Los motivos de la exploración espacial
La exploración espacial está motivada por el interés en los avances científicos y tecnológicos, pero también por un sentimiento innato por explorar lo desconocido y por consideraciones geopolíticas y estratégicas. De hecho, el primer hombre pisó la Luna en 1969 precisamente por esta última causa, como dejó claro el presidente Kennedy unos años antes: “La exploración del espacio seguirá adelante, nos unamos o no a ella, y es una de las grandes aventuras de todos los tiempos, y ninguna nación que pretenda ser líder de otras naciones puede esperar quedarse atrás en esta carrera por el espacio.”[1]
En la actualidad, después de cuarenta años de relativo enfriamiento, se reactivan los proyectos espaciales, en un momento en el que China intenta suplantar a Estados Unidos como potencia dominante en la Tierra y ha mostrado rápidos avances en el espacio, mientras que Estados Unidos pretende mantener su posición de liderazgo.
Esta revitalización de la carrera espacial está animada, además, por otros factores, como son: la irrupción de la iniciativa privada en el sector, con el foco puesto en el turismo, y la extracción de recursos.
Pisar Marte es el objetivo actual, un importante reto que permitiría mostrar quién es el líder mundial, mediante un logro fundamentalmente emocional. Buzz Aldrin, uno de los tres astronautas que visitaron la Luna por primera vez, lo dejaba claro en The Guardian en 2009: “Marte para el futuro de Estados Unidos. No estoy sugiriendo unas cuantas visitas para plantar banderas y hacer fotos, sino un viaje para crear la primera granja en el espacio: una colonia estadounidense en un nuevo mundo.”[2]
Consideraciones éticas
El desarrollo de estos proyectos ya está en marcha y los más especulativos, pero ampliamente aceptados, relativos a la colonización del universo, han abierto el lógico debate sobre las cuestiones éticas y la permisibilidad moral de las diferentes estrategias tecnológicas para afrontar los rigores de los viajes espaciales y la colonización.
Los aspectos éticos de las actividades espaciales que merecen atención son numerosos y de muy diversa índole. Van desde la gestión de los residuos espaciales y la protección del medio ambiente (tanto de la Tierra como de los demás planetas), el estatuto jurídico del espacio, la militarización del mismo o la gestión de recursos y otros muchos. Pero, sin duda, las acciones que inciden directamente sobre seres humanos sitúan en primer plano las repercusiones éticas más significativas.
El análisis de estas implicaciones éticas nos lleva a diferenciar entre los proyectos inmediatos de realizar, una primera misión científica tripulada a Marte, y la idea extendida de llegar a un asentamiento permanente con miles o cientos de miles de colonos en el Planeta Rojo.
Misión tripulada a Marte
El actual programa Artemis[3] de la NASA tiene planificados diferentes vuelos a la Luna en esta década, con la instalación de una base permanente en la superficie lunar. Todo ello con la vista puesta en desarrollar la tecnología para un vuelo tripulado a Marte. Así se expresaba el administrador de la NASA, Jim Bridenstine, al presentar este programa: “Volvemos a la Luna en busca de descubrimientos científicos, beneficios económicos e inspiración para una nueva generación de exploradores”, y añadía: “A medida que construimos una presencia sostenible, también estamos construyendo el impulso hacia esos primeros pasos humanos en el Planeta Rojo”[4].
En el libro blanco de 2022 de la NASA titulado Transporte a Marte[5] se indica el año 2039 como referencia para la llegada del hombre a Marte. No existe un plan detallado para su ejecución, pero el desarrollo de todos los ingenios que se necesitan para el transporte de ida y vuelta deben basarse en tecnologías conocidas, por lo que su progreso puede ser previsible y programado. Sin embargo se desconoce el comportamiento del cuerpo humano en las condiciones adversas que rigen en el espacio, y proporcionar la protección adecuada puede resultar más difícil de programar.
