La distancia social en la asamblea
Más allá de los gestos: cómo el lugar que elegimos en misa habla de nuestra fe

La liturgia y sus rúbricas, hablan de las posturas corporales y de los gestos, pero no refieren el lugar que se ocupa en el espacio del templo, ni de la distancia métrica entre fieles.
Aunque el lugar que ocupamos, la cercanía o alejamiento con otros hermanos, también es un lenguaje que podría indicar proximidad, fraternidad y otras actitudes significativas en la celebración eucarística.
Lo que más puede llamar la atención en una comunidad, es lo apreciados que son los últimos asientos, los más cercamos a la puerta que se suelen ocupar los primeros, aun estando el resto del templo vacío.
El celebrante puede tener una sensación de aislamiento, por poner un ejemplo, cuando ante sí tiene bancos vacíos, mientras la asamblea de concentra al final.
Otros prefieren aquellos rincones en los que pueden ver sin ser vistos. Las columnas, en este sentido, también van cotizadas.
Sería interesante estudiar las razones por las que elegimos un lugar u otro, porque de la misma manera que las palabras que decimos nos comprometen, también los gestos y la posición en la asamblea dicen de nosotros lo que en ese momento estamos viviendo.
El tema del espacio desde mediados del siglo pasado fue muy estudiado acuñándose términos como la “distancia social” o “distancia pública”.
La distancia social refiere al espacio que se produce para delimitar el contacto físico y/o emocional con otras personas en situaciones sociales. La intensidad y frecuencia de este tipo de distancia dependerá de las cualidades que tenga la persona. Si se hace alusión al contacto físico, el promedio de distancia social oscila entre 1,25 y 2 metros en períodos de cercanía, mientras que en momentos de lejanía es de 2 a 3,5 metros. Compartir banco podría ser indicativo de proximidad.
En uno de los videos de humor, que hice para paliar el aislamiento forzoso por el Cobi19, hablaba con ironía de que en mi parroquia la distancia social ya la guardábamos, incluso antes de la pandemia. Nadie se acercaba a otro, si no era de la misma familia.
Es más, seguramente, debiéramos hablar de Distancia pública. La distancia pública es un concepto utilizado para abordar aquellas situaciones sociales en las que hay un escaso contacto físico y emocional. Esta idea se corresponde con el hecho de que la persona decide mantener una lejanía aún mayor que la comprendida en la distancia social, lo cual da como resultado una notoria falta de cercanía.
El antropólogo estadounidense Edward T. Hall (1914-2009), a comienzos de la década de los años 60, estudió y de alguna manera definió la “proxémica”, como aquella ciencia que se encarga de estudiar la distancia física entre las personas y su significado en las interacciones. Es decir, la proxémica profundiza en la utilización y la percepción que tienen los individuos de su propio espacio físico, su intimidad personal y de cómo y junto a quien la comparten.
Para Hall, la distancia pública posee dos tipos de etapas: la fase próxima y la lejana. En la primera, el distanciamiento oscila entre los 3,5 y 7,25 metros. Por su lado, en la fase lejana es mayor a 7,25 metros. En otras palabras, se trata de interacciones esporádicas en las que no se da un diálogo duradero entre las personas.
¿Podemos hablar de comunidad, familia, fraternidad cuándo en la celebración eucarística, miramos de guardar esa distancia social, que indica alejamiento y desconocimiento?
Durante la pandemia se aconsejó que el momento de la paz, esta se diera sin contacto físico, con una leve inclinación de cabeza. En mi parroquia y en muchas otras, se ha instaurado esa forma de dar la paz. Con lo cual, ni para ese momento es necesario acercarse.
Lo más llamativo es cuando ocupados los lugares estratégicos empieza a llegar más gente y se ven unos desplazamientos para conseguir alejarse de los que han “invadido” el espacio social que ocupábamos. En según qué ocasiones, tiene una cierta disculpa cuando quién “invade” nuestro espacio es una familia con niños lactantes y nos queda lejos esa juventud. Cuesta alabar al Señor por las familias generosas, por la inocencia de los niños y por la integración de la misa dentro de la familia.
Hiere todavía más, si cabe, el ver esos desplazamientos cuando quien se acerca es de etnia y cultura diferente a la nuestra. Allí la distancia se convierte en todo un lenguaje de alejamiento.
Nos viene a la memoria la referencia más antigua de la Eucaristía, 1ª Corintios, 11,21-34., de la que citamos un fragmento. …21porque al comer, cada uno toma primero su propia cena; y uno pasa hambre y otro se embriaga. 22¿Qué? ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios y avergonzáis a los que nada tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabaré. 23Porque yo recibí del Señor lo mismo que os he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan,…
Cuando en nuestra vieja Europa recibe emigrantes de otras latitudes que vienen a rejuvenecer nuestras asambleas debiera ser ocasión de gozarnos con su presencia y acortar las distancias indicando acogida.
El otro es una riqueza. Desinstalarnos de nuestros muros para encontrarnos, aunque suponga un esfuerzo inicial tiene el premio en sí de ganar hermanos.
Nos decía el papa Francisco presentando el año jubilar, al final del 2024 refiriéndose al lema: «Peregrinos de la esperanza», “uno de los caminos para esta esperanza, es el de la fraternidad: «Sí, ¡la esperanza del mundo está en la fraternidad!».
Related

El Sincretismo y la Relativización de la Fe: El Desafío del Relativismo Religioso en un Mundo Pluralista
Javier Ferrer García
11 abril, 2025
6 min

¿Sé ejercer la autoridad ante los hijos?
José María Contreras
11 abril, 2025
2 min

El valor de la humildad en el trabajo
José Miguel Ponce
10 abril, 2025
2 min

Cardenal Arizmendi: ¡Ojo con la Inteligencia Artificial!
Felipe Arizmendi
09 abril, 2025
5 min