“El proceso sinodal que nos propone el Papa Francisco tiene precisamente este objetivo: ponerse en marcha juntos, en una escucha recíproca, compartiendo ideas y proyectos, para mostrar el verdadero rostro de la Iglesia: una ‘casa’ hospitalaria, de puertas abiertas, habitada por el Señor y animada por relaciones fraternas”, indica la carta a los sacerdotes del secretario general del Sínodo de los Obispos, el cardenal Mario Grech, y el prefecto de la Congregación para el Clero, monseñor Lazarus You Heung sik.
En el día de san José, ambos prelados dirigen una misiva a todos los sacerdotes del mundo, exhortándloes a continuar sin miedo el camino sinodal, arraigados en la Palabra y superando el riesgo de la autorreferencialidad, el inmovilismo y el intelectualismo.
A continuación, sigue el texto completo de la carta.
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Queridos sacerdotes,
Aquí estamos dos de vuestros hermanos, también sacerdotes. ¿Podemos pediros un poco de vuestro tiempo? Nos gustaría hablaros de un tema que nos concierne a todos.
“La Iglesia de Dios es convocada en Sínodo”. El Documento Preparatorio del Sínodo 2021-2023 comienza con estas palabras. Durante dos años se invita a todo el Pueblo de Dios a reflexionar sobre el tema “Para una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Se trata de una novedad que puede despertar tanto entusiasmo como perplejidad.
Y, sin embargo, “en el primer milenio, ‘caminar juntos’, es decir, practicar la sinodalidad, era el modo habitual de proceder de la Iglesia». El Concilio Vaticano II puso de relieve esta dimensión de la vida de la iglesia, tan importante que San Juan Crisóstomo pudo decir: “Iglesia y Sínodo son sinónimos” (Explicatio in Psalmum 149)
Sabemos que el mundo actual necesita urgentemente la fraternidad. Sin darse cuenta, anhela encontrarse con Jesús. Pero, ¿cómo podemos hacer que se produzca este encuentro? Necesitamos escuchar al Espíritu junto con todo el Pueblo de Dios, para renovar nuestra fe y encontrar nuevas formas y lenguajes para compartir el Evangelio con nuestros hermanos y hermanas. El proceso sinodal que nos propone el Papa Francisco tiene precisamente este objetivo: ponerse en marcha juntos, en una escucha recíproca, compartiendo ideas y proyectos, para mostrar el verdadero rostro de la Iglesia: una “casa” hospitalaria, de puertas abiertas, habitada por el Señor y animada por relaciones fraternas.
Para no caer en los riesgos señalados por el Papa Francisco – es decir, el formalismo, que reduce el Sínodo a un eslogan vacío, el intelectualismo, que hace del Sínodo una reflexión teórica sobre los problemas, y el inmovilismo, que nos aferra a la seguridad de nuestros hábitos para que nada cambie es importante abrir el corazón y escuchar lo que el Espíritu sugiere a las Iglesias (cf. Ap 2,7).
Evidentemente, pueden surgir temores ante este camino.
En primer lugar, somos muy conscientes que los sacerdotes de muchas partes del mundo ya soportan una gran carga pastoral. Y ahora parecería que se añaden “nuevas tareas». Más que invitaros a multiplicar vuestras actividades, nos gustaría animaros a mirar a vuestras comunidades con esa mirada contemplativa de la que nos habla el Papa Francisco en la Evangelii gaudium (n° 71) para descubrir los muchos ejemplos de participación y de maneras de compartir que ya están germinando en vuestras comunidades. De hecho, esta fase diocesana del proceso sinodal propone “recoger la riqueza de las experiencias de la sinodalidad vivida”(Doc. prep., 31). Estamos seguros de que hay muchas más de lo que puede parecer a primera vista, quizá incluso informales y espontáneas. Allí donde se escucha profundamente, se aprende unos de otros, se valora los dones de los demás, se ayuda y se toman decisiones juntos, ya hay sinodalidad en acción. Todo esto debe ser resaltado y apreciado para desarrollar cada vez más ese estilo. sinodal, que es “el modus vivendi et operandi específico de la Iglesia, Pueblo de Dios”(Doc. Prep., 10).
Pero también puede surgir otro temor: si se pone tanto énfasis en el sacerdocio común de los bautizados y en el sensus fidei del Pueblo de Dios, ¿qué será de nuestro papel como líderes y de nuestra identidad específica como ministros ordenados? Sin duda, se trata de descubrir cada vez más la igualdad fundamental de todos los bautizados y de estimular a todos los fieles a participar activamente en el camino y la misión de la Iglesia. Así tendremos la alegría de encontrar hermanos y hermanas que comparten con nosotros la responsabilidad de la evangelización. Pero en esta experiencia del Pueblo de Dios, puede y debe emerger de una forma nueva, el carisma especial de los ministros ordenados para servir, santificar y animar al Pueblo de Dios.
