Jesús ve al hombre mendicante, y lo escucha, con los oídos del cuerpo y con los del corazón

Palabras del santo Padre en el Ángelus

A las 12.00 horas de hoy, al término de la Santa Misa presidida por el Santo Padre, en la Basílica Vaticana como conclusión de la Segunda Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (2-27 de octubre de 2024) sobre el tema: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los aproximadamente 30.000 fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.

Estas fueron las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Hoy el Evangelio de la liturgia (Mc 10,46-52) nos habla de Jesús, que cura a un hombre de la ceguera. Su nombre es Bartimeo, pero la multitud, por la calle, lo ignora: es un pobre mendigo. Esa gente no tiene ojos para este ciego; lo dejan, lo ignoran. Ninguna mirada atenta, ningún sentimiento de compasión. Bartimeo tampoco ve, pero oye y se hace oír. Grita, grita fuerte: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» (v. 48). Pero Jesús le escucha y le ve. Se pone a su disposición y le pregunta. «¿Qué quieres que te haga?» (v. 51).

“¿Qué quieres que haga yo por ti?”. Esta pregunta, delante de una persona ciega, parece una provocación y, sin embargo, es una prueba. Jesús está preguntando a Bartimeo a quién busca realmente, y por qué motivo. ¿Quién es para ti el “Hijo de David”? Y así el Señor empieza a abrir los ojos del ciego. Consideramos tres aspectos de este encuentro, que se convierte en diálogo: el grito, la fe, el camino.

En primer lugar, el grito de Bartimeo, que no es solo una petición de ayuda. Es una afirmación de sí mismo. El ciego está diciendo: “Yo existo, miradme. Yo no veo, Jesús. ¿Tú me ves?”. Sí, Jesús ve al hombre mendicante, y lo escucha, con los oídos del cuerpo y con los del corazón. Pensemos en nosotros, cuando por el camino nos cruzamos con algún mendigo, cuántas veces miramos para otro lado, cuántas veces lo ignoramos, como si no existiera. Y nosotros, ¿escuchamos el grito de los mendigos?

Segundo punto: la fe. Jesús ¿qué dice? «Vete, tu fe te ha salvado» (v. 52). Bartimeo ve porque cree; Cristo es la luz de sus ojos. El Señor observa cómo Bartimeo le mira a Él. ¿Cómo miro yo a un mendigo? ¿Lo ignoro? ¿Lo miro como Jesús? ¿Soy capaz de entender sus preguntas, su grito de ayuda? Cuando tú das limosna, ¿miras a los ojos del mendigo? ¿Le tocas la mano para sentir su carne?

Finalmente, el camino: Bartimeo, curado, seguía a Jesús «por el camino» (v. 52). Pero cada uno de nosotros es Bartimeo, ciego dentro, que sigue a Jesús una vez que se ha acercado a Él. Cuando tú te acercas a un pobre y te haces sentir cercano, es Jesús que se acerca a ti en la persona de ese pobre. Por favor, no confundamos: la limosna no es beneficencia. El que recibe más gracia de la limosna es el que la da, porque se hace mirar por los ojos del Señor.

Rezamos juntos a María, aurora de la salvación, para que custodie nuestro camino en la luz de Cristo.

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Después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

Hoy hemos concluido el Sínodo de los Obispos. Rezamos para que todo lo que hemos hecho en este mes vaya adelante por el bien de la Iglesia.

El 22 de octubre se celebraba el 50º aniversario de la creación, por parte de san Pablo VI, de la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo, y mañana será el 60º aniversario de la Declaración Nostra aetate del Concilio Ecuménico Vaticano II. Sobre todo, en estos tiempos de grandes sufrimientos y tensiones, animo a los que están comprometidos a nivel local por el diálogo y por la paz.

Mañana se abrirá en Ginebra una importante Conferencia Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, a los 75 años de los Convenios de Ginebra.  Que este evento pueda despertar las conciencias para que, durante los conflictos armados, se respeten la vida y la dignidad de las personas y de los pueblos, como también la integridad de las estructuras civiles y de los lugares de culto, cumpliendo el derecho internacional humanitario. Es triste ver cómo en la guerra, en algunos lugares, se destruyen los hospitales y las escuelas.

Me uno a la amada Iglesia de San Cristóbal de las Casas, en el estado mexicano de Chiapas, que llora al sacerdote Marcelo Pérez Pérez, asesinado el domingo pasado. Un dedicado servidor del Evangelio y del pueblo fiel de Dios. Su sacrificio, como el de otros sacerdotes asesinados por fidelidad al ministerio, sea semilla de paz y de vida cristiana.

Estoy cerca de las poblaciones de Filipinas golpeadas por un fortísimo ciclón. El Señor sostenga a ese pueblo tan lleno de fe.

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular, saludo a la Cofradía del Señor de los Milagros, de los peruanos en Roma, a quienes doy las gracias por su testimonio y animo a proseguir en el camino de fe.

Saludo al grupo de ancianos de Loiri Porto San Paolo, a los chicos de la Confirmación de Assemini (Cagliari), a los “Peregrinos de la salud” de Piacenza, los Oblatos Seculares Cistercienses del Santuario de Cotrino y la Confederación de los Pobres Caballeros de San Bernardo de Chiaravalle.

Y por favor sigamos rezando por la paz, especialmente en Ucrania, Palestina, Israel, Líbano, para que se ponga fin a la escalada y se ponga en primer lugar el respeto de la vida humana que ¡es sagrada! Las primeras víctimas están entre la población civil: lo vemos todos los días. ¡Demasiadas víctimas inocentes! Vemos cada día imágenes de niños masacrados. ¡Demasiados niños! Recemos por la paz.

Os deseo a todos un buen domingo. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!