La empresa en busca de la paz

Cuando la paz es también una huella en la empresa y de la empresa

Que la paz no brilla en esta Tierra, creada y entregada al hombre para su cuidado y desarrollo, es una evidencia tan clara que, lamentablemente, puede oscurecer la esperanza.

Pero los cristianos encontramos en la Palabra palabras que alivian: «La paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 14,27). Y es que la paz que viene del Señor queda sembrada, como regalo llamado a regalarse, en el corazón de cada persona. Y es que, como enseñaba san Juan Pablo II, “La paz nace de un corazón nuevo”. Porque el corazón representa lo más profundo del ser humano, el lugar desde donde nace lo bueno y lo bello. Pero el corazón necesita, a su vez, renovarse, porque también del corazón parte lo perverso y pecaminoso.

Próximos a comenzar un nuevo año litúrgico, con el Adviento, la esperanza cobra especial protagonismo. Esperamos “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21,1). Esperamos poder habitar eternamente en el fondo de la vida divina. Pero también esperamos que la fe en el Señor, encarnado en nuestra humanidad, hecho historia, nos ilumine en la transformación de este mundo en Reino de Dios.

Probablemente hoy la gran tarea que recae sobre todas las empresas es servir de instrumento de paz. Ya el papa Francisco, en su mensaje para la celebración de la jornada de la paz del 1 de enero de 2017, invitaba a los empresarios y a las empresas a ser constructores de paz.

Leer (o releer) la carta encíclica Populorum Progressio, escrita por el papa Pablo VI para todos los hombres de buena voluntad, puede ser un acicate para estimular la creatividad de los empresarios y directivos cristianos.

En la medida en que una empresa estimule a través de su actividad el desarrollo de todos los hombres y de todas las dimensiones de la persona; en la medida en que una empresa se empeñe por el bien común y la justicia social; en la medida en que una empresa sea un espacio de encuentro de personas y promotora de desarrollo; en esa medida está construyendo paz, porque, como nos recuerda Pablo VI, “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz” (PP 76).


Por eso el desarrollo debería estar en el ADN de la visión, misión y valores de toda actividad económica. Porque, paradójicamente, sin la paz y la justicia, tampoco es posible alcanzar el desarrollo empresarial en el sentido en que nos sugiere la doctrina social de la Iglesia.

¡Ojalá nuestras empresas no sólo trabajen por disminuir la huella de carbono, sino por aumentar la huella de la paz! ¡Ojalá la visión del profeta Isaías, cuando pensaba en los pueblos vecinos, sea una realidad!:

De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra” (Is 2,4).

Dionisio Blasco España es Delegado Territorial en la Diócesis de Málaga y miembro del Comité Ejecutivo de Acción Social Empresarial

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