La fragilidad del ser humano
La Tierra posee a su alrededor un escudo protector debido a su campo magnético, la magnetosfera, que filtra en gran medida la radiación cósmica. Y el cuerpo humano ha evolucionado para vivir en la Tierra, con su atmósfera y su gravedad específica. El primer paso para salir al espacio exterior debe ser comprender y poder mitigar los retos sanitarios que nos aguardan allí fuera.
Desde hace algo más de veinte años está en órbita alrededor de la Tierra la Estación Espacial Internacional (EEI), que es un laboratorio de investigación en microgravedad y en el que se han llevado a cabo muchos experimentos de astrobiología. Como afirma el astrónomo y divulgador Bob Berman, “los resultados de los astronautas que han pasado mucho tiempo en la Estación Espacial Internacional muestran buenas razones para preocuparse por las consecuencias médicas de los viajes espaciales.”[6] Y ello a pesar de que la experiencia es muy limitada, ya que la mayoría de estancias de astronautas allí ha sido inferior a seis meses y sin los efectos reales de la radiación cósmica galáctica, ya que la EEI orbita dentro de la magnetosfera.
El viaje a Marte nos enfrenta a una permanencia en el espacio muy superior. Incluso cuando los planetas están lo más cerca posible, la distancia de ida y vuelta entre la Tierra y Marte es unas 950 veces la de ida y vuelta a la Luna. Además, una vez en Marte hay que esperar a que la distancia a la Tierra sea la óptima, por lo que si el viaje a la Luna de Armstrong, Aldrin,y Collins duró ocho días, el viaje a Marte deberá tener una duración de más de mil días.
El espacio exterior es un lugar inhóspito. Los astronautas son bombardeados con radiaciones cancerígenas, sometidos a la falta de gravedad, confinados en espacios reducidos y deben alimentarse con una dieta restringida. El Programa de Investigación Humana (HRP) de la NASA tiene como objetivo desarrollar y proporcionar la base de conocimientos, tecnologías y estrategias de contramedidas que permitan realizar vuelos espaciales tripulados seguros y con éxito. Y, de momento, se han identificado diferentes riesgos de alta prioridad, tales como: los efectos de la radiación, que provoca la rotura del ADN de las células; la gravedad reducida, que provoca que los fluidos del cuerpo humano circulen hacia la cabeza y presionando de este modo el cerebro y los ojos, lo que afecta a la visión; o el estrés mental consecuencia del aislamiento en un espacio reducido. De momento no se dispone de las contramedidas adecuadas, como se expresa en el libro blanco de la NASA de 2022: “Todavía no entendemos todos los mecanismos implicados, o la medida en que las causas multifactoriales que contribuyen a los riesgos del sistema humano pueden limitar las contramedidas que serían eficaces..”[7]
Pero la situación sería peor a tenor de lo expresado en un artículo firmado por investigadores de diferentes universidades y organismos de distintos países: “hay buenas razones para suponer que, incluso las formas más sustanciales e invasivas de mejora biomédica, pueden estar lejos de ser suficientes para proporcionar viajes interestelares seguros y eficaces para los seres humanos.”[8]
Existe una presión por acelerar el proceso
En los últimos años se ha desarrollado mucho la inversión privada en el sector espacial, creando un creciente interés por el rápido desarrollo del mismo y tratando de acelerar los diferentes proyectos. Tres conocidos visionarios multimillonarios: Elon Musk, Jeff Bezos y Richard Branson no son ajenos a esta presión. Pero parece más factible acelerar el desarrollo de los sistemas de vuelo y aterrizaje que el conocimiento y prevención de las alteraciones del cuerpo humano en el espacio exterior. Y ello puede llevar a forzar los peligros que deben asumir los astronautas. Elon Musk se ha expresado repetidamente sobre la asunción de riesgos para acelerar este proceso: “Es peligroso, es incómodo, es un viaje largo. Puede que no vuelvas vivo. Pero es una aventura gloriosa, y será una experiencia increíble”[9]. Incluso ha hecho alusión al anuncio que se supone que en el siglo XIX publicó en la prensa Ernest Shackleton cuando buscaba reunir una tripulación para la primera excursión a la Antártida y que habría recibido más de 5.000 respuestas: “Se buscan hombres para un viaje peligroso, poco dinero, frío intenso, largos meses de oscuridad total, peligro constante, regreso seguro dudoso, honor y reconocimiento en caso de éxito». Musk es consciente de que no le faltarán voluntarios: «Probablemente morirá un montón de gente”[10].
