La defensa del propio matrimonio como libertad

En «Suddenly It´s Spring» (1947) de Mitchell Leisen

La presión hacia el divorcio que impide la continuidad del matrimonio es presentada como una opresión

Mitchell Leisen, Claude Binyon y Fred MacMurray terminaron su tríptico acerca de que “el hombre y la mujer se realizan profundamente a sí mismos reencontrándose como personas a través del don sincero de sí mismos” [1]con «Suddenly It’s Spring» (1947). Nos encontramos ante una película no estrenada en España, difícilmente accesible[2], que en Argentina se presentó como “Mi mujer es otra”. En el caso de la versión original se trataba de una designación no fácilmente reconocible, pues respondía a una canción que aparecía en otra película de Leisen de 1944, Lady in the Dark (Una mujer en la penumbra).

Todo ello, lejos de ser un inconveniente para apreciar la película, tiene sin duda el aliciente de recuperar, o mejor dicho, casi de descubrir un tesoro escondido, algo que merece completamente la pena intentar desde una indagación en alianza entre filosofía y cine con una perspectiva de bioética. El biógrafo de Leisen aporta un juicio valorativo que estimula en la dirección de apreciar el valor de este filme.

Suddenly It´s Spring es probablemente el mejor de los tres guiones de Claude Binyon que dirigió Leisen. Los personajes que interpretan MacMurray y Goddard son más realistas y no tan increíblemente jóvenes (llevan casados algún tiempo, pero la guerra les ha separado y ahora MacMurray quiere el divorcio). El diálogo de Binyon es divertido; sus situaciones no dos descabelladas y las vueltas de la trama son menos predecibles que las de Take a Letter Darling No Time for Love. Estrenada en 1947 fue una de las películas más taquilleras del años para la Paramount, ingresándose 2.450.000 dólares, sobre una inversión de 1.372.000.[3]

En efecto, nos encontramos con un argumento en el que la reversión de roles que se ha ensayado en las anteriores películas alcanza una nueva cuota más elevada, que aúna la penetración y la paradoja. Ya no estamos solamente ante que situaciones que habitualmente experimentan las mujeres ahora las vivan los varones o viceversa. Vemos algo más sutil y provocador: que lo que con frecuencia se reivindica como libertad, el divorcio, es presentado como una opresión cuando actúa de manera que impide la continuación del matrimonio. Y lo que con frecuencia quiere presentarse como una cárcel, el propio matrimonio, es expresión de una genuina libertad personal que elige la relación con el otro cónyuge como el bien más alto de la convivencia, que mutuamente ha transformado a los esposos.

Cuando quienes se casaron con conciencia y sinceridad de quererse mutuamente recuperan los argumentos de su amor conyugal surge “una nueva primavera”

Estrictamente un argumento así no es novedoso. Por ejemplo, la oscarizada The Awful Truth (La pícara puritana, 1937) del gran Leo McCarey ya presentaba este asunto de la defensa del propio matrimonio frente a la amenaza del divorcio[4]. Lo que Leisen y Binyon ahora aportan es una mayor amplitud del escenario de la narración. No se trata de presentar casos aislados sino hacer presente una visión panorámica de la necesidad de recuperar la lógica del mutuo don, ante las dificultades de reemprender la vida matrimonial por parte de los hombres y las mujeres que se habían visto separados durante la Segunda Guerra Mundial. Y quizás por aquí haya que interpretar el título de «Suddenly, It’s Spring», traducible como “De repente es primavera”. Cuando quienes se casaron con conciencia y sinceridad de quererse mutuamente recuperan los argumentos de su amor conyugal surge una nueva primavera, de un modo quizás súbito y con no menos fuerza que aquella que dio lugar al primer amor.

Claude Binyon se basa en esta ocasión en una historia de P. J. Wolfson (1903-1979), que también colaboró con el guion. Y así, vemos bien pronto en el filme que el papel de la protagonista Mary Morely (Paulette Goddard)  pasa de ser una abogada especialista en separaciones y rupturas a ejercer como experta en reconciliaciones de las mujeres del ejército cuando regresan a la vida civil. Recibe el significativo apodo de “Captain Lonelyhearts” (Capitana de Corazones Solitarios). Si antes de alistarse veía el divorcio como la mejor solución para los problemas con su propio marido, Peter Morely (Fred MacMurray), ahora estará convencida de que era un error y que ha de aplicarse a sí misma lo que aconseja con éxito a otras y otros: luchar por el propio matrimonio como genuina expresión de libertad.

