La esperanza es el eco que resuena en el corazón de los que, tras celebrar el tiempo de Navidad, nos adentramos en ese tiempo litúrgico llamado “Ordinario”. La esperanza es el motor de miles de hombres y mujeres que cada día emprenden la hermosa tarea de trabajar por una tierra nueva y un cielo nuevo (Ap 21,1).
El contexto actual que vivimos es, para los empresarios y directivos cristianos, una llamada a poner en juego toda nuestra creatividad en favor de una empresa pacífica y pacificadora, reconciliada y reconciliadora, facilitadora de un desarrollo integral, de un desarrollo que alcance a toda la persona y a todas las personas, tal y como nos sugería Pablo VI en su encíclica Populorum progressio.
El papa Francisco, en su mensaje a los participantes en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) invitaba a una esperanza transformadora que requiere valor y voluntad en favor de un modelo de desarrollo integral:
“Al igual que tras la Segunda Guerra Mundial, hoy es necesario que toda la comunidad internacional dé prioridad a la puesta en marcha de acciones colegiadas, solidarias y con amplitud de miras.
Necesitamos esperanza y valor. La humanidad tiene los medios para afrontar esta transformación, que requiere una verdadera conversión, tanto individual como comunitaria, y una voluntad decidida de emprender este camino. Se trata de una transición hacia un modelo de desarrollo más integral e integrador, basado en la solidaridad y la responsabilidad; una transición en la que también hay que tener muy en cuenta los efectos que tendrá en el mundo del trabajo”.
Pero ¿Qué es liderar con esperanza? En definitiva, no es más que ser líder en el sentido más auténtico y profundo de la palabra. Liderar es guiar, conducir, orientar… Conlleva implicarse y complicarse, formar parte del grupo de referencia y ser así considerado por parte de ese grupo. El auténtico líder lo es por reconocimiento de su autoridad moral (“auctoritas”) y no por imposición de su potestad legal (“potestas”). En otras palabras, el auténtico líder lo es por el grupo, con el grupo y en el grupo. Por eso ser líder implica, ineludiblemente, crear y transmitir oportunidades para la esperanza.
Tres fuentes pueden ayudarnos a visibilizar un liderazgo con esperanza:
- La Biblia. La Palabra de Dios es, en sí misma, motivo de esperanza. Jesús nos invita a ser líderes a su estilo, siendo sal y luz: “Vosotros sois la sal de la tierra (…) Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 13-16)
- La Doctrina Social de la Iglesia. Liderar con esperanza no es más que liderar desde ella, no es más que ser instrumentos e impulsores de acciones marcadas por los principios del bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, la participación y el destino universal de los bienes.
- La experiencia. La esperanza no es más que una mirada al futuro, en el aquí y ahora, pero desde la experiencia. Y la experiencia no es más que la enseñanza del pasado, el descubrimiento del mensaje que hay tras los aciertos y los errores. Por eso lo importante de un curriculum es lo que no viene escrito en el papel, sino en la historia y en la mirada de la persona que lo presenta. Por eso la selección de personal es tan compleja.
En definitiva, el liderazgo, o es con esperanza o no es liderazgo.
Dionisio Blasco España es Delegado Territorial en la Diócesis de Málaga y miembro del Comité Ejecutivo de Acción Social Empresarial