José Kentenich: Schoenstatt celebra 75 años de un paso audaz

Entrega I: El 31 de mayo de 1949 el P. José Kentenich colocó en el Santuario de Bellavista, Chile, una carta que causaría una extraordinaria conmoción

Enemigo número uno del régimen nazi

El P. José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, fue apresado por los nazis por predicar a un tercio del clero alemán y a millares de educadores en retiros que se sucedían sin pausa en el valle de Schoenstatt, a minutos del río Rhin, sobre la espiritualidad de una personalidad interiormente libre, y resistente a todo tipo de manipulación, acentuando el valor de la propia conciencia, en sintonía con la voluntad de Dios. Aunque no lo expresara directamente, su mensaje era claramente contrario al régimen. Una personalidad libre es lo último que podría interesar al nazismo, y por eso Kentenich fue tildado, en un documento generado en Berlín “enemigo número uno del régimen nazi”.

Cuando el P. Franz Reinisch, miembro del Movimiento y enrolado como capellán militar, fuera obligado a prestar juramento de fidelidad a Hitler bajo pena de muerte, solicitó al P. Kentenich su opinión sobre si debería jurar por el líder nazi, como muchos sacerdotes lo habían hecho, salvando así sus vidas, o si por el contrario debería negarse a tal acto. El P. Kentenich, consecuente con sus principios, le respondió que él mismo, Reinisch, debería tomar una decisión de conciencia, libre y soberana ante Dios, sin insinuar siquiera que una de las opciones podría ser la más indicada. Consciente Reinisch de su plena libertad, entendió que Dios le invitaba a no prestar dicho juramento, lo que le llevó a una muerte por decapitación bajo la guillotina.

Decide no evitar ir al campo de concentración

Estando preso en Coblenza, los nazis habían decidido enviar a Kentenich al campo de concentración de Dachau. Miembros del Movimiento habían logrado que el médico de la prisión aceptara declararlo no apto para el campo, dado que un pulmón no le funcionaba, pero requería de la solicitud expresa del sacerdote para presentar tal documento, e intentar que sea eximido del mismo. En la noche del 20 de enero de 1942, luego de días de oración y profundo discernimiento, Kentenich decide a conciencia no hacer nada en forma activa para evitar el campo. En Schoenstatt esto provoca inquietud, preocupación y desconsuelo. El fundador iba a una muerte casi segura, y con ella, probablemente también la de la Familia de Schoenstatt, aun inconclusa, pero una vez más ponía a la conciencia personal, el auscultar la voluntad de Dios y la total confianza en su guía, como valor superior a cualquier consecuencia que una decisión tomada responsablemente podría acarrear.

Estuvo seis meses preso en la cárcel de Coblenza, y tres años en el campo de concentración de Dachau, en el sur de Alemania. Sufrió allí las tremendas condiciones de vida existentes, en las que apenas se podía sobrevivir. En este tiempo se dedicó a elevar el espíritu de los sacerdotes en su bloque, y a escribir literatura, que salía del campo en forma ilegal, la que alentaba a la Familia de Schoenstatt a vivir su entrega radical al Señor y a María, confiando en su poder, y profundizando el ideal de la persona nueva en Cristo. En este tiempo de grandes pruebas y sacrificios para él y su fundación crece y se fortalece la solidaridad de destinos entre el P. Kentenich y su familia espiritual. Así toma mayor conciencia que, según los planes de Dios, la relación paterno-filial jugaba un rol esencial en el fortalecimiento de la entrega y la espiritualidad de sus hijos espirituales.

Espiritualidad y pedagogía de la armonía entre naturaleza y gracia

El 6 de abril de 1945 Kentenich es liberado del campo de concentración por las tropas estadounidenses. Al regresar a Schoenstatt, creyó que era tiempo oportuno de compartir estas experiencias con la Iglesia. En su visión antropológica, pedagógica y eclesial, afirma que para aspirar a la santidad no se debía negar o reprimir la naturaleza humana, lo humano, las creaturas, como el ideal tradicional de santidad promovía, sino que, en consonancia con San Francisco de Sales, enseña que una sana vinculación a lo creado donde Dios-Creador se refleja y manifiesta su voluntad, es camino y protección para llegar a Él.

