Los jóvenes son hijos de su tiempo

Juventud divino tesoro

En portugués a los jóvenes se les dice os novos, los nuevos.  ¡Qué buena expresión! La juventud irrumpe en el statu quo de la sociedad, con una percepción y enfoque originales y, en cierto modo, novedosos.  El solo hecho que los jóvenes hagan una lectura en estreno, sin historia del entorno, de su ambiente, los “cuestiona” conceptualmente con lo que miran y experimentan. Dicho sea de paso, lo mismo sucedería aún en el supuesto caso que la sociedad que los recibiese fuese más sólida y coherente que la actual. Por tanto, sorprenderse porque intenten cambiar o expresarse críticamente desdice de un planteamiento maduro de parte de los adultos.  Si no hubiera “sangre nueva”, la sociedad se estancaría, se aletargaría.  De generación en generación, vale la pena, que se revise lo vivido y con nuevos retos, se mire al futuro. Los hombres, suelen acomodarse y acostumbrarse a la rutina, al confort del quietismo; precisamente la juventud, funge como zaranda que con su movimiento constante quiebra la pasividad de una posición arraigada proponiendo movimiento que suele incomodar.

El ímpetu, la energía y la animación de los jóvenes se desbordan sin una aparente dirección cuando lo propio de ellos, los valores e ideales, no han formado parte de su desarrollo previo ni mucho menos, apreciados, ni vistos encarnados por los adultos. Los jóvenes son hijos de su tiempo, por tanto, sus ideas, características y estilos de vida, sin duda, abrigan los pucheros de su sello e influencia. Al punto que su fuerza renovadora corre el riesgo de ser debilitada o cercenada. “El problema no consiste en que los jóvenes de hoy sean diferentes de los jóvenes que fuimos nosotros, afirma es estudioso español Castillo, G.  El problema reside en que muchos de estos jóvenes han tomado de la sociedad actual lo menos valioso de ella.  La sociedad de consumo y del bienestar han estimulado (no pocas veces, con la complicidad de los padres) su vida fácil. Los jóvenes, se han acostumbrado a conseguir todo tipo de cosas sin ningún esfuerzo.”

La vida muelle y repetidamente condescendiente, aplaca el brío para ejercitar la propia libertad en la resolución de problemas. Justamente esta falta de preparación permite que los jóvenes se perciben carentes de recursos para enfrentar y resolver muchas de las dificultades que la vida les propone. Esto explica, como reacción, una actitud ordinaria en una porción significativa de la juventud: el pasarla bien, el disfrutar la vida sin pagar ningún precio. También revela aquella otra que apuesta por la evasión. Es decir, la de no poder o no querer encarar un problema o los propios deberes. Uno evade a través de la indiferencia: yo paso, yo supero; o mediante, la aceleración artificial [las drogas] de la intensidad de las sensaciones. Por último, uno evade a través del ruido, de lo estridente y de la febril agitación sin norte.


Culpar a los jóvenes o criticarlos arteramente es un grave despropósito. Cito otra vez a Gerardo Castillo: “La juventud devaluada es una consecuencia de una generación adulta sin valores.  Los jóvenes perdidos en la vida suelen tener padres excesivamente liberales y permisivos, que no han querido o no han sabido enseñar a sus hijos el camino de la verdad; que no les han transmitido una escala de valores; que no les han puesto en situaciones de esfuerzo y compromiso personal”.

Es necesario, en los tiempos que corren, recuperar el verdadero significado de la palabra juventud, para ello se tiene que proteger a la juventud y levantar, trepidante la voz:” contra quien, en la sombra, sin nobleza, con fines perversos, trata de corromper esta riqueza estupenda con tremendos sucedáneos de valores traicionados, con halagos mortales que, en una existencia presa de desilusiones, y tal vez, vacío de ideales encuentran fácil cebo” (Juan Pablo II). Los jóvenes deben saber a tiempo que la sociedad de hoy les ofrece el confort, como medio, para defenderse de ellos: cuanto primero queden prisioneros de las cosas, antes dejarán de hablar de libertad y querer cambiar el mundo. El desarrollo de la capacidad crítica es prioridad, a través de ella, serán capaces para advertir las segundas intenciones que la sociedad les ofrece.

Una juventud sin ideales es como un ave sin alas: tiene pico, la forma, pero no puede volar. No tengamos temor en enseñarles que la solidaridad, la lealtad, el servicio, la libertad, el esfuerzo, la generosidad, la autenticidad y el amor a lo demás por Dios, son valores que se pueden vivir y encarnar, independientemente del tiempo en que les ha tocado vivir. De esta manera, tendrá vigencia aquel dicho clásico: juventud divino tesoro.