El principio del bien común hace referencia a las condiciones que hacen posible una sociedad donde las personas puedan desarrollarse plenamente. Pero no sólo las personas, sino también los grupos humanos que conforman nuestra vida social: la familia, las asociaciones, las instituciones, … y como no, las empresas. Ya la constitución pastoral Gaudium et spes del concilio Vaticano II definía el bien común como “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS 26).
El bien común, por tanto, se construye, es el resultado de todo un ejercicio de responsabilidad tanto individual como colectivo. La empresa, en tanto entidad social, en tanto realidad capaz irradiar responsabilidad corporativa, no sólo está llamada a participar activamente en la construcción del bien común, sino que encuentra en el bien común tanto su razón de ser como su horizonte. Es decir, la necesaria interdependencia entre la persona humana y la sociedad (los dos elementos clave de esta actividad económica que es la empresa) necesariamente toma forma bajo el concepto de bien común.
Pero el bien común también es un ejercicio de inteligencia empresarial. La sostenibilidad en el tiempo forma parte del anhelo de toda empresa, y esa permanencia, ese deseo de formar parte de la historia de las personas, requiere necesariamente la convivencia en un mismo entorno, la coexistencia en un mismo mundo, la mirada hacia un mismo futuro.
A modo de símil podríamos decir que, así como la filosofía y la teología ponen la inteligencia humana al servicio de la búsqueda de la verdad (ya San Anselmo hablaba de la teología como fides quaerens intellectum, una fe que busca el entendimiento), la empresa está llamada a poner su inteligencia al servicio de la búsqueda del bien común.
El papa Francisco, en su Catequesis “Curar el mundo” centrada en el amor y bien común, invitaba a las empresas a construir una sociedad sana, inclusiva, justa y pacífica sobre la roca del bien común. “El bien común es una roca”, decía el papa en clara alusión al texto de Mt 7, 24-27.
Pero es en la exhortación apostólica Evangelii gaudium donde encontramos un texto lanzado directamente a conciencia de todo empresario cristiano:
“La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica […] La vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo” (EG 203).
Qué bonito sería si en nuestras ofertas de empleo apareciese, como apunta el papa en su reciente Ludate Deum, la siguiente llamada:
Se necesitan “estrategas capaces de pensar en el bien común”
Dionisio Blasco España es Delegado Territorial en la Diócesis de Málaga y miembro del Comité Ejecutivo de Acción Social Empresarial