Asimismo, considera la importancia trascendental de los vínculos naturales y de las relaciones humanas tanto en la familia natural como en una comunidad, y el valor del rol paterno en las almas como condición para crecer afectivamente en los vínculos sobrenaturales y en una profunda relación filial con Dios Padre, como nos lo revela Jesucristo en su Evangelio.

La experiencia humana de un padre y el principio paterno

Antes de Dachau hay muy pocas fotos del P. Kentenich. Esto se debe a que evitaba estar en un primer plano y se resistía a aparecer visiblemente como el centro y cabeza de la Obra de Schoenstatt. Pero al sobrevivir el campo de concentración y considerar la importancia que tuvo para el crecimiento espiritual de sus seguidores el vínculo a él, que ofrecieron esfuerzo heróicos para rescatarlo, recibió claros signos de Dios, que le invitaban a asumir más decididamente su paternidad ante sus hijos espirituales. Tuvo claro que no se trataba de ser simplemente una señal en el camino, sino que su misión como fundador le exigía, unido de corazón a los suyos, que aspiraban a la santidad, ser también, un padre espiritual para ellos y a través de esa relación viva ser camino hacia el corazón de Dios Padre.

Quien no experimenta un amor paternal a nivel humano puede tener serias dificultades para vivenciar el amor de Dios Padre. Un ejemplo muy claro de esta realidad es Santa Teresita de Lisieux. Tuvo una profunda experiencia de familia, y especialmente una relación afectiva con su padre. Este amor colmó su alma y constituyó la fortaleza que le permitió superar las más duras pruebas en el convento de Lisieux: un amor paternal humano la llevó a una profunda experiencia filial, que la elevó a las alturas de la santidad, al amor de Cristo y a su cruz, y al amor de Dios Padre.

El P. Kentenich fue una figura paternal cálida, pero también un educador con claros principios. Su meta fue siempre elevar las personas, integrando toda su realidad natural, hacia el mundo sobrenatural, hacia el corazón del Padre Dios.

Pensamiento y forma de vida mecanicista

En su tiempo, el P. Kentenich experimentó, como hoy lo experimentamos en nuestra vida cotidiana con más intensidad aún, una fuerte tendencia a separar lo humano de lo divino. Esto tiene que ver con la influencia del protestantismo. Dios lo es todo, el ser humano no es nada, solo miseria y pecado, se niegan las mediaciones (María, los santos, los sacramentos…), la gracia no le penetra, o sencillamente, Dios y el mundo sobrenatural están absolutamente ausentes y desligados de la realidad humana. No hay  trascendencia y el mundo se rige solo por leyes y mecanismos naturales.

Esta forma de pensar y de vivir estaba también arraigada en la Iglesia católica, a tal punto que hoy sentimos todavía sus certeros coletazos. Se le daba importancia a liturgias perfectas, a definiciones teológicas exactas, al cumplimiento formal de preceptos, normas y ritos, pero que no solían trascender en la vida diaria del católico. Pompas, pero no filialidad ante Dios; alta elevación de las autoridades eclesiásticas, pero poca cercanía con el pueblo de Dios. Cumplimiento externo, pero carencia de conversión del corazón.

Invitación al obispo a visitar Schoenstatt

Luego de haber sufrido personalmente el pensamiento mecanicista en su tiempo de juventud, al confrontarse con la dicotomía que observaba en teólogos que en sus vidas no transparentaban las verdades teológicas que predicaban, y al comprobar que se trataba de una forma de pensar y de vivir generalizada en la Iglesia, que tendía a separar fe y vida, el P. Kentenich entiende que luego de las experiencias vividas durante la Segunda Guerra Mundial Schoenstatt ya está maduro y es un momento oportuno para compartirlas con las autoridades eclesiásticas. Es así que invita al obispo de Tréveris, la diócesis en la que se encuentra Schoenstatt, a que visite las comunidades del Movimiento, para compartir su visión de una Iglesia renovada desde lo profundo, pero especialmente, partiendo de esa experiencia vivida.

