Jesucristo se hizo pobre por ti

Discurso de S.E. Mons. Rino Fisichella

Jornada Mundial de los Pobres © Vatican Media

A las 11.30 de esta mañana, 14 de junio de 2022, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha tenido lugar la Conferencia de prensa para presentar el Mensaje del Santo Padre Francisco para la VI Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el domingo 13 de noviembre de 2022, con el tema «Jesucristo se hizo pobre por vosotros» (Cf. 2 Cor 8,9).

Intervienen: S.E. Mons. Rino Fisichella, Arzobispo titular de Voghenza, y Mons. Bell.

A continuación, el discurso de S.E. Mons. Rino Fisichella:

***

“¡Cuántos pobres genera la insensatez de la guerra!” (n. 2). Es en este grito, probablemente, que se puede englobar el Mensaje del Papa Francisco para la VI Jornada Mundial de los Pobres, que este año tendrá lugar el 13 de noviembre. La mirada de quienes toman este texto entre sus manos está necesariamente fija en los tristes acontecimientos que se están viviendo en los últimos meses y que aún mantendrán a poblaciones enteras bajo el chantaje del miedo y la guerra en las próximas semanas. A nadie escapa el llamamiento que cada día el Papa hace al mundo para que tome conciencia de las consecuencias que produce la guerra. Están los más inmediatos que crean millones de refugiados y “deportación de miles de personas, especialmente niños y niñas” (n. 2) que son desarraigados de su tierra, de la cultura con sus tradiciones, y de la propia lengua para imponerles una identidad extraña fruto del cálculo y el abuso. En pocas líneas se encuentra una descripción de violencia y dolor que no pueden dejarnos tranquilos: “Son millones las mujeres, los niños, los ancianos obligados a desafiar el peligro de las bombas con tal de ponerse a salvo… cada día conviven con el miedo y la falta de alimentos, agua, atención médica y sobre todo de afectos” (n. 2).

Están las consecuencias que se derivan de la prolongación de las guerras que crean grandes penurias y sufrimientos también en las poblaciones que viven cerca y que, por la dependencia de los recursos a nivel global, sufren inevitables dificultades y sacrificios. Al Mensaje no se le escapa a esta condición que se describe con precisión: “mientras más continúa el conflicto, más se agravan sus consecuencias. A los pueblos que acogen les resulta cada vez más difícil dar continuidad a la ayuda; las familias y las comunidades empiezan a sentir el peso de una situación que va más allá de la emergencia. Este es el momento de no ceder y de renovar la motivación inicial. Lo que hemos comenzado necesita ser llevado a cumplimiento con la misma responsabilidad.” (n. 4).


El Papa Francisco con su estilo, al que no le falta parresía, es decir, el hablar claro sin descontar a ninguno, entra directamente en el corazón del problema: “Frente a los pobres no se hace retórica, sino se ponen manos a la obra y se practica la fe involucrándose directamente, no puede ser delegado a nadie” (n. 7). Su pensamiento se desarrolla en tres pasos que permiten trazar un camino de compromiso activo y solidaridad responsable. El primero es rechazar cualquier forma de “relajación, lo que conduce a comportamientos incoherentes, como la indiferencia hacia los pobres” (n. 7). Es un tema que vuelve a menudo en el magisterio del Papa porque es una condición cultural fruto de un secularismo exasperado que encierra a las personas dentro de una muralla china sin más sentido de la responsabilidad social, con la ilusión de vivir una existencia feliz, pero de hecho efímera y sin fundamento. El Papa Francisco habla del “sueño de la indiferencia” del que es necesario despertar precisamente a través del compromiso de caridad: “Quien es indiferente ve todo igual, como de noche, y no le importa quién está cerca. Cuando orbitamos solo alrededor de nosotros mismos y de nuestras necesidades, indiferentes a las de los demás, la noche cae en el corazón. El corazón se vuelve oscuro. Pronto se empieza a lamentar de todo, luego a sentirse víctima de todos y finalmente hacen complot de todo. Lamentaciones, sentimientos de víctima y complot. Es una cadena. Hoy esta noche parece pesar sobre muchos, que reclaman para sí mismos y no se interesan por los demás. ¿Cómo podemos despertar de este sueño de indiferencia? Con la vigilancia de la caridad… La caridad es el corazón palpitante del cristiano: así como no se puede vivir sin un latido, no se puede ser cristiano sin la caridad. ¡A algunos les parece que sentir compasión, ayudar, servir son cosas de perdedores! En realidad, es lo único vencedor, porque ya está proyectado al futuro, al día del Señor, cuando todo pasará y sólo quedará el amor” (Homilía 29 noviembre 2020).

