El P. Michel Daubanes, rector del santuario de Lourdes, visitó Torreciudad los días 19 y 20 de julio. Durante su estancia aprovechó para saludar al obispo de Barbastro-Monzón, mons. Ángel Pérez Pueyo, y cenar con él. El P. Daubanes nos respondió amablemente a varias preguntas relacionadas con los santuarios marianos, las dificultades de las familias cristianas y sus impresiones sobre Torreciudad y la Ruta Mariana:
• El Papa insiste en que los cristianos tienen que dar testimonio alegre de Cristo. ¿Qué papel pueden jugar los santuarios marianos en la nueva evangelización de nuestra sociedad?
M. D.: Pienso que los santuarios marianos tienen hoy un lugar verdaderamente muy, muy importante en la vida de la Iglesia. Vida que debe ser misionera, como dice el Papa Francisco cuando afirma que somos discípulos misioneros. De hecho, es en los santuarios donde los muy numerosos peregrinos llegan para volver a la Virgen María, para confiarle su oración, para interceder por ellos mismos, por los miembros de su familia e incluso por quienes tienen a su alrededor. Los santuarios les ofrecen muchas ocasiones de alimentar su fe y su alegría, su alegría de creer, su alegría de ser cristianos, su alegría de vivir.
En un santuario mariano, sea en Lourdes, en Torreciudad, en Fátima o en cualquier otro lugar del mundo, lo que me parece muy importante (hoy como ayer, pero hoy particularmente) es el hecho de recibir la alegría del perdón, la alegría de vivir el perdón sacramental a través de la posibilidad de confesarse. En nuestras sociedades hay quizá una tendencia cada vez mayor a no vivir el sacramento de la confesión, del perdón, de la reconciliación, y es una gran lástima porque sin el sacramento uno puede estar abrumado, aturdido en su vida de fe, en una vida de relación en la que no hay perdón posible. Precisamente el hecho de recibir, de beneficiarse de la misericordia de Dios, permite verdaderamente retomar la fe con mucha alegría, con mucha fe y serenidad.
El otro aspecto que veo que puede caracterizar a los santuarios es la belleza de la liturgia. Si la liturgia es más bella, si la oración es más bella, los peregrinos van a estar más alimentados por esa liturgia y, de hecho, invitados a escucharla en la alegría de retomar con más fuerza la fe en la vida cotidiana. Eso lo alcanzan a través, claro está, del sacramento de la eucaristía, de la celebración de la misa, pero también es relevante todo lo que se desprende de la piedad popular (por ejemplo, la procesión nocturna de las antorchas en Lourdes), en la cual el santuario le permite al peregrino vivir y comprender verdaderamente su fe.
Y después, quizá el último aspecto que quisiera destacar, es el espíritu fraternal que existe en estos santuarios, la solidaridad, la caridad, la fraternidad que se vive en el seno del santuario, que impacta y moviliza a cada uno más allá de su estancia durante unas horas. El Papa Francisco nos lo ha dicho en la Fratelli tutti, y pienso esto se expresa idealmente en Lourdes, por ejemplo, a través del servicio de la caridad, del servicio de la hospitalidad, del voluntariado junto a los enfermos y las personas en situación crónica. Este esfuerzo logra que todo el mundo salga del santuario con una gran sonrisa en el rostro.
• La Virgen es Madre de Misericordia, la actitud que resume este pontificado. ¿Cómo pueden los santuarios ser mediadores de compasión?
M. D.: Es absolutamente central para un santuario poder proponer el sacramento del perdón y de la reconciliación. Hay personas, peregrinos, que lo viven regularmente en sus parroquias, pero hay también peregrinos que no lo han vivido desde hace tiempo, por diversas razones: no han tenido la posibilidad, creen quizá que su pecado es tan grande que piensan que no puede ser perdonado; y también hay personas que nunca se han confesado. El hecho de escuchar la celebración de este sacramento permite verdaderamente una conexión muy, muy fuerte para retomar la vida cristiana, recuperar la relación con la vida de fe, de caridad y de esperanza.