Notemos además que se trataba de un matrimonio de abogados. De hecho la manera de Peter de referirse a su mujer era la de “Counselor” (consejera, abogada). No es difícil encontrar aquí un precedente ilustre, dos años anterior, de una de las más afamadas comedias que Cavell llama de “refundación matrimonial” (remarriage comedies), La costilla de Adán (Adam’s Rib 1949) de George Cukor, con Spencer Tracy y Katharine Hepburn.

En ambos casos se hace ver que la propio condición de juristas con la que se presentan los protagonistas no favorece una solución a sus problemas más íntimos de convivencia. Más bien los enmaraña a través de la jerga legalista, propia de los acuerdos de ruptura. Si quieren resolver sus desavenencias conyugales lo que se les pedirá será no una negociación desde la rigidez de sus propias posturas, sino una evolución, una trasformación. Más concretamente, que transiten de un lenguaje de la libertad individual que lleva a poner las esperanzas en las leyes y en el poder, a otro en el que esa misma libertad se encuentre más plenamente realizada a través del mutuo don que vehicula las más profundas aspiraciones del corazón.

La resistencia y la defensa de Mary de su propio matrimonio

La trama de «Suddenly, It’s Spring» se desarrolla a partir de la historia de estos abogados, que antes de incorporarse el ejército acordaron divorciarse, por iniciativa de Mary, la esposa, si bien no lo sustanciaron. Ahora, con el final de la contienda, cuatro años después, ella quiere que se den mutuamente una nueva oportunidad. Pero Peter se ha comprometido con Gloria Fay (Arleen Whelan) y, presionado por ella, desde el primer momento de su reencuentro con Mary en el muelle del puerto, ya le propone que ejecuten el divorcio. Para mayor complicación, el mejor cliente y amigo de Peter, el millonario Jack Lindsay (Macdonald Carey) encontrará muy atractiva a Mary, a la que hasta entonces no conocía. En consecuencia, hará todo lo posible para favorecer que se divorcien y así tener oportunidades de relación con ella.

Con muchas escenas cómicas, Leisen dibujará cómo Mary va posponiendo el momento de llegar a firmar el convenio de divorcio, mientras Gloria y Jack empujarán en la otra dirección, presionando a un vacilante Peter. Ella, en su condición de mujer divorciada, querrá que comparta su relato: “Fui infeliz una vez y tú lo eres ahora. Como personas maduras sabemos que podríamos ser felices juntos. Así que debemos actuar rápido.”

Sin embargo, Mary sabrá resistir y defender su propio matrimonio. Le hará patente a Peter que la atracción que en el primer momento les hizo elegirse mutuamente sigue estando presente, aunque esos momentos de intimidad se vean continuamente saboteados por terceros. Viajando a ejercer de consejera en un cuartel del ejército, Peter se acerca donde ella para que firme el divorcio.  Mientras están juntos en el departamento de ella, aparece una cabo pidiéndole ayuda porque su marido se quiere divorciar, celoso de que ella haya ido al combate, mientras a él lo desecharan. Mary acepta hablar con ellos y pide a Peter que lo presencie. Aunque él se niega en un primer momento, acaba aceptando y se implica en asesorarles defendiendo la inocencia y el honor de la cabo. Mary se esperanza de ver que su marido puede entender esos procesos de reconciliación, aunque él sigue obcecado por el divorcio, por temor reverencial hacia Gloria.

Jack aconseja a Peter que actúe con ella ante sus compañeras militares como un auténtico troglodita, embrutecido y sin respeto, para que ella lo rechace. Pero Mary es capaz de leer entre líneas y aceptar a su marido en esta nueva dimensión, hasta ahora ignota. Sin embargo, cuando Peter cambia la táctica y la ignora, ella serenamente ya acepta que debe dejarle en libertad, precisamente porque lo ama. Firma el divorcio y Peter se marcha con Gloria. Mary comienza a aceptar una posible relación con Jack.