El segundo paso es asumir la solidaridad como forma de compromiso social y cristiano: “La solidaridad, en efecto, es precisamente esto: compartir lo poco que tenemos con aquellos que no tienen nada, para que ninguno sufra. Mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad… Como miembros de la sociedad civil, mantenemos vivo el llamado a los valores de libertad, responsabilidad, fraternidad y solidaridad. Y como cristianos, encontramos siempre en la caridad, en la fe y en la esperanza el fundamento de nuestro ser y nuestro actuar” (n. 5). El análisis del Papa Francisco en este horizonte no está exento de referencias concretas. De hecho, en las últimas décadas muchos países, a través de leyes que han fomentado políticas familiares y apoyado proyectos sociales, han alcanzado verdaderas conquistas económicas que han llevado a un “crecimiento del bienestar para muchas familias, que han alcanzado un estado de vida seguro” (n. 5). Ha llegado el momento, por tanto, de compartir este “patrimonio de seguridad y estabilidad” (n. 5), para que nadie tenga que encontrarse en la indigencia y la miseria. Una participación responsable que abandona las diversas formas de asistencialismo, demasiado fáciles de realizar y sin verdadera eficacia para la dignidad de las personas (cfr. n. 7), para asumir un comportamiento que se hace fuerte en “la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como un hermano que tiende la mano para que yo sea rescatado del letargo en el que he caído” (n. 7). Esto requiere una vigilancia capaz de considerar el valor justo del dinero. Esta es una pista importante porque el Papa Francisco se muestra como un profundo conocedor del corazón humano cuando señala: “el problema no es el dinero en sí, porque forma parte de la vida cotidiana y de las relaciones sociales de las personas. En lo que debemos reflexionar es, más bien, el valor que tiene el dinero para nosotros: no puede convertirse en un absoluto, como si fuera el fin principal. Tal apego impide observar con realismo la vida de cada día y nubla la mirada, impidiendo ver las necesidades de los demás. Nada más dañino puede acontecer a un cristiano y a una comunidad que ser deslumbrados por el ídolo de la riqueza, que termina encadenando a una visión de la vida efímera y fracasada” (n. 7).

El tercer paso se convierte propositivo con la imagen que guiará a los creyentes en la VI Jornada Mundial de los Pobres. Es la cita de la segunda Carta de Pablo a los cristianos de Corinto: “Jesucristo se hizo pobre por vosotros” (2 Cor 8, 9). El contexto de la Carta del Apóstol es el de la recaudación de fondos para ayudar a los pobres de la comunidad de Jerusalén. Los corintios que inmediatamente se sumaron con entusiasmo a esta iniciativa, con el paso del tiempo se cansan y se vuelven menos generosos. Una condición que se repite en el tiempo y que manifiesta más la emotividad con la que se reacciona ante la pobreza que la responsabilidad de una elección que se hace tangible en un compromiso que no conoce descanso ni fatiga. El testimonio de los cristianos, por tanto, necesita ser sostenido por el ejemplo que el mismo Jesús nos ha dado: “la verdadera riqueza no consiste en acumular «tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban» (Mt 6, 19), sino en el amor recíproco que nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido” (n. 8).

