“Es oficial. Juan Pablo I – Albino Luciani- será beatificado en San Pedro por el Papa Francisco el domingo 4 de septiembre de 2022”, informa Stefania Falasca, periodista y vicepostuladora de la causa para la canonización del conocido como “papa de la sonrisa” en el diario católico italiano Avvenire.
El pasado 13 de octubre de 2021, el Papa Francisco aprobó el milagro necesario para la beatificación de Juan Pablo I. De acuerdo a Vatican News, el milagro aprobado consiste en la curación en Buenos Aires, Argentina, en julio de 2011, de una niña de 11 años que padecía, según el ministerio, “encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna, shock séptico”.
En aquel momento el cuadro clínico era muy grave, caracterizado por numerosas crisis epilépticas diarias y un estado séptico causado por una bronconeumonía, parecía que se encontraba al final de su vida. La idea de pedir por ella al papa Luciani fue del sacerdote de la parroquia a la que pertenecía el hospital, ya que el presbítero era muy devoto.
Juan Pablo I
Según el medio vaticano, Albino Luciani nació el 17 de octubre de 1912 en Forno di Canale (hoy Canale d’Agordo), en la provincia de Belluno, Italia. Luciani fue ordenado sacerdote en 1935 y en 1958, inmediatamente después de la elección de Juan XXIII, fue nombrado obispo de Vittorio Veneto. Participó en todo el Concilio Vaticano II y aplicó sus directrices con entusiasmo. Pablo VI lo nombró patriarca de Venecia a finales de 1969 y en marzo de 1973 lo creó cardenal.
Tras la muerte de Pablo VI fue elegido el 26 de agosto de 1978 en un cónclave que duró un día. El “papa de la sonrisa” escogió la palabra humilitas (humildad) para su escudo episcopal y fue un pastor que vivió con sobriedad, firme en lo esencial de la fe, abierto desde el punto de vista social, cercano a los pobres y a los trabajadores. En su magisterio insistió en el tema de la misericordia.
Asimismo, su doble nombre, definió su programa: al unir a Juan y a Pablo, no solo tuvo un gesto de homenaje y agradecimiento a los papas que lo nombraron obispo y cardenal, sino que marcó un camino de continuidad en la aplicación del Concilio Vaticano II. Escribió un exitoso libro titulado Illustrissimi, con cartas que escribió e idealmente envió a los grandes del pasado con juicios sobre el presente. Concedió especial importancia a la catequesis y a la necesidad de que quienes transmiten los contenidos de la fe se hagan entender por todos.
Murió repentinamente la noche del 28 de septiembre de 1978. Lo encontró sin vida la monja que le llevaba el café a su habitación cada mañana. Tal y como indica Vatican News, en pocas semanas de pontificado, entró en el corazón de millones de personas, por su sencillez, su humildad, sus palabras en defensa de los últimos y por su sonrisa evangélica. Ejerció como sucesor de Pedro sólo durante 34 días, siendo el suyo uno de los pontificados más cortos de la historia.
A lo largo de los años se generaron muchas teorías en torno a su repentina e inesperada muerte, con supuestas conspiraciones que aparecieron en libros y en el cine. No obstante, una documentada investigación sobre la muerte ha sido firmada por la vicepostuladora del proceso de beatificación, Stefania Falasca (Cronaca di una morte, Librería Editora Vaticana), que cierra definitivamente el caso.