La familia ¿importa?

Está frente a la mejor prueba capaz de demostrar si para usted realmente lo más importante es SU familia o su interés personal

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Cuando se hace una encuesta a pie de calle, el entrevistador sabe la respuesta estará en función de cómo realice la pregunta. Así por ejemplo a los españoles nos gusta decir que dormimos poco, por lo que si nos preguntan ¿Cuántas horas suele dormir cada noche?, daremos un número entre 6 y 7 horas, pero si la pregunta es ¿a qué hora suele dormirse? y ¿a qué hora se despierta?, que son mucho más concretas, la respuesta estará más cerca de las 8 horas.

De igual manera si preguntan ¿Cuál es su afición favorita?, la lectura parece ser una de las más frecuentes. Pero si la pregunta es cuántos libros ha leído en los últimos seis meses, el número de lectores se reduce significativamente.

Pues bien. Según las encuestas la familia es la institución social más valorada en España, y no me extrañaría que lo fuera en un gran número de países de nuestro entorno y del más allá. En teoría, al menos cuando nos preguntan, damos más importancia a la familia que al trabajo e incluso que al ocio, y consideramos a la familia la fuente fundamental de satisfacción, algunos incluso dicen de felicidad.

¿Reflejan estos estudios la realidad?. No estoy seguro. Recientemente vi un reportaje sobre la familia más extensa de Inglaterra. Están esperando su decimosexto hijo, y la mayor ya les ha dado el primer nieto. A lo largo del reportaje no hubo la más mínima referencia a cuestiones religiosas. Al parecer la religión no era un elemento de decisión. La familia no era ni del Opus Dei ni del camino neocatecumenal. Por ahí no podían cogerles. Pero constantemente, de manera llamativa, aparecía el termino “obsesiva” para referirse a la opción de estos padres por tener hijos, particularmente hacia la madre. El hecho de que los dos fueran niños dados en adopción en el momento del nacimiento y cómo esto determinó en los dos su referencia de qué es una familia fue mencionado casi por casualidad a lo largo del reportaje. El reportaje tenía todo de juicio y nada de documental.

Se imaginan un documental centrado en un matrimonio que ha decidido no tener hijos a favor de su vida profesional. ¿Dónde estaría el interés?. ¿Acaso una enrome cantidad de familias no renunciamos hoy a tener más hijos a cambio de una supuesta mayor proyección profesional?. Si un perro muerde a un hombre no es noticia; si un hombre muerde a un perro, sí lo es. Lo frecuente no es noticia. Las estadísticas dicen que las mujeres tienen entre uno y dos hijos menos de los que realmente desean. En eso tenemos una enorme culpa los maridos. Pero sigamos con el argumento: se imaginan un documental en el que se cuestione la opción mayoritaria de las familias de limitar el número de hijos por cuestiones laborales; donde se hablara de “obsesión” –que en muchos casos existe – por el éxito profesional. Hoy eso no se cuestiona. No es cuestionable. Y no me parece mal, que cada uno haga de su capa un sayo, pero entonces, dejen de cuestionar, criticar y tachar de retrógrados y otras lindezas a aquellas familias que toman la opción de que uno de los cónyuges – habitualmente la esposa – decide renunciar a su desarrollo profesional y optan por tener más hijos de lo que hoy es habitual. Cuando percibo tanta crítica a esas opciones pienso ¿tan incómodo es el espejo de estas familias en nuestra sociedad?.

Yo solo tengo cuatro hijos, y no han sido pocas las ocasiones en que me he tenido que enfrentar a frases como “¡¿Cuatro?!, ¡Ya pararéis!, ¿no?”; “¿No tenéis televisión, o qué?” y por supuesto la tontería de “¡qué valientes!”. No se crean que las frases las he oído de labios de amigos, venían de absolutos desconocidos: un camarero en un restaurante, una señora haciendo la compra en Carrefour o un vecino en el ascensor. Se imaginan ustedes decirle a alguien que tiene un hijo: “¿Solo uno? ¿Cuándo vais a poner la prioridad en la familia en lugar de vuestro desarrollo profesional?”. Lógicamente la educación más básica previene que nadie sea tan imbécilmente indiscreto. Lamentablemente no ocurre lo mismo en el sentido contrario.

¿Y qué me dicen de la asombrosa permisividad que existe hacia el adulterio?. De entrada ya nadie habla de adulterio, es un pecado y tiene una profundidad moral mayor de la que esta sociedad está dispuesta a tolerar. Hoy hablamos de “infidelidad”. Pero es que yo puedo ser infiel a mis principios, a mi equipo de fútbol o a mi empresa, pero adúltero, sólo puedo serlo con mi mujer. Adulterio es mucho más preciso que infidelidad, y por eso se está dejando de usar este término a favor de un subterfugio. Si un hombre o una mujer, ENGAÑA a su cónyuge con otra persona suele ser mal mirado, pero un año más tarde, cuando la separación es ya un hecho y los adúlteros se presentan como pareja (sic) todo el mundo lo acepta como si fuera lo más correcto del mundo.


Cuando se hace una encuesta ¿Qué responden los que han cometido adulterio, mandando su familia al garete? ¿Siguen poniendo a la familia como la primera y principal referencia en su vida?.  Podríamos argumentar que efectivamente lo es, pero que “se había equivocado” de familia. Pero ¿conocen muchos adúlteros que por su “infidelidad” hayan renunciado a su trabajo?. El adulterio se lleva por delante familias enteras, pero si por “irme con mi verdadero amor” tuvieran que renunciar a su desarrollo profesional, verían descender muy significativamente el número de adulterios.

Y por no dejar títere con cabeza, ¿Cuántas familias hay en las que dos hermanos no se hablan por una herencia? ¿Acaso no conocen algún caso (o muchos), de las que se les llena la boca hablando de la familia pero que se han visto destrozadas por una de esas mierdas de herencia?. Los difuntos padres pensarían que además del dinero, la casa o las joyas de la abuela, les habían dejado el mejor ejemplo posible de qué es lo que realmente importa en la vida, pero todo su empeño se ha disuelto más rápidamente que un azucarillo en agua caliente.

En inglés hay una imagen que lo explica magníficamente: la ruptura de una familia deriva, en todo caso, de un giro de 180º en las prioridades, de transformar el “WE” (nosotros) en “ME” (yo).

Dar a la familia la prioridad que merece implica ser consciente de que mi papel en esta vida sólo tiene sentido en el engranaje de una estructura que me precede y D.m., me sucederá. Saber que YO sólo importo en la medida en que contribuyo al bien común, en primer lugar de mi familia, pero a partir de ahí el bien se extiende como las ondas en el agua: vecinos, amigos, colegas, y conciudadanos en general.

Revertir la deriva individualista que nos invade depende sólo de cada uno de nosotros. La próxima vez que vea a una familia con más de dos hijos, agradézcaselo, son los únicos que están haciendo algo realmente útil para que alguien cobre pensiones en el futuro. Cuando vea un matrimonio que se mantiene fiel, agradézcaselo, están manteniendo el maltrecho engranaje moral que nos sustenta. Cuando le toque heredar, encomiéndese y recuerde que está frente a la mejor prueba capaz de demostrar si para usted realmente lo más importante es SU familia o su interés personal.

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