria de Jesucristo sobre tus miedos.
Porque el Señor Resucitado está contigo todos los días, hasta el final de los tiempos. Él es fiel y no deja de amarte nunca.
Lo cantamos en el Salmo: gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar… y él los condujo al ansiado puerto.
También tú ¡si crees verás la gloria de Dios!
¡Ven, Espíritu Santo!