La pandemia a la que se enfrentan los psicólogos

El psicólogo puede ser una pieza clave para recuperar la dignidad de la persona y la riqueza/belleza de la sexualidad

Crece sin parar el número de personas que acuden a consulta por un motivo de índole sexual. Hace unos años la sintomatología estaba principalmente relacionada con el deseo, los trastornos o la fertilidad. Sin embargo, hoy las consultas crecen por el ingente número de personas atrapadas en redes de adicción a la pornografía, maltrato sexual o parafilias. La hipersexualización de las conductas ha calado y campa a sus anchas un relativismo afectivo que está dañando a muchas personas.

Sociedad hipersexualizada, ¿Qué hay de fondo?

Vivimos en una sociedad donde se nos bombardea de forma constante con temas relacionados con la sexualidad. Se puede ver de forma muy objetiva en las series, los anuncios, las películas y las redes sociales, de entre otros medios. Y es inevitable ver la repercusión que esto tiene sobre la persona, especialmente sobre los más jóvenes. Cada vez son más las personas que cuestionan su identidad o su orientación sexual, la adicción a la pornografía está incrementando de forma exponencial, las infidelidades dentro del matrimonio cada vez son más frecuentes, y las patologías propias de este ámbito se están volviendo cada vez más complejas.

¿Qué hay de fondo? De fondo nos encontramos a personas heridas en su afectividad, personas que sufren, personas que sienten mucho vacío, personas con anhelos buenos que no encuentran el camino correcto para poder ser ellas mismas en plenitud. Un desarraigo completo entre la sexualidad y la afectividad, que genera la desintegración de la persona y un reduccionismo a la hora de mirarla y atenderla.

Separación entre sexualidad y afectividad

Es imposible separar la corporalidad de la persona de su afectividad. Un ejemplo muy claro se puede ver en la Teoría de la Comunicación Humana, donde se establece que la comunicación consta de una parte verbal y una parte no verbal, y que esta última tiene la mayor parte del peso en la comunicación. Por mucho que una persona verbalice que se encuentra bien, si vemos en su mirada lágrimas, y en su gesto vemos decaimiento, todos entendemos que, en el interior de esa persona hay algo que le está generando malestar. Y es que, es imposible dejar de comunicar, nuestro ser está llamado a expresarse.

Otro ejemplo donde se puede ver que nuestra corporalidad está íntimamente ligada a nuestra afectividad, es en las somatizaciones. Todos hemos pasado momentos de nerviosismo en los que sentíamos el estómago cerrado, el corazón acelerado y mucha inquietud, incluso a veces es el propio cuerpo quien nos hace tomar conciencia de nuestra propia afectividad.

Es por ello, que es imposible hablar de sexualidad sin hablar de afectividad, porque la sexualidad no es una expresión puramente corporal, y porque lo corporal no es algo ajeno a mi ser, sino que es mi propio ser. El ser humano tiene 4 dimensiones: corporal, psicológica, relacional y espiritual, todas ellas diferentes entre sí, pero íntimamente relacionadas, no se pueden separar. Y la sexualidad se desarrolla, por tanto, en todas y cada una de estas dimensiones, como un continuo. De tal forma, que cuando una persona atraviesa un momento de dificultad en la sexualidad, ésta nos está dando información sobre cómo pueda estar en su afectividad.

En el entorno social en el que vivimos, nos llegan de forma constante mensajes sobre la sexualidad como algo totalmente ajeno a la afectividad. Y precisamente por ser “seres afectivos” es una realidad que está impactando en nosotros de forma indirecta, inmediata y constante, generando confusión y dificultades en el desarrollo afectivo-sexual de las personas.

La responsabilidad del psicólogo

Frente a toda esta “pandemia sexual” que se está viviendo en la sociedad, el psicólogo tiene un rol de suma importancia que se podría resumir en ser una pieza clave para recuperar la dignidad de la persona y la riqueza/belleza de la sexualidad.

Como humanos que somos, es muy fácil quedarnos en una posición de rechazo y de protección frente a toda esta hipersexualización que se está viviendo. Pero, precisamente, como psicólogos católicos, tenemos una doble misión: por un lado, poder acoger con rigor y profesionalidad a aquellas personas que, con gran valentía, piden ayuda por algún motivo de índole sexual; y, por otra parte, dar testimonio de la mirada que merece el ser humano. Una mirada integral que vaya más allá del propio síntoma y tenga en cuenta todas las dimensiones de la persona. Una mirada capacitante, que ayude a la persona a poder ser lo que está llamada a ser. Y, una mirada llena de misericordia y de amor incondicional, que ayude a recordar que somos seres dignos de ser amados a pesar de nuestras heridas y nuestra vulnerabilidad.

Programa en Sexología Clínica y Terapia afectivo-sexual del CAIF de la Universidad Francisco de Vitoria

Para que los psicólogos y demás profesionales sanitarios tengan las herramientas adecuadas para hacer frente al aluvión de casos difíciles que nos están llegando a consulta, con personas dañadas por esta pandemia de hipersexualización, es importante formarse desde una antropología adecuada.


Movidos por este anhelo de querer acoger con rigor y profesionalidad a todas las personas que sufren por motivos de índole sexual, desde el Centro de Acompañamiento Integral a la Familia de la Universidad Francisco de Vitoria hemos preparado un Programa en Sexología Clínica y Terapia afectivo-sexual, dirigido a psicólogos, psiquiatras y demás personal sanitario que por su profesión acompañan a personas que necesitan ayuda en este ámbito.

El programa se ha diseñado de tal forma que se abarquen todas las dimensiones de la persona, contando por ello con un módulo de antropología, un módulo de anatomía y fisiología, un módulo de terapia de pareja, y cinco módulos en los que se trata la patología de forma integral.

El objetivo principal que tiene de base el programa no es dar técnicas generales para trabajar una patología determinada, sino fomentar una mirada que permita al profesional trabajar “persona a persona”, respetando en todo momento el valor infinito que tiene su intimidad. De tal forma que, en el programa se aporta toda la base científica avalada por el DSM V-TR, que es crucial para poder entender la patología, y, además, mediante la base antropológica, se pretende dotar al profesional de las habilidades y los conocimientos necesarios para poder trabajar la intimidad de la persona de forma adecuada.

Para ello, el programa cuenta con la colaboración de un gran elenco de profesionales de distintas disciplinas, como Carlos Chiclana, Carolina Galocha, Alejandro Villena, Teresa Suárez, Clara de Cendra y Mónica González, que viven y fomentan en su práctica profesional los objetivos que busca transmitir el programa.

El programa consta de dos modalidades: especialista, dirigido a psicólogos y psiquiatras habilitados para la intervención clínica; y experto, para el resto de los profesionales sanitarios no habilitados para la intervención, pero que si necesitan de determinados conocimientos para poder desarrollar su labor profesional.

Si estás interesado en cursar el programa, o conoces a alguien que pudiera estarlo, aquí te facilitamos el acceso a la web: https://mision.ufv.es/registro/terapia-afectiva/