Me parece que el santuario es también un lugar donde debemos ser particularmente generosos en lo que concierne a la bendición. El Papa Francisco insiste mucho en esta bendición: al final de la Misa, al final de la oración de todo un grupo, de una comunidad, y también después en la sacristía de manera individual. Y otro aspecto que deseo subrayar es la posibilidad de escuchar por parte de los ministros ordenados, y asegurarse también de que haya laicos con responsabilidad, suficientemente formados, para escuchar a los peregrinos que llegan, para acompañarles en todo lo que ellos viven: preguntas, penas, sufrimientos, alegrías… De hecho, ofrecer una escucha real, atenta y personal, que desemboque en cierto acompañamiento espiritual, ha adquirido un papel muy importante.
• Desde su experiencia en un lugar de peregrinación tan importante como Lourdes, ¿qué les diría a las familias cristianas que se desaniman ante las dificultades para educar a los hijos provocadas por el ambiente social?
M. D.: Como consecuencia de ese estar siempre a la escucha (que no consiste en resolver de inmediato lo que afecta a las personas, sino en dedicarles tiempo de atención), pienso que conviene explicar a las familias, acerca de esa dificultad en la educación de los hijos, que el mensaje de la fe les queda grabado a partir de su bautismo y su confirmación. Si un hijo abandona la fe, incluso deja el ambiente familiar y entra en una vida que no es la correcta, conviene siempre estar presente para acompañarlo, no abandonarlo nunca, aunque el hijo rompa la relación. Conviene no olvidar que es el Espíritu el que actúa en el corazón, y con la oración y el ejemplo, el Espíritu del Señor será quien podrá traer de vuelta al hijo que vive lejos de la familia, lejos de la fe. En este sentido, pienso que es fundamental para los padres, o para los abuelos, desculpabilizarse en relación a la vida de fe de los jóvenes, de los niños, asegurándoles que, en la mayor parte de las veces, han hecho todo lo que era posible, todo lo que se debía hacer.
• Torreciudad aspira a ser conocido como el santuario de la familia. ¿Qué impresión le ha causado en esta su primera visita?
M. D.: He de decir que me ha dado mucha alegría haber podido vivir por primera vez aquí algunas horas, para descubrir la belleza natural del lugar, la belleza del santuario y el templo, las capillas, el Via Crucis, las imágenes que permiten recitar los misterios del Rosario… Todo ofrece una impresión de belleza, una impresión de paz, y quedo tocado a la vez por el modelo de la Sagrada Familia, definido en las diferentes escenas del retablo. Un retablo que permite precisamente, se podría decir, hacer propia la vida de la Sagrada Familia en relación con la familia de cada uno. Me ha gustado que las escenas no idealicen la vida de Jesús, María y José; no podemos olvidar que, aunque acogió al Hijo de Dios, fue una familia totalmente humana, con problemas y sufrimientos que nos relatan los evangelios. La huida a Egipto, la Virgen María sufriendo al pie de la cruz… Si se idealiza, la Sagrada Familia se aleja de las personas, a las que les resulta difícil encontrar en ella consuelo y protección.
Esta mañana he tenido una grata experiencia, al terminar la celebración de la eucaristía, cruzándome con varias personas en la explanada. Me ha impresionado el número de familias presentes que participan en la vida del santuario, que han asistido a misa en sábado, que no es la misa dominical. Había familias que han venido a rezar, con niños pequeños y grandes, y eso es muy bueno, un ejemplo de educación cristiana. Y me he fijado en un niño que se ocupaba de su hermanita pequeña, que estaba en el carrito, en el exterior de la iglesia. Él la cuidaba y la consolaba, y así sus padres entre tanto podían participar plenamente en la celebración de la eucaristía. Pienso que es un testimonio para cualquiera, que ayuda a vivir la fe y a reforzarla.
Tengo una gran impresión de alegría y de fe, que se desprende de estas horas pasadas en Torreciudad. Y quiero aprovechar ahora para mostrar mi más honda gratitud por la acogida recibida a todos los que tienen responsabilidades en este santuario. He vivido en primera persona la solidaridad en la plegaria a la Virgen María, que ha confortado a tantos peregrinos y que une a los santuarios que integramos la Ruta Mariana.