Pensar, amar y vivir orgánicos

En la visión del P. Kentenich tiene una importancia central unir e integrar todo aquello que, a la luz de la fe, Dios piensa unido e integrado: Tener vida espiritualidad no es una cuestión solo de los domingos, cuando hay que ir a misa, sino que esta debe impregnar y animar una forma de vida en el día a día, aspirando a una santidad de la vida diaria. Dios está presente y se manifiesta en todos los aspectos de la realidad humana. Esta no debe ser despreciada, sino que está llamada a ser valorada, asumida y elevada. Esto implica cultivar una mentalidad que en vez de poner el acento en la ley y exigencias formales, que también tienen su importancia, fomentar sobre todo una relación profunda y filial con Dios.

Él llamó al tejido de relaciones y vínculos que entrelazan toda realidad humana con Dios “organismo de vinculaciones”. Los lazos humanos de familia, de amistad, las vivencias comunitarias; las aspiraciones de corazón a ideales y causas nobles; la vinculación a lugares y el anhelo a un vínculo personal con el Dios de la vida que todo lo impregna, son para Kentenich la bisagra de la que depende que el ser humano tenga fortaleza para enfrentar los embates del mundo moderno y pueda vivir animado por la fe, una sana vinculación con Dios, asumiendo con realismo y actitud positiva los desafíos del tiempo. Es así que Kentenich confronta el pensar y vivir mecanicista, que separa en forma mecánica los elementos de un todo, que se complementan, con el pensar, amar y vivir orgánico, que une todo aquello que Dios concibe unido.

En cuanto a la teología, el pensamiento orgánico no separa a Jesús de María, sino que los asume inseparablemente unidos, dado que por voluntad de Dios, la misión de María fue traernos a Jesús y llevarnos hacia Él. Kentenich afirma que María es el camino más seguro y directo para llegar vitalmente al corazón de Jesucristo. Vemos aquí cómo se entrelazan orgánicamente la teología con la psicología y la pedagogía de Dios.

Visitación diocesana

El obispo de Tréveris, en vez de aceptar el pedido de constituir una comisión de estudio para conocer el aporte que Schoenstatt podía hacer a la Iglesia, envió a su obispo auxiliar, Mons. Bernhard Stein, pero para proceder a una visitación canónica -diocesana-, lo que implicaba una investigación del Movimiento y especialmente de la comunidad de las Hermanas de María. Esta tuvo lugar entre el 19 y el 28 de febrero de 1949. Debemos tener en cuenta que Schoenstatt era un movimiento joven (fue fundado en 1914), muy novedoso para su tiempo en cuanto a su espiritualidad orientada a los laicos y en cuanto a su estructura, y que tuvo una rápida expansión y crecimiento, no solo en Alemania, sino también internacionalmente. La comunidad de las Hermanas de María, por ejemplo, contaba ya en 1949 con unos 1.700 miembros. Pero la cuestión era que Kentenich traía ideas innovadoras difíciles de comprender para una Iglesia alemana muy firme en sus convicciones y tradición, y no muy interesada en abrirse a ideas nuevas.

El P. Kentenich y sus seguidores tenían la convicción de la presencia y del actuar de María en su capillita, en el Santuario del origen en Schoenstatt. Creían que por designio de Dios, la Sma. Virgen había escogido ese pequeño lugar para transformarlo en una fuente de gracias para formar discípulos y apóstoles de Cristo para nuestro tiempo. Esto se asumía y realizaba a través de una alianza que los miembros del Movimiento sellaban en el Santuario con Jesús y María. Se trata de una “Alianza de Amor” que actualiza y potencia la alianza bautismal y el carácter apostólico del cristiano. Además, en Schoenstatt se utilizaban algunos términos y expresiones propias, originales, no comunes en el lenguaje tradicional de la Iglesia. Si bien se reconocía la fuerza apostólica del Movimiento, estas novedades generaban desconfianza en miembros del Episcopado.

Informe de la Visitación

El obispo Stein escribe su informe oficial de la Visitación canónica el 25 de marzo de 1949, el que es enviado al P. Kentenich el 27 de abril, para que tome posición sobre el mismo, en el cual Mons. Stein afirma la ortodoxia de Schoenstatt en cuanto a lo doctrinal y moral, incluyendo su doctrina pedagógica. Pero a la vez expone reparos en cuanto a algunas formas y expresiones en la praxis pedagógica. Critica que observa una marcada dependencia y sumisión de las hermanas a la persona del P. Kentenich.