Ya se han asumido riesgos en el pasado, con ocasión del primer alunizaje. El presidente Nixon, consciente de los peligros a los que se sometieron los primeros visitantes de la Luna, tenía preparado el discurso para el caso de un desenlace fatal: “El destino ha ordenado que los hombres que fueron a la Luna para explorar en paz se queden en la Luna para descansar en paz. (…) Porque todo ser humano que mire a la Luna en las noches venideras sabrá que hay algún rincón de otro mundo que es para siempre humanidad”[11].
Sabemos que el riesgo cero no existe, hasta ahora 19 astronautas han muerto en misiones espaciales y otros 11 perecieron durante las pruebas y el entrenamiento en la Tierra, pero debemos plantearnos la cuestión ética de enviar seres humanos a un entorno tan peligroso sin la garantía de disponer de contramedidas eficaces, suficientemente probadas.
Una idea generalizada: debemos colonizar Marte
En los años 70 del pasado siglo. los biólogos Edward Wilson y Eugene y Howard Odum publicaron sus ideas sobre la posibilidad de crear colonias extraterrestres. Un propósito que fue ganando adeptos entre el público, pero también en medios científicos. Y que fue adoptado en 1986 por la Comisión Nacional sobre el Espacio de EEUU, que concluyó que la ambición a largo plazo del programa civil estadounidense debería ser “apoyar los asentamientos humanos más allá de la órbita terrestre, desde las tierras altas de la Luna hasta las llanuras de Marte.”[12]
Se argumentan diferentes razones para justificar esta colonización, como son la ciencia, las oportunidades y recursos económicos, la inspiración y la aventura. Se hace mucho hincapié sobre la supervivencia de la humanidad a largo plazo. Elon Musk insiste mucho en que este proyecto es por el bien de la humanidad: convertirse en una “especie multiplanetaria” aumentará nuestras posibilidades de supervivencia. Esta es una idea a la vez utópica y moralmente reprobable, pues las acciones que se requieren para llevar a cabo este proyecto, de acuerdo con la actual tecnología, son éticamente inadmisibles.
Mikko M. Puumala y otros investigadores de la Universidad de Turku[13] entran en este debate y reconocen el valor de este concepto: “Proteger a la humanidad es, en efecto, una causa noble, y evitar una aniquilación prematura se considera en gran medida extremadamente deseable. Por tanto, si colonizar Marte nos ayuda a salvaguardar la humanidad, aumenta enormemente su deseabilidad moral.” Pero consideran que no es un objetivo realista ni el mejor medio de evitar la extinción de la humanidad. Algunos de los argumentos que esgrimen son: no estamos en disposición de crear un asentamiento autosuficiente y sostenible; algunos riesgos de extinción considerados, como una pandemia o una guerra, podrían afectar a ambas poblaciones a la vez; y el coste de este proyecto sería mucho más caro que el de mitigar los riesgos de extinción en la Tierra, que en cualquier caso seguiría siendo el hogar de la inmensa mayoría de la población.
Terraformar Marte
Marte hace tiempo que perdió su atmósfera y la vida en su superficie no es posible para el ser humano. Para superar esto se proponen dos alternativas: lo que se ha dado en llamar terraformar Marte, o sea generar una atmósfera que permita la vida en él del ser humano; o modificar genéticamente al ser humano para convertirlo en un ser resistente a la radiación galáctica y demás condiciones de la superficie de Marte. En realidad serían necesarias ambas cosas, y tanto la una como la otra son censurables desde el punto de vista ético.
