La amistad es un vínculo o relación afectiva entre dos o más personas, que se rige por valores imprescindibles tales como: la confianza, la lealtad, el amor, la generosidad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso. Aunque la amistad como valor es también un valor personal en sí mismo. La amistad se funda sobre un sentimiento desinteresado, apareciendo espontáneamente.
Una amistad será sincera cuando la persona lo dé todo de sí sin esperar nada a cambio, aunque es necesario que el interés, la predisposición, la continuidad y el vínculo sean recíprocos. La amistad es una relación simétrica en la que ambos dan y reciben. Una relación en la que hay una cierta reciprocidad dinámica. Una relación en definitiva, en la que ambas partes se enriquecen del trato. Pero bien es cierto que para algunas personas la amistad se asemeja más a una relación parasitaria.
Muchas personas confunden la amistad con darlo todo a cambio de algo de cariño y reconocimiento. La amistad no es drama, la amistad no es entrega incondicional, la amistad no es abusar de una persona y de sus recursos.
Siempre he pensado que es mejor estar solo que mal acompañado. Cuando queremos estar acompañados a cualquier precio, en realidad, estamos activando una llamada que actúa como un reclamo para personas que no van a dudar en aprovecharse de tu necesidad a cambio de nada.
A veces nos cuesta encontrar amigos porque no estamos en el contexto adecuado y sufrimos por ello. A veces necesitamos tener amigos a cualquier precio y somos capaces de hacer auténticas barbaridades para mantener el «cariño» y la «amistad» de nuestros mal llamados amigos.
¿Cómo es un buen amigo? Unas características son esenciales y otras, accesorias. Un amigo es alguien con quien estás bien, disfrutas, compartes buenos momentos… Pero para diferenciar uno bueno de uno malo lo importante es observar si la relación es o no recíproca. Cuando no estáis al mismo nivel, cuando la relación es parasitaria, no es una buena amistad. Una relación de amistad buena es aquella en la que uno da y el otro también y todo está equilibrado.
En la verdadera amistad ambos desean compartir su tiempo juntos, ambos se sienten libres de poder compartir libremente, discutiendo sus desacuerdos sin tratar de imponerse uno sobre el otro, se comparten las alegrías y se hace más amena la adversidad. Los verdaderos amigos crecen juntos como personas, son sinceros entre ellos, buscan entenderte sin juzgarte, mantienen una preocupación constante por ti, saben escucharte y ayudarte cuando te haga falta.
Lo que sucede es que a menudo, bajo el supuesto paraguas de la amistad, algunas personas se dedican a saquear a la otra persona, a agotar sus recursos y a pedir favores continuamente. Y esto es complicado pues resulta que cuando tú a ese supuesto amigo le dices que necesitas un favor entonces recibes una negativa como respuesta. Y es ahí donde te das cuenta de que la relación no es equilibrada sino parasitaria.
Hay que mirar las acciones y los hechos, no las palabras. Porque hablar y prometer es muy fácil, pero los hechos son los que demuestran si hay reciprocidad en la relación de amistad.
Una amistad verdadera es una amistad para toda una vida y por ello es muy importante valorar cuáles son aquellas amistades que vale la pena que permanezcan a nuestro lado.
Juan Andrés Segura – Colaborador de Enraizados