Bajo el título “La eutanasia, una puerta abierta muy difícil de cerrar”, Nuria Aznar y Cristina Castillo, del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia, reflexionan en este artículo sobre uno de los temas bioéticos más polémicos en la actualidad es la regulación legal de la eutanasia y el suicidio asistido.
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De nuevo nos encontramos con un caso similar al que se vivió en España con el suicidio asistido de Mª José Carrasco en marzo de 2021. Justo después de hacerse pública su historia en los medios de comunicación, se aprobó la ley de la eutanasia en España, con 202 votos a favor, 141 en contra y 2 abstenciones, convirtiéndose en el quinto país del mundo en regularla.
Quizás uno de los temas bioéticos más polémicos en la actualidad es la regulación legal de la eutanasia y el suicidio asistido. Como en el caso de la paciente Carrasco, se plantea ahora en Italia otro de análogas características, en un país donde la eutanasia y el suicidio asistido siguen siendo ilegales. Un enfermo, cuyos datos no se han facilitado, ha obtenido la autorización para ser sometido a un suicidio médicamente asistido después de que en 2019 el Tribunal Constitucional italiano declarara no punible la eutanasia en ciertos casos.
Los magistrados del Constitucional decidieron que no es punible, bajo ciertas circunstancias, ayudar a morir a “un paciente mantenido vivo mediante tratamientos de soporte vital y que sufre de una patología irreversible, fuente de sufrimiento físico y psicológico que considera intolerable, pero que es totalmente capaz de tomar decisiones libres y conscientes”, informaron los medios italianos.
El ciudadano italiano de 43 años se encuentra en estado tetrapléjico y, como consecuencia del mismo, lleva una década inmovilizado en una cama. Se trata del primer enfermo que obtiene el derecho a acogerse a esta medida. “Mario” -un nombre ficticio para mantener oculta la identidad del enfermo- llevaba más de un año solicitando al hospital de la región de Las Marcas donde le siguen “que verificase sus condiciones de salud para acceder, legalmente en Italia, a una droga letal para poner fin a su sufrimiento”, el plazo previsto por la sentencia del Constitucional.
Tras la primera negativa del servicio regional de Las Marcas (ASUR), un laudo de mediación y la decisión final del Tribunal de Ancona, además de dos advertencias legales a la ASUR, Mario finalmente obtuvo la opinión favorable del Comité de Ética, después de que un grupo de médicos especialistas confirmara que tiene derecho al acceso legal al suicidio asistido (Diario El Mundo).
Esta autorización abre de nuevo la petición, por parte de un sector de su población, de regular la eutanasia en Italia.
Bélgica aplica la eutanasia en niños
Por otro lado, y relacionado con el mismo tema, la revista BMJ Journals, ha publicado un artículo que afirma que, entre septiembre de 2016 y diciembre de 2017, 24 bebés se eutanasiaron en Bélgica. Los médicos, de acuerdo con los padres, les administraron medicamentos intencionalmente para terminar con su vida.
El informe de “Archives of Disease in Childhood Fetal and Neonatal Edition” afirma que se aplicó la inyección letal en bebés con problemas médicos que no tenían “esperanza de un futuro soportable”. No hay que olvidar que Bélgica legalizó la eutanasia en 2002, y en 2014 se convirtió en el primer país en legalizar el suicidio asistido para menores.
El estudio también saca a la luz la práctica demasiado común de la eutanasia infantil, a pesar de que dicha acción es ilegal. Como dijo Michael Cook, de BioEdge (Bioethics news from around the world): “Es bien sabido que la elegibilidad para la eutanasia en Bélgica es elástica. Sin embargo, existen límites. La ley solo permite la eutanasia de menores que sean capaces de discernir y que estén conscientes”.
Desde 2002, el número de eutanasias en este país ha ido en aumento desde 24 en 2002 a 2.655 en 2019, lo que supone que en estos 19 años se han llevado a cabo más de 20.000. En estos datos cabe destacar que, en 2019, 450 personas eutanasiadas no eran enfermos terminales.
Nuestra valoración
Desde el Observatorio de Bioética se ha abordado en más de una ocasión este tema, tratando de argumentar los distintos aspectos bioéticos que entran en juego, y que, por la actualidad de la noticia a la que hacemos referencia, merece la pena comentar de nuevo.
Para el Dr. Justo Aznar, ex director del Observatorio de Bioética recientemente fallecido en Valencia, “el problema comienza cuando se pretenden amortizar episodios aislados de alto voltaje emocional y gran difusión mediática para fines políticos que, estratégicamente, buscan concienciar y educar a la sociedad. Permitir que en una sociedad uno de sus miembros provoque la muerte de otro bajo cierta excepcionalidad supone un debilitamiento progresivo del carácter inviolable de la vida humana y de los derechos que la protegen. Si en “algunos casos” se pudiera disponer de la vida propia o ajena, se estaría afirmando que la vida humana puede ser devaluada y perder la incondicionalidad de su respeto. Social y legalmente se operaría un cambio de paradigma ya que, bajo determinadas situaciones de sufrimiento, se aceptaría que la vida pueda ser violada, y su violabilidad constituir un derecho. Pero ninguna vida es indigna y por tanto violable por el sufrimiento que padezca. La vida humana siempre constituirá un bien, aunque la persona esté enferma. Lo que representa un mal es el sufrimiento resultante que habrá que dotarlo de sentido, reducirlo al máximo, eliminarlo, apoyando al que sufre y a los que les acompañan para evitar llegar a la triste situación de pensar que ya no merece la pena seguir viviendo adoptando la peor de las decisiones” (ver más).
Según Aznar, “cuando se abre una puerta en bioética, se sabe lo que va a suceder en ese momento, pero no se sabe a lo que se va a llegar después, y es muy difícil volver a cerrarla”. “Esto no es una elucubración de aquellos que estamos en contra de la eutanasia, tenemos los datos de los dos laboratorios sociológicos que han sido y son Holanda y Bélgica en esta cuestión, que sabemos hasta dónde han llegado. Se ha aceptado ya la eutanasia para niños, neonatos, o personas con trastornos psiquiátricos, demencia o discapacidad mental. Esta pendiente resbaladiza puede acabar llevando a aplicar la eutanasia a personas que no la pidan, la llamada eutanasia involuntaria. Esto está pasando en Holanda, donde entre el 0,4% y el 0,7% de las eutanasias aplicadas fueron de ese tipo, o en Bélgica donde la mayoría de las personas mayores de 80 años a las que se aplicó la eutanasia, no la habían solicitado”.
Parece que la pendiente que menciona el Dr. Aznar no solo puede abrir el acceso a pedir la eutanasia en situaciones que en un principio no están contempladas dentro del marco legal de los países en los que está legalizada, sino que, además, puede convertirse en la puerta de entrada para la regulación legal en los países en los que todavía no se ha planteado.
Desde este Observatorio de Bioética, de nuevo instamos a todos los organismos europeos a no ceder a las presiones liberalizadoras hacia la eutanasia y, promover la instauración generalizada de los cuidados paliativos de calidad, proveyendo los medios humanos y materiales para su implementación, dada la experiencia bien constatada de que es la atención paliativa integral la mejor forma de abordar el sufrimiento inherente a la enfermedad incurable o al final de la vida, que lleva a la inmensa mayoría de los pacientes que piden la eutanasia a desistir de ello.
Este es el verdadero camino para dignificar la vida, abordar el sufrimiento y la vulnerabilidad y humanizar la medicina y los cuidados.
Nuria Aznar y Cristina Castillo
Observatorio de Bioética
Instituto Ciencias de la Vida
Universidad Católica de Valencia