Guinea Ecuatorial, ubicada en la costa occidental de África fue, después de independizarse de España en 1968, una dictadura marxista durante más de once años. La Iglesia católica fue perseguida y el culto prohibido. Los templos fueron convertidos en almacenes de cacao y café. Fueron los catequistas laicos los que llevaron a cabo la evangelización durante esta época.
Así lo explica el obispo de Ebibeyín, Mons. Miguel Ángel Nguema Bee, durante una visita a la fundación Aid to the Church in Need (ACN): “Recuerdo que cuando era pequeño, en los años 70, mi abuela y mi madre nos llevaban a trabajar a una finca los domingos, nos hacía llevar nuestras herramientas, nos dirigíamos al bosque y un catequista allí nos esperaba y celebrábamos la Palabra de Dios. Hacíamos la comunión espiritual. Pasábamos dos horas compartiendo y luego volvíamos al pueblo como si hubiéramos trabajado”. Fueron once años de cruel dictadura donde gracias a los catequistas muchos cristianos pudieron mantenerse en el fuego de la fe.
La importancia del catequista para Guinea Ecuatorial se remonta incluso a los comienzos de la evangelización, como queda reflejado en la historia de José Si Esono, un joven catequista que nació en la aldea de Ebansok y que fue martirizado en los años 30.
José Si Esono nunca había oído hablar de Cristo. Sin embargo, un día fue a la ciudad costera de Bata para vender su café, como hacía a menudo. “En medio del bullicio del mercado, un misionero claretiano se acercó a hablar con él y le enseñó a rezar el rosario. José notó que, después de rezar esa oración con el sacerdote, todo lo que había ido a hacer a la ciudad no había resultado tan difícil como solía ser habitualmente”, cuenta Mons. Miguel Ángel. Al regresar a su pueblo, José decidió que iba a enseñar a todos a rezar el rosario. Los habitantes del poblado preguntaron: «¿Qué es eso de rezar?». Y querían saber más sobre esta oración, el rosario, algo tan nuevo para ellos. Él respondió: «Hay un hombre blanco ahí en Bata que me lo ha enseñado y le voy a invitar para que venga aquí». Dicho y hecho. José volvió a Bata a vender café la siguiente vez, buscó al misionero y cuando lo encontró, le dijo: «Mi pueblo ya reza el rosario; ahora quiero que vengas a explicarnos quién es esta María a la que rezamos».
100 años de evangelización
Así fue como los claretianos llegaron a Ebansok. “¡Ni siquiera había carreteras!”, cuenta el obispo. “Fue un peligroso viaje a pie de 125 kilómetros a través del bosque”, explica. Entre otras cosas era peligroso viajar hasta Bata, ya que, en aquellos años, había muchas tensiones entre diversas etnias locales y para llegar allí había que atravesar territorios con poblaciones enfrentadas.
“Este catequista logró que todo su pueblo abrazara el evangelio”, continúa Mons. Miguel Ángel, “además, logró que su pueblo aceptara a los blancos: el ‘blanco’ era considerado como alguien hostil, el colono que maltrataba y oprimía, pero él logró que el pueblo no atacara a los claretianos, al interceder por ellos. De este modo, se inició la primera misión de la diócesis de Ebibeyín. En 2024 se cumplen los cien años de la llegada del evangelio.”
A José Si Esono se le recuerda con una cruz de madera colgada al cuello, que parecía vaticinar su futuro martirio. Años después del inicio de la misión, Esono empezó a explicar que no podían rezar a amuletos y luego rezar a Jesús. Por este motivo, pidió que trajeran los amuletos que todavía usaban algunos en el pueblo para quemarlos. El jefe del poblado se indignó y se negó ante esta petición. Ya no lo veía como un catequista que les había enseñado a rezar sino como alguien que “quería exterminar lo que sus ancestros les habían dejado como creencia”, narra el obispo. Lo acusaron de brujería y lo quemaron vivo.
Su martirio ha dejado un testimonio de fe inquebrantable. “Queremos abrir un proceso de beatificación para José Si Esono”, dice Monseñor Miguel Ángel, y concluye: “Se trata de un hombre ejemplar de mucha fe que logró que la evangelización penetrara en esos lugares”.
La importancia de la formación de los catequistas hoy
Aún hoy en día los catequistas siguen siendo sumamente importantes en el país. “El catequista no es simplemente una persona que da catequesis o formación para preparar a los sacramentos. Es más bien el líder de la comunidad cristiana en los pueblos. Sin ellos no habría fe”, explica el obispo.
“En mi diócesis solo hay 46 sacerdotes y es difícil atender a las más de 347 capillas que tenemos. Por eso, los catequistas siguen llevando la labor de la celebración de la Palabra o de animar la vida de oración en la comunidad durante la semana”. Y añade: «En Guinea, se valora enormemente la labor del catequista. Realizan esta tarea a tiempo completo como voluntarios: para ellos, es importante dedicar una gran parte de su vida a Dios”. Alrededor de 380 catequistas de la diócesis de Ebibeyín reciben nueve meses de formación específica en Bata y después acompañamiento continuo para hacer su labor.
La fundación pontificia «Aid to the Church in Need» (ACN) apoya la labor pastoral en Guinea Ecuatorial, ayudando a la subsistencia de los sacerdotes con intenciones de misas, respaldando la construcción y rehabilitación de iglesias y casas parroquiales, proporcionando vehículos para servicios pastorales, y favoreciendo la participación de formadores de seminarios en cursos internacionales.