Un ejemplo de quién es su padre nos lo va a dar Jesús en la parábola del hijo pródigo. Sorprendentemente en esta parábola el personaje central no son los hijos, sino el padre. A través de esta parábola, Jesús nos va a mostrar cómo es su padre. Nos va a describir a su padre como un papá extremadamente comprensivo y generoso, que quiere a sus dos hijos y que va a buscar complacerlos en todo; los quiere hasta el punto que les va a repartir a ambos la herencia sin estar obligado a hacerlo. Además, los deja en libertad total para que decidan sus vidas como mejor les parezca, sin condiciones, ni exigencia alguna, de manera que, cuando el hijo menor decide ir en contra de su padre y lo abandona, el padre con tristeza va a respetar la voluntad del hijo y lo dejará ir, pero seguirá amándolo y no dejará de esperar su regreso. Eso es lo que hace todo padre amante, aunque su hijo no se lo merezca.
Pero la vida da vueltas inesperadas. La parábola nos cuenta que, en estas vueltas, el hijo menor quedó en una situación económica desastrosa, a tal punto que se tiene que ir a trabajar a la finca de un cuidador de cerdos. Sumido en su desgracia, sufriendo carencias y reflexionando en su vida y en lo que hizo, el hijo menor va a redescubrir a su padre, va a tomar conciencia de su extraordinaria bondad y se va a dar cuenta de lo generoso que es, pues sus jornaleros tienen pan en abundancia, mientras que él se muere de hambre y, en su triste condición, solo sueña con ser tratado como un jornalero de su padre.
Finalmente, más por conveniencia que por arrepentimiento, decide volver. Nos dice el texto: “Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente”. El padre se alegró infinitamente con la vuelta de su hijo, no lo recriminó, no le pidió cuentas, no lo castigó; solo corrió, lo abrazó y lo besó; su alegría fue tal que le hizo una gran fiesta. Jesús nos enseña que así es nuestro padre, que lo único que desea es que estemos con Él, para que seamos felices. Pero, cuando el hijo mayor volvió del campo y vio que su padre le había hecho una fiesta a su hijo, le exigió que actúe con justicia, que le pida cuentas en vez de hacer la fiesta, pues definitivamente no se lo merece. Pero un padre amante solo puede actuar como un padre amante y, si bien su hijo lo abandonó, el padre lo siguió queriendo con el mismo amor de siempre. Por eso cuando regresó a casa, no le tomó en cuenta el mal y lo perdonó sin condiciones, pues, a pesar de la desilusión y del dolor que le causó, es su hijo y lo ama con el mismo amor con que ama a su hijo mayor.
En esta parábola, Jesús nos quiere enseñar que de esta manera actúa Dios padre con nosotros. Él nos creó libres porque nos ama y porque nos ama respetará siempre nuestra libertad, aunque la ejerzamos en su contra y aunque hagamos lo que Él no quiere y, si decidimos ir en contra de Dios, Él nos esperará y, cuando volvamos, nos recibirá sin condiciones, ni exigencias, ni castigos y eso lo hará simplemente porque nos ama.