La Pascua: Misterio de libertad

Celebración de la Resurrección del Señor

Pascua Misterio
Resurrección© Cathopic

Carlos J. Gallardo, sacerdote, ofrece a los lectores de Exaudi este artículo titulado “La Pascua: Misterio de libertad”, en el que explica el significado de este tiempo litúrgico.

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Con la celebración solemne de la Vigilia Pascual damos comienzo al tiempo de Pascua donde la Iglesia celebra la Resurrección de Jesucristo Nuestro Señor. Si el misterio de la Encarnación ha cambiado el rumbo de la historia, la Resurrección de Jesucristo es la plenitud de este misterio. Pero ¿Por qué se denomina “Pascua”?

La palabra “Pascua” significa “paso” y se remonta a la experiencia de liberación del pueblo de Israel. En el libro del Éxodo encontramos narrado como el pueblo elegido es liberado de la esclavitud a la que se encontraban sometidos por los egipcios (Ex 12, 1-14). Después de cocinar y comer el animal sin defecto, macho de un año tomarán su sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta como señal de que son del pueblo elegido al que Dios quiere liberar. Cuando el Señor “pase” no herirá a los que encuentre marcados con la sangre del cordero.

En Cristo encontramos al Cordero de Dios (Jn 1, 36), que quiere arrancar el pecado del mundo, que es la verdadera esclavitud de la humanidad. Él se ofrece, “toma sobre sí” los pecados del mundo. Cobra así un sentido nuevo la metáfora del cordero sacrificado que era el modo de borrar los pecados en la liturgia hebrea. En Cristo encontramos el verdadero sentido. Es su sangre la que nos limpia y purifica, es su pasión la que nos redime, es su “paso” de amor por nuestras vidas el que nos transforma.

Al celebrar la Pascua estamos celebrando el misterio de la libertad que nos trae Jesucristo el Señor pues “muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida” (Prefacio I de Pascua). Cristo vence a la muerte y al pecado con su entrega por amor. La cruz es victoria y la victoria se experimenta en la resurrección. La carne de pecado es redimida y salvada, porque su misma carne es resucitada y vive para siempre.

El Corazón humano de Cristo que fue traspasado, ahora vive y sigue palpitando de amor por cada uno de nosotros. En Él, vivo y resucitado encontramos nuestra libertad, saboreamos la verdadera vida, la vida que importa, la vida con Él.

La resurrección fue la gran alegría para los que amaban a Jesús. Pensemos en María su Madre, en los apóstoles, en sus amigos Marta, María y Lázaro, en María Magdalena… ¡Como sería el encuentro con Él! Verle de nuevo y además poder verle con ojos nuevos que han experimentado el perdón y la paz, su perdón y su paz.


Pero también tiene que ser alegría para todos nosotros. Con Cristo vivo se acabaron todas las penas. El pecado y la muerte ya no tienen la última palabra sobre nosotros. Hay esperanza porque hemos sido liberados del poder del mal, arrancados del dominio de las tinieblas pues “por Él los hijos de la luz amanecen a la vida eterna y se abren a los fieles las puertas del reino de los cielos” (Prefacio II de Pascua).

Podemos verle también nosotros con ojos nuevos, porque nos sentimos perdonados y amados por Cristo vivo y resucitado. Nuestra vida cambia si nos dejamos tocar por su nueva vida, por la vida que contagia el Resucitado.

La liturgia pascual, especialmente en la celebración de la gran Vigilia Pascual hay tres signos destacados que pueden ayudarnos a vivir en plenitud este misterio de liberación y vida: la luz, el fuego y el agua.

 La luz

La Pascua es la gran fiesta de la luz. Sobre la oscuridad de la noche vence la potencia de la luz. Sobre la oscuridad del pecado vence la fuerza de la luz de Cristo resucitado. En este tiempo pascual nosotros podemos luchar por ser luz en medio de nuestros ambientes. Luz con nuestras obras, actitudes, alegría… podemos ser “luz pascual” y testimonio de la alegría del resucitado para todos los que nos rodean.

El fuego

La Vigilia Pascual comienza con un fuego encendido en la puerta del templo. De ese fuego se toma la luz para el cirio pascual. El fuego tiene como propiedad el dar calor, el encender, el purificar. En este tiempo pascual tenemos que dejar que el fuego del amor de Dios purifique nuestros pecados. Que el fuego de su amor, nos encienda en caridad verdadera para amar como ama Cristo, con los mismos sentimientos de su Corazón. Vivamos con el corazón encendido en unión con el Señor por medio de la oración diaria para así poder ser calor que rompa con el frio del pecado y la indiferencia que nos rodea.

El agua

En la noche santa de la Pascua se bendice el agua con la que los nuevos cristianos serán bautizados, agua que también todos recibimos en recuerdo de nuestro bautismo. El agua limpia, el agua da vida, el agua sacia la sed. Nuestro mundo se muere de sed. De sed de amor, de sed de la verdadera alegría. Se buscan sucedáneos del agua viva que dejan el corazón mucho más seco. ¡Bebamos nosotros de su Agua Viva! Y seamos al mismo tiempo agua de Cristo que sacie la sed de todos los que conviven con nosotros.

Unámonos al misterio del resucitado, ¡disfrutemos con y del Resucitado! Y al mismo tiempo seamos los cristianos transmisores de su alegría. No dejemos de desear a todos una feliz pascua de resurrección y gritar con palabras y obras que ¡Cristo vive y nos quiere vivos en Él!

¡Feliz Pascua de resurrección!