Al finalizar la oración mariana del Ángelus de este domingo 23 de julio, el Papa llamó la atención sobre el drama que siguen viviendo los emigrantes en el norte de África, evidenciando que “miles de ellos, en medio de un sufrimiento indecible, llevan semanas atrapados y abandonados en zonas desérticas”.
Estas fueron las palabras del Papa después de la oración mariana, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
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Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas
Hoy, mientras muchos jóvenes se preparan para partir a la Jornada Mundial de la Juventud, nosotros celebramos el Día Mundial de los Abuelos y de los Ancianos. Por eso me acompañan un nieto y una abuela. ¡Aplaudamos a los dos! Que la proximidad entre las dos Jornadas sea una invitación a promover una alianza entre las generaciones, que es muy necesaria, porque el futuro se construye juntos, en el intercambio de experiencias y en el cuidado mutuo entre jóvenes y mayores. No los olvidemos. ¡Y aplaudamos a todos los abuelos y abuelas! ¡Fuerte!
Estamos viviendo, aquí y en muchos países, fenómenos climáticos extremos: por un lado, diversas regiones se ven afectadas por olas de calor anormales e incendios devastadores; por otro, en no pocos lugares se producen aguaceros e inundaciones, como los que han azotado Corea del Sur en los últimos días: estoy cerca de quienes sufren y de quienes asisten a las víctimas y a los desplazados. Y, por favor, renuevo mi llamamiento a los dirigentes de las naciones para que hagan algo más concreto para limitar las emisiones contaminantes: es un reto urgente e inaplazable, concierne a todos. ¡Protejamos nuestra casa común!
Y ahora me gustaría llamar la atención sobre el drama que siguen viviendo los emigrantes en el septentrión de África. Miles de ellos, en medio de un sufrimiento indecible, llevan semanas atrapados y abandonados en zonas desérticas. Hago un llamamiento, en particular a los Jefes de Estado y de Gobierno europeos y africanos, para que socorran y ayuden urgentemente a estos hermanos y hermanas. Que el Mediterráneo no sea nunca más teatro de muerte e inhumanidad. Que el Señor ilumine las mentes y los corazones de todos, suscitando sentimientos de fraternidad, solidaridad y acogida.
Y sigamos rezando por la paz, especialmente por la querida Ucrania, que sigue sufriendo muerte y destrucción, como desgraciadamente ha vuelto a ocurrir esta noche en Odessa.
Les saludo a todos, romanos y peregrinos de Italia y de muchos países, especialmente a los de Brasil, Polonia, Uruguay… ¡Son muchos! También a los estudiantes de Buenos Aires y a los fieles de la diócesis de Legnica, en Polonia. Saludo también al grupo ciclista «Cuarenta años después», de Cogorno, a los participantes en la iniciativa «Pedalear por la Paz» y a los niños acogidos por algunas comunidades del Lacio.
Les deseo a todos un buen domingo y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Y recen también por esta abuela y su nieto, y con todos los abuelos y nietos.
Que tengan un buen almuerzo y hasta pronto.