Este jueves, 23 de febrero de 2023, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a una delegación de la Sociedad Max Planck y les dirigió el siguiente discurso:
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Discurso del Papa
Distinguidas señoras y señores, ¡buenos días y bienvenidos!
Agradezco al Presidente, Sr. Martin Stratmann, sus amables palabras. Estoy muy agradecido por su visita, que me permite reafirmar el aprecio de la Santa Sede por la investigación científica y, en particular, por la Sociedad Max Planck para la Promoción de la Ciencia, en la que miles de personas, dentro de los numerosos Institutos, trabajan al servicio de un conocimiento cada vez más profundo y preciso en las distintas áreas del saber.
Por eso, ante todo, animo a la Sociedad Max Planck a mantener, como siempre ha hecho, los más altos estándares de integridad científica, de modo que permanezca libre de influencias inapropiadas, tanto de naturaleza política como económica. Se trata de un requisito ineludible en todas las etapas del trabajo científico, desde la fase inicial hasta la difusión de los resultados y su utilización. Me parece que en nuestro tiempo hay que salvaguardar y, si es posible, aumentar el apoyo a la ciencia pura. En efecto, sin menoscabo alguno de la ciencia aplicada, hay que reconocer el carácter de bien público de la ciencia pura, cuyos resultados deben ponerse al servicio del bien común. Y ciertamente su institución puede hacer mucho en este sentido.
El anuncio del nacimiento inminente del llamado «pensamiento híbrido», resultante de la hibridación del pensamiento biológico y no biológico, que permitiría a la humanidad no ser suplantada por la Inteligencia Artificial, plantea cuestiones de gran relevancia tanto a nivel ético como social. Debemos considerar, en efecto, que la fusión de la capacidad cognitiva del hombre y la potencia de cálculo de la máquina alteraría sustancialmente la especie homo sapiens. No podemos entonces dejar de plantearnos la cuestión del sentido último, es decir, de la dirección, de lo que está sucediendo ante nuestros ojos. Si para quienes se reconocen en el proyecto transhumanista esto no es motivo de preocupación, no puede decirse lo mismo de quienes, por el contrario, se empeñan en hacer avanzar el proyecto neohumanista, según el cual no puede aceptarse el desfase entre acción e inteligencia. Si se separa la capacidad de resolver problemas de la necesidad de ser inteligente al hacerlo, lo que se anula es la intencionalidad y, por tanto, la eticidad de la acción. Estoy seguro de que la Sociedad Max Planck querrá hacer una aportación fundamental en este sentido.
Una última consideración. Como es bien sabido, en la época de la Segunda Modernidad comenzó a extenderse en las esferas de la gran ciencia un principio de responsabilidad «técnica» que no admite el juicio moral de lo que es bueno y malo. La acción, sobre todo de las grandes organizaciones, debe valorarse en términos puramente funcionales, como si todo lo posible fuera, por eso mismo, éticamente permisible. La Iglesia nunca puede aceptar tal postura, de cuyas trágicas consecuencias ya hemos tenido demasiadas pruebas. Más bien, es la responsabilidad como cuidado del otro, y no sólo como rendir cuentas de lo que uno ha hecho, lo que debemos volver a situar hoy en el centro de nuestra cultura. Porque uno es responsable no sólo de lo que hace, sino también y sobre todo de lo que no hace, aunque pudiera hacerlo.
Queridos amigos, gracias de nuevo por esta visita. Os deseo lo mejor para vuestro trabajo: que el Espíritu Santo os asista en vuestras investigaciones y proyectos. Os bendigo de corazón y os pido que recéis por mí.