El término terraformar fue introducido por Jack Williamson en 1942 en una novela de ciencia ficción. Carl Sagan fue, en 1961, el “primer científico que especuló sobre la terraformación en las páginas de una revista técnica”[14]. Desde entonces se han publicado muy diferentes ideas de cómo conseguir este objetivo, pero las observaciones llevadas a cabo mediante naves espaciales en los últimos 20 años alejan esta posibilidad. El Dr. Bruce Jakosky, investigador principal del proyecto MAVEN (Mars Atmosphere and Volatile Evolution) de la NASA ha afirmado que “terraformar Marte no es posible con la tecnología actual”[15].
En cualquier caso, este propósito de algunos permanece y, habida cuenta de que cada vez sentimos más la necesidad de una relación ética con nuestro planeta, debemos preguntarnos si no deberíamos pensar de forma similar con respecto al entorno extraterrestre.
Modificar genéticamente al ser humano
Puesto que la especie humana no está bien adaptada para vivir y trabajar en el espacio durante largos periodos de tiempo, se propone aumentar artificialmente la adaptación humana al espacio por medios biomédicos.
Pero ello solamente es posible mediante tratamientos que afecten a nuestro ADN, que tendría que adaptarse específicamente para permitir una vida larga y saludable en Marte, incluyendo ajustes genéticos para una buena salud muscular, ósea y cerebral. Estos rasgos deberían ser heredables, de modo que los colonos marcianos pudieran transmitirlos a su descendencia.
Existe una corriente de opinión que trata de justificar la ingeniería genética de la línea germinal por la necesidad de adaptar el ser humano a las condiciones del espacio. Ejemplo de ello es el artículo firmado por catorce investigadores de diferentes universidades y organismos de cinco diferentes países, encabezados por Konrad Szocik, del Centro Interdisciplinario para la Bioética de la Universidad de Yale[16]. En él se afirma que: “Algunas consideraciones éticas son pertinentes para las cuestiones debatidas en la Tierra, pero difieren notablemente cuando se aplican al contexto de las misiones espaciales.” La argumentación para aceptar el uso de ingeniería genética sería la consideración de “medicina preventiva” en lugar de “mejora de la especie” para aquellos humanos que deban sobrevivir en Marte. Con ello se da pie a aceptar que, con el paso del tiempo, se generen nuevas especies de astronautas y sus descendientes que pudieran llegar a constituir una especie distinta del Homo sapiens.
Esta línea de pensamiento es contraria al consenso que ha prevalecido hasta ahora. El debate ético sobre la edición de genes humanos (EGH) dura ya más de 50 años, en los que científicos, filósofos, teólogos y otros participantes en el mismo han utilizado la distinción somática y línea germinal como límite moral. La “distinción somática” significa cambiar los genes de algunas de las células de una persona existente de forma que no afecte a sus células reproductoras, mientras que “línea germinal” significa cambiar los genes de la descendencia de alguien y, en última instancia y en pequeña medida, de la especie humana. Así lo declaró en 1997 el Consejo de Europa en el Convenio para la protección de los derechos humanos con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina: “Únicamente podrá efectuarse una intervención que tenga por finalidad modificar el genoma humano por razones preventivas, diagnósticas o terapéuticas y sólo cuando no tenga por finalidad la introducción de una modificación en el genoma de la descendencia.”[17]
Y así lo ha afirmado también la Declaración del Comité Organizador de la Tercera Cumbre Internacional sobre Edición del Genoma Humano celebrada en Londres el pasado año: “La edición hereditaria del genoma humano sigue siendo inaceptable en este momento”[18]. En esta cumbre, Tina Rulli, profesora asociada de Universidad de California Davis, especializada en ética normativa y aplicada y bioética se expresaba así: “Hay un montón de objeciones serias a la modificación del genoma reproductivo”, tales como la “preocupación por la seguridad de la modificación, (…) el riesgo de que modificaciones peligrosas queden sueltas en el acervo genético humano, una pendiente resbaladiza hacia el uso de la tecnología para crear bebés de diseño, usos eugenésicos poco éticos de la tecnología que perjudican a las comunidades de discapacitados, y un acceso desigual a la tecnología que sólo beneficia a los ricos.”[19]