En este sentido, nos gustaría pediros que hagáis una triple contribución al actual proceso sinodal:
- Haced todo lo posible para que este camino se base en la escucha y la vivencia de la Palabra de Dios. El Papa Francisco nos ha exhortado así recientemente: “apasionémonos por la Sagrada Escritura. Dejémonos escrutar interiormente por la Palabra de Dios, que revela la novedad de Dios y nos lleva a amar a los demás sin cansarse” (Francisco, Homilía para el domingo de la Palabra de Dios, 23 de enero de 2022).
- Sin este fundamento en la vida de la Palabra, corremos el riesgo de caminar en la oscuridad y nuestras reflexiones podrían convertirse en ideología. En cambio, poniendo en práctica la Palabra, construiremos la casa sobre la roca (cf. Mt 7,24-27) y podremos experimentar, al igual que los discípulos de Emaús, la luz y la guía sorprendentes del Señor Resucitado.
- Esforcémonos para que este camino se caracterice por la escucha y la aceptación mutua. Incluso antes de los resultados concretos, ya son valiosos el diálogo profundo y los encuentros veraces. De hecho, son muchas las iniciativas y las potencialidades de nuestras comunidades, pero con demasiada frecuencia las personas particulares o los grupos, corren el riesgo del individualismo y la auto-referencialidad. Jesús, con su nuevo mandamiento, nos recuerda que “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”(Jn 13,35). Como pastores podemos hacer mucho para que el amor cure las relaciones y sane las heridas que a menudo afectan al tejido de la Iglesia, para que vuelva la alegría de sentirnos una sola familia, un solo pueblo en camino, hijos de un mismo Padre y, por tanto, hermanos entre si, empezando por la fraternidad entre los sacerdotes.
- Cuidar que el viaje no nos lleve a la introspección, sino que nos estimule a salir al encuentro de todos. El Papa Francisco, en la Evangelii Gaudium, nos ha entregado el sueño de una Iglesia que no teme ensuciarse las manos implicándose en las heridas de la humanidad, una Iglesia que camina en la escucha y al servicio de los pobres y de las periferias. Este dinamismo en “salida” hacia los hermanos, con la brújula de la Palabra y el fuego de la caridad, cumple el gran designio original del Padre: “que todos sean uno” (Jn 17,21). En su última Encíclica, Fratelli tutti, el Papa Francisco nos pide que nos comprometamos a ello junto a nuestros hermanos de otras Iglesias, a los fieles de otras religiones y a todos los hombres de buena voluntad: la fraternidad universal y el amor sin exclusión, que debe abarcar todo y a todos. Como servidores del Pueblo de Dios, estamos en una posición privilegiada para que esto no se quede en una orientación vaga y genérica, sino que se concretice allí donde vivimos.
Queridos hermanos sacerdotes, estamos seguros de que, partiendo de estas prioridades, encontraréis también el modo de dar vida a iniciativas concretas, según las necesidades y las posibilidades, porque la sinodalidad es verdaderamente la llamada de Dios para la Iglesia del tercer milenio. Ponerse en camino en esta dirección no estará exento de interrogantes, dificultades e interrupciones, pero podemos confiar en que nos devolverá el céntuplo en fraternidad y en frutos de vida evangélica. Basta pensar en el primer Sínodo de Jerusalén (ef. Hechos 15). ¡Quién sabe cuánto esfuerzo hubo por detrás! Pero sabemos lo decisivo que fue ese momento para la Iglesia naciente.
Nos gustaría concluir esta carta con dos pasajes del Documento Preparatorio que pueden inspirar y acompañar casi como un vademécum.
“La capacidad de imaginar un futuro diverso para la Iglesia y para las instituciones a la altura de la misión recibida depende en gran parte de la decisión de comenzar a poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y contribuir” (n. 9).
“Recordamos que la finalidad del Sínodo y, por tanto, de esta consulta no es producir documentos, sino ‘hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar aurora de esperanza, aprender unos de otros y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos’” (n. 32).
Agradeciendo vuestra atención, os aseguramos nuestras oraciones y os deseamos, a vosotros y a vuestras comunidades, un feliz y fructífero camino sinodal. ¡Sabed que os acompañamos en este viaje! Y acoged, a través nuestro, la gratitud del Papa Francisco que os siente muy cerca de él.
Encomendando a cada uno de vosotros a la Santísima Virgen María del Buen Camino, os saludamos cordialmente en el Señor Jesús.
Mario Card, GRECH Secretario General del Sínodo de los Obispos
+ Lazzaro You Heaumpish Lazzaro YOU HEUNG SIK Arzobispo-Obispo em. de Daejeon Prefecto de la Congregación para el Clero