Fernando Moreno, doctor en Educación, ofrece este artículo sobre las razones por las que considera que las nuevas tecnologías resultan imprescindibles en la catequesis.
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Desde hace más de 20 años me dedico profesionalmente a la formación online y mixta (blended learning). Soy testigo de cómo el uso de las nuevas tecnologías para reforzar y complementar la enseñanza presencial, cuando se hace bien, ayuda a los docentes a remozar métodos y afrontar proyectos con ilusión renovada. ¿Serviría también para la catequesis? Mi opinión se traduce en un rotundo “SÍ”. Más aún, creo que es imprescindible para conseguir una renovación de la catequesis.
Los confinamientos por la reciente pandemia hicieron descubrir a muchas instituciones católicas las posibilidades formativas de las nuevas tecnologías. Era algo ya conocido por muchas universidades y centros educativos, pero novedoso para la gran mayoría de diócesis y parroquias, afianzadas en rutinas, estructuras y modos de hacer que parecían inamovibles. De la necesidad, hubo que hacer virtud, aunque no todo salió como se esperaba por falta de experiencia.
Pasado ese tiempo difícil, el deseo de volver a la normalidad puede hacer perder una oportunidad de oro. El Magisterio reciente ha insistido en la conveniencia de estar presentes en el mundo digital y de servirse de los avances didácticos modernos para mejorar la catequesis: no hay más que leer las consideraciones recogidas en el Directorio para la Catequesis, capítulo X (“La catequesis ante los escenarios culturales contemporáneos”).
Las razones por las que pienso que las nuevas tecnologías resultan imprescindibles en la catequesis son, entre otras:
- Porque, si los contenidos se elaboran bien, incorporarán recursos audiovisuales e interactivos, que son rasgo definitorio del lenguaje moderno. No se puede evangelizar con un lenguaje ajeno a la cultura del tiempo en que vivimos.
- Porque la prioridad que ha adquirido la catequesis de adultos -el Directorio lo reitera y lo constituye en modelo de todo tipo de catequesis- reclama acciones formativas asumibles por personas con agendas apretadas y un ritmo de vida acelerado. Las reuniones presenciales son necesarias -el trato inmediato, la amistad, el ejemplo, etc.-, pero no es realista programar toda la formación en modo presencial.
- Porque la ignorancia religiosa es grande. Benedicto XVI la calificaba de “espantosa” (encuentro con los obispos de Suiza en 2006). Esa ignorancia, unida al relativismo cultural imperante, solo se puede superar con formación, y hay que reconocer que las estructuras pastorales, diocesanas y parroquiales, no cuentan con recursos para hacer frente a esta necesidad. La solución no puede consistir en renunciar a la formación, sino en proporcionarla de un modo que resulte escalable y permita llegar a todos los fieles que lo deseen.
- Porque se requiere una formación sistematizada y completa. Existen multitud de iniciativas fantásticas para proclamar el primer anuncio y llamar a la conversión. ¿Y a partir de ahí? Hay que estar preparados para ofrecer formación continua, con diversos niveles y ritmos. Las limitaciones de la enseñanza tradicional para cubrir esta necesidad son evidentes: faltan catequistas preparados y cualificados. La misma formación de los catequistas es pobre. Unos contenidos digitales bien elaborados pueden prestar un gran servicio para cubrir el vacío actual.
- Los padres y madres de familia, primeros catequistas de sus hijos, se enfrentan a retos para los que no han sido preparados. Unas pocas charlas al año, en la parroquia o en el colegio, son insuficientes para cubrir su déficit de formación como cristianos y como padres. No basta con apelar a su responsabilidad: hay que proporcionales los recursos para que sepan cómo hacerlo. Las soluciones de formación online permiten estructurar medidas también de carácter presencial. Digamos que ambos modelos formativos se reclaman mutuamente.
Por razones de brevedad, no puedo abundar más en este tema. Pero he de añadir que todo lo dicho es más que una especulación intelectual. Desde el proyecto #BeCaT (https://becat.online), trabajamos para ofrecer a diócesis, parroquias y colegios con ideario católico la ayuda necesaria para que puedan promover acciones formativas dirigidas a catequistas, profesores, padres y madres de familia, haciéndolo de modo que encaje y se adapte a sus necesidades: la breve lectura de la página https://becat.online/colaboracion-con-diocesis/ permite hacerse una idea de las ventajas asociadas a este tipo de colaboración.
Con estas medidas llegamos a miles de personas. Podríamos llegar a cientos de miles, a millones. Hay que caer en la cuenta de la imperiosa necesidad de transmitir la fe en un contexto de indiferencia, cuando no de hostilidad. La coherencia y la perseverancia de una generación de cristianos depende de que los pastores se lo hagan ver así y, a la vez, puedan poner en marcha medidas oportunas y/o apoyarse en las que tienen a su disposición para conseguir este fin. Hay que rezar para que el Espíritu Santo les ilumine.