Son muy numerosos los filósofos y científicos en cuyo pensamiento se apoya esta limitación. Jürgen Habermas afirma que cualquier interferencia genética que pudiera cambiar la naturaleza humana debería estar moralmente prohibida, ya que altera la esencia misma de la naturaleza humana. Rediseñar a los seres humanos significa reducirlos a objetos, al evaluar fundamentalmente la conformidad del objeto (o medio) con un fin, razonamiento aplicable directamente a las misiones al espacio o a Marte[20]. El pensador Francis Fukuyama, autor de Nuestro futuro posthumano. Consecuencias de la revolución biotecnológica, considera que la mejora genética nunca es una solución moralmente aceptable, ya que se perderían (quizá de forma irreversible) aquellas características esenciales que sustentan el “sentido de quiénes somos y hacia dónde vamos, a pesar de todos los cambios evidentes que se han producido en la condición humana a lo largo de la historia”; lo que le lleva a concluir, respecto a la idea de Marte como refugio, que podríamos pensar en potenciar genéticamente y luego trasladar a toda una población a otro planeta, pero esto no salvaría a la especie humana del riesgo de extinción, ya que las personas que abandonarían la Tierra ya no pertenecerían a nuestra especie[21].
Un futuro sin astronautas
La idea de que pronto estableceremos en Marte colonias habitadas por cientos o miles de personas es un puro disparate y una negación sin paliativos de los tremendos retos que plantea esa perspectiva. “Es una ilusión peligrosa pensar [como hacen algunos] que podemos escapar de los problemas de la Tierra yendo a Marte” opina Martin Rees[22], astrónomo británico y una de esas voces con autoridad en diferentes campos de la ciencia. De forma más radical lo expresa Lucianne Walkowicz, astrónoma en el Planetario Adler de Chicago y estudiosa de la ética de la exploración de Marte: “Creo que esta idea de Marte como planeta de reserva sería casi cómica si no fuera tan siniestra.”[23]
Frente a tanto proyecto irrealizable y metas utópicas cabe oponer ideas más realistas, que permitan avanzar en el conocimiento y exploración del sistema solar. La capacidad del hombre para intervenir en el espacio no requiere necesariamente su presencia física en el espacio exterior. La tecnología espacial, que utiliza sondas, satélites y dispositivos automáticos, puede ser en la mayoría de los casos igual de eficaz, y a menudo resulta menos costosa que una misión tripulada. Los robots ya son buenos exploradores espaciales; y cada vez serán más inteligentes en un futuro próximo.
El desarrollo robótico está llamado a ser más económico y eficaz que el ser humano en la tarea de investigar el espacio exterior. Además, visitar Venus o Mercurio con naves tripuladas es inviable por sus altas temperaturas; y de igual forma resulta imposible el viaje a Júpiter o al cinturón de asteroides por todo lo contrario, sus temperaturas extremadamente bajas.
“El hecho es que los robots son cada vez mejores y más baratos”, afirma Rees, “por lo que no veo justificado el enorme gasto público que supone enviar personas al espacio”[24].
Perseverance, el último robot explorador de la NASA, está en la superficie de Marte desde el 18 de febrero de 2021. Su misión es fundamentalmente detectar si existen signos de vida. Para ello trabaja sin descanso y ya ha enviado muchos miles de datos. Dirigidos por seis investigadores principales, uno de los cuales es español, cientos de científicos trabajan diariamente analizando la información recibida. En realidad, la verdadera “exploración” se realiza en la Tierra, en laboratorios repartidos por todos los continentes.