El fundador recibe el informe encontrándose en Nueva Helvecia, Uruguay. Es consciente de que en algunos casos se haya dado esta dependencia o idealización de su persona, pero también tiene claro que él no solo no apoya estos desbordes, sino que siente que su misión consiste, justamente, en formar personalidades libres. Su persona debe motivar a elevar a las personas libres hacia Dios, nunca hacerse dependientes de él.

Kentenich ve que no fue comprendido. Y dado que el informe toca justamente la médula de lo que identifica como la misión de Schoenstatt, en vez de minimizar el hecho y dejar pasar las críticas, decide responder al mismo expresando, decidida y claramente, que justamente está en juego lo que considera como un tema esencial para la Iglesia: Su visión es la de un hombre nuevo en la nueva comunidad; una persona anclada en Dios de corazón, lo que se posibilita y potencia gracias a la experiencia de vínculos humanos sanos, cálidos y profundos. Insiste, en este sentido, en la importancia fundamental del principio paternal, especialmente en un mundo desprovisto, en muchos casos, de relaciones familiares sanas, que conducen a un quiebre emocional por la falta de una experiencia humana de la figura paterna, que debería ser un reflejo de la paternidad de Dios. En esta carta, expone el pensamiento mecanicista, que separa fe y vida, los vínculos naturales de los sobrenaturales, que afecta también a amplios círculos de la Iglesia, y presenta su visión de un mundo orgánico, integrador.

31 de mayo de 1949: Arriesga la existencia de Schoenstatt por el futuro de la Iglesia

Kentenich es consciente de que con esta carta arriesga su propia reputación, se confronta con la jerarquía y pone en juego el futuro de la Familia de Schoenstatt, pero entiende que estos principios son de vida o muerte para los destinos de la Iglesia, especialmente en Occidente.

Deposita la primera parte de esta carta, en el altar del Santuario de Schoenstatt en Bellavista, Chile, el 31 de mayo de 1949, ofreciéndole a María esta causa mutua, y confiando en que ella se glorificará en la misma, aunque sabe que las consecuencias pueden ser devastadoras, y en esa ocasión expresa:


“Tenemos que contar con que este trabajo hiera profundamente nobles corazones allá en la patria; que despierte una violenta indignación y haga que en respuesta se nos den fuertes y duros contragolpes. No nos admiremos si este trabajo suscita un frente común, poderoso y unido, de hombres influyentes en contra mía y de la Familia. Humanamente hablando, tenemos que contar, por último, con que nuestro intento fracase por completo. Y sin embargo, no podemos sentirnos dispensados de correr este riesgo. ¡Quien tiene una misión ha de cumplirla aunque nos conduzca al abismo más oscuro y profundo, aunque exija dar un salto mortal tras otro!” [1]

Una vez más, Kentenich arriesga el futuro de la Familia, siendo fiel a su conciencia y con la convicción de que es la voluntad de Dios que se juegue por la misión que siente que Él le ha encomendado.

Más tarde se conocería esta carta como “Epístola Perlonga” (carta larguísima), por su extensión. Fue enviada al obispo de Tréveris, Franz Rudolf Bornewasser, como respuesta al informe de la Visitación. En una hoja separada, explicatoria, indicaba al obispo que él solo exponía los fenómenos que observaba en el deterioro de una cultura cristiana y en la vida de la Iglesia en el tiempo actual y que quería provocar una discusión objetiva, temática con la que pretendía ayudar a que la Iglesia encontrara un camino más orgánico para enfrentar los desafíos del tiempo; y que no se trataba de nada personal contra nadie. Presentó con respeto y franqueza sus ideas, y como buen alemán, también con suprema claridad y en forma directa.

Si no abandona su Obra voluntariamente, no regresaría nunca

Mons. Bornewasser fue enviando partes de esta Epístola Perlonga a los obispos alemanes, pero sin incluir la explicación preliminar. Era de esperar que los obispos no la leyeran con agrado. Muchos de ellos la tomaron como falta de respeto. Recordemos que además se trata de un tiempo en que las críticas a la Iglesia no eran bien vistas. La carta encendió las alarmas en la Iglesia. El obispo de Tréveris pide la intervención de la Santa Sede, la que a través de la “Suprema Congregación del Santo Oficio», emprende ahora una Visitación apostólica a Schoenstatt, lo que deriva como primera medida en el exilio del fundador a Milwaukee.