Allí van apareciendo los objetos que tejieron su relación, sus alegrías y sus desencuentros, y que ponen de relieve que había mucho que los unía

Cuando todo parece perdido en su matrimonio se produce el milagro. La última tarde, cuando se reparten las cosas en el piso que va a quedar para Mary, abren lo que designan como el armario del esqueleto familiar. Allí van apareciendo los objetos que tejieron su relación (por ejemplos unas pesas), reflejando tanto sus alegrías como sus desencuentros. Ponen de relieve que había mucho que los unía, y que su distanciamiento se debía a no haber sabido resolver con madurez sus diferencias. Peter reacciona, se da cuenta de que sigue queriendo estar casado con Mary. Vuelve a hacer el papel de hombre bruto para que Gloria lo abandone y corre a rescatar a Mary. Ella se encuentra en un restaurante de élite con Jack, pero cuando escucha llegar a Peter haciendo el troglodita y declarándole su amor, se va con él sin ninguna duda.

En la escena final, vemos a Peter y a Mary en el asiento trasero de un taxi. Uno de los argumentos que Mary empleaba para reconciliar a los matrimonios de las mujeres soldados era que los maridos comprobase “lo que el ejército hace por una mujer”. Cuando Peter le pregunta qué es aquello que hace el ejército, ella le responde besándole con toda devoción. Completamente conmovido le suplica, “dímelo de nuevo”. Leisen y Binyon parecen proponer que mujeres que han aprendió a dar su vida por la comunidad pueden vivir con más libertad y entrega en su matrimonio.

Conclusión: La disposición a la refundación matrimonial, la posibilidad de felicidad que sólo existe cuando se secunda a sí misma

Mary y Peter Morley con este final hacen patente que la defensa de su matrimonio no es ninguna imposición, sino el pleno ejercicio de la libertad que lleva a la felicidad. Hacen suyo lo que con penetración explica Stanley Cavell.


… la validez o el vínculo del matrimonio no está asegurado, ni siquiera legitimado, por la Iglesia, el Estado o la compatibilidad sexual (y se sobreentiende que estos vínculos no son más profundos que los del matrimonio), sino por lo que llamo “la disposición al rematrimonio[5]”, que es una manera de seguir afirmando la felicidad del gesto inicial por la cual hemos superado las dificultades. Como si la posibilidad de felicidad tan sólo existiera cuando se secunda a sí misma.”[6]

La bioética tiene en la defensa del matrimonio como felicidad uno de sus mejores aliados para sostener los vínculos entre las personas, aquellos que garantizan que nadie, y especialmente los más vulnerables, queden indefensos, ni expuestos a la voracidad de un pensamiento utilitarista. Así lo señaló inspiradamente Karol Wojtyla.

El amor consiste en el compromiso de la libertad: es un don de sí, y “darse” significa precisamente “limitar la propia libertad en provecho de otro”. La limitación de la libertad podrá ser en sí misma algo negativo y desagradable, pero el amor hace que por el contrario, sea positiva, alegre y creadora. La libertad está hecha para el amor.[7]

 

José-Alfredo Peris-Cancio – Profesor e investigador en Filosofía y Cine – Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

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[1] Pontificio Consejo de Justicia y Paz (2005). Compendio de doctrina social de la Iglesia. Madrid: BAC -Planeta, p. 57.

[2] Se puede ver en youtube, https://www.youtube.com/watch?v=hfKOTeFlRGA, en versión original en inglés. La opción de activar subtítulos permite leerlos en inglés, con algunas erratas salvables.

[3] Chierichetti, D. (1997). Mitchell Leisen. Director de Hollywood. San Sebastián-Madrid: Festival Internacional de Cine de San Sebastián-Filmoteca Española, p. 204.

[4] Cfr. “El reconocimiento de la otredad de los demás según Stanley Cavell o la resistencia del matrimonio en The Awful Truth (1937) de Leo McCarey”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/el-reconocimiento-de-la-otredad-de-los-demas-segun-s-cavell-o-la-resistencia-del-matrimonio-en-the-awful-truth-1937-de-mccarey/

[5] Creo preferible traducir “remarriage” por “renovación matrimonial” o “refundación matrimonial”.

[6] Cavell, S. (2008). El cine, ¿puede hacernos mejores? Buenos Aires: Katz ediciones. p. 38

[7] Wojtyla, K. (2016). Amor y responsabilidad. (J. G. Szmidt., Trad.) Madrid: Palabra, 166.