El programa espacial robótico es un medio mucho más rentable de hacer avanzar nuestro conocimiento científico del universo. La exploración tripulada del espacio satisface mejor el espíritu de épica y curiosidad de nuestra especie, pero debemos abstraernos de la epopeya que la ciencia ficción ha insuflado en nuestras mentes: contándonos el tipo de aventuras espaciales que la gente quiere ver y para lo que se ha cambiado la realidad: imaginando un espacio lo suficientemente pequeño como para poder desplazarse con facilidad; lo suficientemente abarrotado y ruidoso como para ser emocionante; un lugar en el que la física del vuelo funciona tal y como la vemos en la Tierra; donde la aventura espacial es como una aventura marítima, con planetas por islas, y la oportunidad de hacer historias de piratería, exploración y colonialismo… Y rendirnos a la evidencia: el ser humano es frágil frente a las condiciones del espacio exterior.
De lo que debe estar satisfecho el hombre es de su inteligencia, que le permite avanzar en el conocimiento de las claves del universo haciendo uso de su ingenio. Cada vez que una nave robótica nos descubre nuevos enigmas del universo deberemos sentirnos orgullosos, porque eso es fruto de nuestro intelecto.
Manuel Ribes – Instituto Ciencias de la Vida – Observatorio de Bioética – Universidad Católica de Valencia
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[1] Sebastian Gerhard Lyhne Hanssen, Aiming for the Moon The Arctic University of Norway Master’s thesis in Political Science, STV – 3900, May 2023
[2] Buzz Aldrin, Time to boldly go once more The Guardian Thu 16 Jul 2009
[3] M. Ribes Una nueva carrera espacial Observatorio Bioética UCV Octubre 2022
[4] Neel V. Patel How the Artemis moon mission could help get us to Mars MIT Technology Review September 23, 2020
[5] White Paper MARS TRANSPORTATION NASA’s 2022 strategic analysis
[6] Bob Berman Will It be Safe for Humans to Go to Mars? Maybe Not. Almanac November 13, 2023
[7] White Paper MARS TRANSPORTATION NASA’s 2022 strategic analysis
[8] Konrad Szocik et al. Future space missions and human enhancement: Medical and ethical challenges – ScienceDirect Elsevier Ltd. July 31 2021
[9] Chelsea Gohd Elon Musk reminds us all that ‘a bunch of people will probably die’ going to Mars Space.com April 28, 2021
[10] Jackie Wattles Elon Musk on Mars: ‘You might not come back alive’ CNN Business April 27, 2021
[11] James Mann The speech Richard Nixon would have given ‘in event of moon disaster’ The Washington Post July 12, 2019
[12] PIONEERING THE SPACE FRONTIER The Report of the National Commission on Space NASA 1986
[13] Mikko M. Puumala et al. Moving to Mars: The Feasibility and Desirability of Mars Settlements Elsevier Ltd. 2023
[14] Martyn J. Fogg The ethical dimensions of space settlement Elsevier Science Ltd. 1999
[15] Bill Steigerwald, Nancy Jones Mars Terraforming Not Possible Using Present-Day Technology. Mars Exploration Programm News July 30, 2018
[16] Konrad Szocik et al. Future space missions and human enhancement: Medical and ethical challenges – ScienceDirect Elsevier Ltd. July 31, 2021
[17] Convenio para la protección de los derechos humanos y la dignidad del ser humano con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina BOE 251 de 20/10/1999 Sec 1 Pag 36825 a 36830
[18] Rob Stein Ethical concerns temper optimism about gene-editing for human diseases Shots – Health News : NPR MARCH 8, 2023
[19] Ibid.
[20] Balistreri, M., Umbrello, S. Modifying the Environment or Human Nature? What is the Right Choice for Space Travel and Mars Colonisation?. Nanoethics 17, 5 (2023). https://doi.org/10.1007/s11569-023-00440-7
[21] Ibid.
[22] Josh Sims What’s Lost When Robots Replace Astronauts InsideHook newsletter November 27, 2023
[23] Bob McDonald Is it ethical to go to the red planet? Quirks & Quarks CBC Radio Jun 12, 2020
[24] Josh Sims What’s Lost When Robots Replace Astronauts InsideHook newsletter November 27, 2023