El visitador, P. Sebastian Tromp, jesuita holandés, le ofreció al P. Kentenich dos opciones: Si se separaba voluntariamente de su Obra, quedaba abierta la posibilidad de que volviera a la misma en un futuro no demasiado lejano. Por el contrario, si no lo hacía, se le impondría la separación, y ya no podría contar con la posibilidad de volver. Kentenich lo reflexionó – según su costumbre – preguntándose cuál sería la voluntad de Dios y respondió que por fidelidad a su Obra y su misión no podría separarse voluntariamente de la misma, pero que obedecería al instante una imposición de la Iglesia en ese sentido.

14 años de exilio y liberación

Kentenich nunca fue acusado formalmente de ningún delito y nunca se formuló una acusación contra su integridad moral. En reiteradas oportunidades solicitó al Santo Oficio que se le informara de alguna acusación y que se le sometiera a un juicio eclesiástico, donde podría ejercer su defensa, y presentar formalmente y en profundidad el aporte que deseaba ofrecer a la Iglesia, pero esto nunca sucedió. Luego de 14 años de exilio, recupera su libertad después del Concilio Vaticano II y bajo el pontificado del Papa Pablo VI. El P. Kentenich pudo regresar entonces a Schoenstatt para dedicar los tres últimos años de su vida a las comunidades por él fundadas. Falleció el 15 de septiembre de 1968, el día de Ntra. Sra. de los Dolores, inmediatamente después de celebrar la misa.

Cardenal Ottaviani: “Errar es humano, permanecer en el error es diabólico”

El cardenal Alfredo Ottaviani, secretario del Santo Oficio, había sido responsable de muchos de los duros decretos contra el P. Kentenich. Luego de la rehabilitación del P. Kentenich a su Obra, refiriéndose Ottaviani a su propia actitud en relación al sacerdote, afirmó: «Errar es humano, pero permanecer en el error es diabólico». Al finalizar el exilio, el mismo Ottaviani colocó una imagen de la Virgen de Schoenstatt en su capilla. En la navidad de 1971 en un testimonio que dio sobre el P. Kentenich expresó:

“Solo me resta hablar de la validez ejemplar de su obediencia humilde. Jamás dijo ni escribió palabra alguna de contraacusación o queja por su dolorosa situación, pero tampoco ocultó la seguridad interior, de que algún día triunfaría la verdad. Supo aguantar, obedecer y callar – ¡hasta el heroísmo!”

Y en una prédica en la capilla del Santo Oficio, el 24 de mayo de 1972, el cardenal afirma:

«Aunque en un determinado momento hubo ciertas reservas sobre su Obra, una visión posterior de la misma ha ofrecido tanto aliento y confianza que vemos en la obra del P. Kentenich una de las bendiciones que el cielo ha derramado sobre la tierra. Recemos -el P. Kentenich está ciertamente en el cielo- para que interceda por nosotros a fin de que se nos concedan sus virtudes: la virtud de la humildad, con la que dominó todas las vicisitudes de su vida; la de la obediencia, que vivió en grado supremo; la de la prontitud, que demostró sobre todo en el servicio y por la que se santificó y dio a los demás ejemplo de su santidad».

Proceso de beatificación

La causa de beatificación del P. José Kentenich se encuentra abierta, aunque por el momento en estado de suspenso. Al abrirse en 2020 los archivos del Santo Oficio (hoy Dicasterio para la doctrina de la fe) hasta el año 1958, el período correspondiente al pontificado del Papa Pío XII, se hicieron asequibles al estudio e investigación los documentos relacionados con el exilio del P. Kentenich hasta 1958. Si bien el P. Kentenich fue investigado exhaustivamente en el tiempo de su exilio, el obispo Stephan Ackermann, titular de la diócesis de Tréveris, Alemania, donde se lleva  el proceso en cuestión, decidió que de su parte no seguiría impulsando la causa hasta que no se aclaren totalmente las acusaciones. Por ello, hizo el pedido que se siga investigando a fondo la historia, la vida y conducta del P. Kentenich, también por profesionales especialistas independientes, para que Tréveris pudiera tomar una decisión que no deje dudas sobre el caso Kentenich, y poder reanudar el proceso. El Movimiento de Schoenstatt, por su parte, se ha abocado a publicar los documentos disponibles relacionados con la controversia en torno a los decretos, prohibiciones y medidas a raíz de las visitaciones y el tiempo del exilio contra Kentenich y su Obra. Ya se han publicado una serie de documentos en una colección de “ediciones de estudio”, que se encuentran disponibles, por ahora, en español y alemán. El responsable de este trabajo es el P. Eduardo Aguirre, actual postulador de la causa de beatificación de José Kentenich.

