Las experiencias de la pandemia: Una oportunidad para la catequesis

Pasada la crisis, ¿sería bueno retomar lo que antes se hacía?

Experiencias online durante la pandemia © Pexels. Julia M Cameron

Fernando Moreno, doctor en Educación, ofrece este artículo sobre cómo las experiencias de la pandemia han supuesto una oportunidad para la catequesis.

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Cuando, en la mayor parte de los países, parece que se han superado (crucemos los dedos) las circunstancias más críticas de la pandemia, es momento de hacer balance sobre el desarrollo de la catequesis durante estos años pasados.


En muchos lugares no se ha podido hacer nada: han sido años de parón. Bastantes parroquias, sin embargo, han echado mano de soluciones de Internet, con mayor o menor éxito según la destreza de los usuarios, la cobertura de la red y, en una medida nada despreciable, de las competencias digitales y didácticas de los catequistas. La experiencia ha sido paralela y relativamente parecida a la sufrida por los maestros y profesores, que de la noche a la mañana han tenido que adaptarse a sistemas y métodos desconocidos para la mayoría. La diferencia ha radicado en que el ámbito educativo ha asumido el reto como una prioridad, mientras que la catequesis ha encontrado con bastantes menos recursos, preparación y apoyo.

Pasada la crisis, ¿sería bueno retomar lo que antes se hacía? A mi modo de ver, lo lógico es extraer algunos aprendizajes. Por razones de brevedad, me limito a enumerar algunas ideas:

  • En términos generales, muchas catequesis han hecho el descubrimiento de las nuevas tecnologías educativas. Es ocasión ahora de explotar ese descubrimiento y aplicarlo en situaciones ordinarias. La transmisión de la Palabra de Dios en la catequesis puede -y debe- echar mano de todos los recursos didácticos que la hagan más eficaz. La Iglesia tiene que llevar a cabo su misión educativa en el siglo XXI, no en el XIX. El miedo se supera con ilusión y convicción.
    • Afirmaba Pablo VI que “la Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más” (Evangelii nuntiandi, 45).
  • Los confinamientos obligados por la pandemia fueron considerados por muchos como la ocasión propicia para poner en valor el papel y la misión de los padres, a quienes corresponde ser los primeros catequistas de sus hijos. Era, sin duda, una consideración optimista, y un tanto ingenua: tras décadas de formación cristiana de los hijos “delegada” en la parroquia y en la escuela, ha quedado patente que la mayoría de los padres no han sabido, o no han querido, retomar esa tarea.
    • ¡Qué gran cosa sería que los responsables de la catequesis (a todos los niveles) tomen conciencia de que es necesario ayudar a los padres de familia, apoyándoles en su misión, no sustituyéndoles! El CIC dice que la parroquia “es un lugar privilegiado para la catequesis de los niños y de los padres” (n. 2226). El doble sujeto al que se hace referencia (niños y padres) está explicitado con mucha claridad.
  • La catequesis requiere presencialidad, trato personal, amistad y acompañamiento. Esto se aplica tanto a los niños como a los adultos (pienso que las escuelas de padres hacen más falta que las escuelas de niños). Pero la profunda ignorancia religiosa que campea por nuestra cultura se debe afrontar echando mano de soluciones imaginativas. Así, por ejemplo, el papa Francisco considera que, “con el ritmo de vida actual, la mayoría de los matrimonios no estarán dispuestos a reuniones frecuentes, y no podemos reducirnos a una pastoral de pequeñas élites” (Amoris laetitia, n. 230).
    • El aprendizaje mixto (blended learning) es un sistema educativo de probada eficacia, sobre todo de adultos, que puede servir perfectamente para ese trabajo de formación de los padres: nos reunimos para andar juntos, participar activamente en algunas actividades bien diseñadas y cultivar la cercanía, sin que eso sea obstáculo para que cada uno pueda dedicar un rato más, en el hogar o en cualquier otro lugar, para adelantar (clase invertida) o complementar (profundizar) en lo que debo pensar y aprender para ser mejor cristiano y mejor padre.

Creo que vale la pena dedicar un esfuerzo para afrontar estos retos con la conciencia de que no son “experimentos peligrosos”, sino innovaciones inexcusables para cualquier profesional de la educación y para los que desean estar a la altura de lo que reclama la nueva evangelización. Esto es lo que, entre otras iniciativas, se propone el proyecto #BeCaT (https://becat.online).