Los mandamientos

Educar en la fe. Conviene conocerlos, ya que solo así podremos elegir con criterio Divino aquello que más nos conviene

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Acabado el tema de los sacramentos en las mini dosis para reflexionar sobre la educación de la fe en nuestros hijos, y con el fin de continuar con una estructura organizada, considero que un tema que nos interesa considerar es el de los mandamientos de la ley de Dios.

Los mandamientos son un punto central de la fe del cristiano y el punto que más aleja a muchos, ya que al ser humano nos cuesta mucho que nos digan qué nos conviene y qué nos perjudica. Preferimos vivir según nuestro parecer aunque sea en nuestro perjuicio, pero “sarna con gusto no pica”.

El primero de los mandamientos no aparece en el libro del Éxodo, en las tablas de la ley, sino en el libro del Génesis, cuando Dios prohíbe a Adán y a Eva comer del árbol del conocimiento del bien y del mal.

Mucho se ha escrito sobre el dichoso árbol, que nadie sabe a ciencia cierta qué fruto daba, pero la tradición nos ha enseñado algo que no aparece en el libro sagrado y seguro no era: no eran manzanas.

Lo que me resulta obvio es que era un fruto venenoso. ¿Por qué si no lo hubiera prohibido Dios? ¿Acaso los padres prohibimos lo bueno a los hijos o lo peligroso y perjudicial?

De hecho, el ser humano había sido creado por Dios para llevar una vida eterna, hasta que comió del árbol que no debía y al hacerlo entró la muerte en el mundo, así que sabemos que era un fruto venenoso y mortal de necesidad, – con razón nuestro Padre prohibió que comieran de él – que afectó tanto al hombre como a la mujer, porque los dos comieron de él y alteró no solo su condición inmortal sino también su carga genética, que todavía no habían trasmitido a ningún vástago, haciendo que a partir de ese momento ambos aportaran genes que conllevan la muerte para sus descendientes. Quizás si hubiera sido uno solo el que comiera del fruto prohibido una de las cargas genéticas se hubiera salvado. Nunca lo sabremos.

¿Por qué había un árbol venenoso en el Paraíso?. Es lógico. Si no hubiera existido algo nocivo para el ser humano, ¿hubiera podido elegir desobedecer a Dios?, obviamente no, solo hubiera podido actuar de acuerdo a la voluntad de Dios, que es el bien para el hombre, y por tanto no hubiera tenido el don más importante después de la vida, que es la libertad (Adán y Eva no necesitaban fe, ya que conocían a Dios en persona, le veían, le oían y seguro que podían tocarle).

Así que la existencia del árbol del conocimiento del bien y del mal en el centro del Paraíso, algo nocivo para el ser humano y por tanto prohibido por Dios, fue Su forma de dotarnos de la capacidad de elegir entre obedecerle o no hacerlo, de hacernos libres.

Desde entonces se ha demostrado de manera sistemática que la desobediencia forma parte de la naturaleza humana tan pronto tenemos capacidad de elección.


No es hasta siglos más tarde, y con un buen número de humanos pululando por la tierra, al menos la parte conocida, que Dios ve la necesidad de darnos un guion de cómo portarnos. Para un psicólogo los mandamientos son apasionantes ya que considera no solo la conducta humana (no robarás), sino también los afectos (amarás a Dios sobre todas las cosas), la motivación (no desearás los bienes ajenos) y el pensamiento (no tendrás malos pensamientos), es decir aborda el ser humano en su totalidad, algo que aunque ha sido estudiado por filósofos, desde la ciencia tuvimos que llegar hasta el siglo XX – más de 3.000 años después de que se escribieran los mandamientos, y tras una ardua batalla, para que la psicología científica admitiera algo más que lo estrictamente observable (la conducta).

Resulta sorprendente que algo más de 1.000 años antes del nacimiento de Jesús, en un pueblo que no parecía destacar por un elevado nivel de cultura y de reflexión filosófica, pudiera elaborar en tan poco espacio y de manera tan concreta diez puntos que consideraran de manera tan global y tan certera la naturaleza humana. ¿Cómo podían saberlo?. Puede que los escribiera Moisés solito, pero yo creo que Alguien debió dictárselo.

Los mandamientos son un decálogo de conducta, dicen qué hacer y cómo vivir para alcanzar la Vida plena, pero todo lo que se exprese en negativo es considerado claramente coercitivo y por extensión todo lo que nos indica cómo actuar tiende a ser valorado como rechazable. No nos gusta que nos digan cómo debemos hacer las cosas. Así que desde que Moisés dio a conocer los mandamientos a su pueblo y desde que gracias a Pablo de Tarso (siguiendo la doctrina de Jesús) abrió a toda la humanidad la posibilidad de serlo, venimos luchando bien por intentar cumplirlos o bien por intentar negarlos (algunos con más énfasis que otros), lo que en realidad supone una batalla contra nosotros mismos.

En todo caso conviene conocerlos, ya que solo así podremos elegir con criterio Divino aquello que más nos conviene.

Al igual que Dios prohibió a Adán y Eva comer del árbol del conocimiento del bien y del mal porque era malo para ellos, los mandamientos son la forma en que nuestro Padre nos indica cómo vivir adecuadamente.

Cualquiera que se pare a reflexionar aún superficialmente sobre los mandamientos, rápidamente llega a la conclusión de que no es malo incumplirlos porque es pecado (espero no ofender a nadie por usar una palabra que hoy se considera tabú), sino que no cumplirlos es malo para ti y por eso Dios los incluyó en las tablas de la ley. De igual forma que «matar» no es un delito por estar en el código penal, sino que está en el código penal porque es un delito.

A lo largo de las próximas semanas iremos reflexionando sobre cada uno de los 10 mandamientos. Sin embargo, me voy a permitir revisarlos en el orden inverso al que fueron expuestos y en el que habitualmente son considerados. El motivo es muy simple, pero si no lo adivinan ya, lo descubrirán dentro de 10 semanas.