Qué sería hoy la Iglesia alemana si hubieran escuchado a Kentenich

No lo sabemos. Pero un observador de la idiosincrasia alemana y de los procesos de Iglesia puede preguntarse qué sería hoy de la Iglesia alemana si los obispos hubieran escuchado al P. Kentenich. Se trataba en aquel entonces de una Iglesia racional y legalista, donde primaba la estructura y había poca sensibilidad para nuevas corrientes de vida. Hoy, la Iglesia alemana se encuentra en otro extremo. Los valores objetivos van dando lugar al subjetivismo y posturas emocionales, haciéndose fuerte eco del cambio cultural en el mundo, donde en muchos casos ya no valen verdades objetivas y se experimenta un gran relativismo frente a los valores tradicionales. Lo que uno siente, se transforma en realidad. ¿No es acaso esto lo que preveía el Kentenich si la Iglesia no reaccionaba? Si se quiebra el organismo sano de vinculaciones, el ser humano pierde el sentido de la vida.

El liderazgo, en este sentido, lo toma hoy el Papa Francisco, en la línea que ofrecía el P. Kentenich, con carismas y enfoques distintos, pero en la misma dirección: Siendo fieles a la doctrina, a los valores objetivos, hacer de la Iglesia una familia más humana, de vínculos auténticos, de corazón, llenos de confianza en la misericordia de Dios Padre que acoge nuestra pequeñez y limitación y de un compromiso firme con los destinos del mundo, en alianza con el Dios de la vida. El Papa habla de una “cultura del encuentro” y de nuestra acuciante responsabilidad social, lo que formaría un gran organismo de vinculaciones.

Celebraciones en Chile

El Movimiento de Schoenstatt se prepara para celebrar, en torno al Santuario de Bellavista, en Santiago, Chile, los 75 años del paso que diera el P. Kentenich el 31 de mayo de 1949. Estas tendrán lugar desde el viernes 31 de mayo hasta el domingo 2 de junio. Se encuentran ya cerradas las inscripciones para la participación presencial en el lugar histórico, en Bellavista, dado que los 1.500 peregrinos registrados colman la capacidad para la logística del evento. Habrá diversas celebraciones que acompañarán desde diversas partes del mundo.

Se puede acceder a mayor información a través del siguiente enlace: https://jubileo31demayo.schoenstatt.cl/.

Puede verse un corto video de invitación al jubileo en:

A través de este enlace se accede al relato del P. Kentenich sobre la audiencia con el Papa Pablo VI, luego de ser liberado del exilio:

https://www.jkentenich.org/el-exilio-y-su-finalizacion-relatado-por-el-p-kentenich/

En ocasión de este acontecimiento, en próximas entregas, ahondaremos en la misión del mundo orgánico que propone Kentenich, y en aspectos de su vida convulsionada. Su fe en un Dios que acompaña y guía, tanto la historia de la humanidad como la historia personal de cada uno, era tan arraigada y potente que afirmaba que una profunda relación filial con Dios Padre y la fidelidad a la misión exigían poder “vivir al pie del Vesubio” sin miedo y con plena seguridad en la conducción de Dios. Esta realidad marcó profunda y constantemente su vida.

Agradezco al P. Eduardo Aguirre, actual postulador de la causa de canonización del P. José Kentenich, por la revisión crítica del presente artículo.

[1]: Textos Escogidos sobre la Misión del 31 de Mayo, P. José Kentenich. Editor: P. Rafael Fernández de A. Editorial Nueva Patris