La aceptación de sí mismo

Con los demás se alcanzan grandes metas

(C) Angela Roma
(C) Angela Roma

Se cuenta que un rey descubrió que los árboles y flores de su jardín se estaban muriendo. El roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el pino. La rosa lloraba por no ser fuerte y sólida como el roble. Entonces encontró un clavel floreciendo.  El rey le preguntó: – ¿Cómo es que creces tan saludable en medio de este jardín mustio y sombrío? – Porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías claveles. Si hubieras querido un roble, lo habrías plantado. En aquel momento me dije: Intentaré ser clavel de la mejor manera que pueda y heme aquí convencido de mi destino.

El afán por compararse se ha convertido en un ‘deporte social’. Los espejos están contristados, como reflejan a cabalidad a quien está delante, no los buscan porque ahora “les piden” que trasluzcan como a uno le gustaría verse, que muestren una imagen que sintonice con los modelos o artistas populares, verse como el amigo más buscado, etc.

Ser mejor no es ser como “el otro”, por esa ruta no se llega a esa meta. Las energías se dispersan. Se está porque más pendiente de lo que no se es o de lo que no se tiene y menos de quien se es. La insatisfacción consigo mismo es su consecuencia.


Somos lo que decidimos. Una gran decisión es aceptar como se es. La vida se marchita porque se la riega con las propias insatisfacciones, producto de las improductivas comparaciones con los demás: «si yo fuera» «si yo tuviera» «si mi vida fuera». Siempre conjugando el futuro incierto en vez del presente concreto, empecinados en no querer ver, que la felicidad es un estado subjetivo y voluntario. Podemos elegir hoy, estar felices con lo que somos, con lo que tenemos; o vivir amargados por lo que no tenemos o no podemos ser. Sólo se podrá florecer el día que nos aceptemos, que somos únicos y que nadie puede reemplazarnos en el cumplimiento de nuestro proyecto de vida. «Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible.» (Francisco de Asís)

La aceptación riñe con el “yo soy así” invocado cuando se quiere uno justificar.  Todas las personas– sin excepción –junto a sus cualidades, personalidad y talentos) cuentan con defectos o limitaciones que se tienen que encauzar o mejorar.  Aceptarse significa ser sencillos para reconocer los errores, que se tiene que mejorar y, dejarse ayudar.

Renunciar a luchar por ser mejores es una gran meta que en la grandeza de su sencillez el hombre quiere lograr. Siempre se puede conocer más y mejor como querer siempre más e intensamente, por eso la sencillez ayuda a ser realista y comprensivo con uno mismo y con los demás.  Por último, quien reconoce lo que es y lo que tiene, no solamente podrá mejorar por iniciativa propia, sino que sabrá abrirse a quienes son significativos: padres y profesores para pedir consejo y ayuda. En solitario no se progresa ni se crece como persona: con los demás significativos se alcanza grandes metas.