Es necesario fortalecerse a partir de la experiencia vivida en estos dos últimos años que ha permitido a todos, sin excepción, experimentar una forma de pobreza como la debilidad, la sensación de limitación, el miedo, la falta de afectos y mucho más, para adquirir algo realmente esencial para la vida: “no estamos en el mundo para sobrevivir, sino para que a todos se les permita una vida digna y feliz. El mensaje de Jesús nos muestra el camino y nos hace descubrir que hay una pobreza que humilla y mata, y hay otra pobreza, la suya, que nos libera y nos hace felices” (n. 8). La primera se reconoce inmediatamente porque está ante nuestros ojos en las formas más dispares; es la “miseria, hija de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de los recursos. Es una pobreza desesperada, sin futuro, porque la impone la cultura del descarte que no otorga perspectivas ni salidas. Es la miseria que, mientras constriñe a la condición de extrema pobreza, también afecta la dimensión espiritual que, aunque a menudo se descuide, no por esto no existe o no cuenta. Cuando la única ley pasa a ser el cálculo de las ganancias al final del día, entonces ya no hay freno para adoptar la lógica de explotar a las personas: los demás son sólo medios. No existen más salarios justos, horas de trabajo justas, y se crean nuevas formas de esclavitud, sufridas por personas que no tienen otra alternativa y deben aceptar esta venenosa injusticia con tal de obtener lo mínimo para su sustento” (n. 8). La segunda, por el contrario, es la que parece paradójica y muchas veces impensable a seguir por nuestros contemporáneos y, sin embargo, es la que libera porque “se nos presenta como una elección responsable para aligerar el lastre y centrarnos en lo esencial. De hecho, se puede encontrar fácilmente esa sensación de insatisfacción que muchos experimentan, porque sienten que les falta algo importante y van en su búsqueda como errantes sin una meta. Deseosos de encontrar lo que puede satisfacerlos, tienen necesidad de orientarse hacia los pequeños, los débiles, los pobres para finalmente comprender aquello de lo que verdaderamente tenían necesidad. El encuentro con los pobres permite poner fin a tantas angustias y miedos inconsistentes, para llegar a lo que realmente importa en la vida y que nadie nos puede robar: el amor verdadero y gratuito. Los pobres, en realidad, antes de ser objeto de nuestra limosna, son sujetos que nos ayudan a liberarnos de las ataduras de la inquietud y la superficialidad” (n. 8).

Que esta elección sea posible y real, el Papa Francisco lo muestra con el ejemplo de San Charles de Foucauld “un hombre que, nacido rico, renunció a todo para seguir a Jesús y convertirse con Él pobre y hermano de todos” (n. 10). Un hombre de nuestros días que humanamente no ha visto los frutos que ha traído su santidad y, sin embargo, ha pasado a la historia por su elección de ser pobre. Desde estas páginas, por tanto, se desplegará el compromiso de las Iglesias locales para la celebración de la VI Jornada Mundial de los Pobres, que cada año se arraiga más y más en el corazón de los cristianos de todo el mundo con las más variadas iniciativas, fruto de la caridad creativa que anima y suscita el compromiso de la fe.

El Papa Francisco, a través del compromiso del Dicasterio para la Evangelización en la sección que por competencia tiene la responsabilidad de esta Jornada Mundial, vivirá este momento con la tradicional Celebración Eucarística el domingo 13 de noviembre y las diversas iniciativas que en el transcurso de la semana anterior llegará a las diversas formas de pobreza en su diócesis de Roma. El año pasado, se llegó a 5000 familias que recibieron un botiquín de medicamentos para enfrentar la pandemia y las diversas enfermedades estacionales, ofrecido por Angelini Pharma S.p.A., Procter & Gamble y Regia Congressi. Además, se repartieron toneladas de víveres (alimentos de primera necesidad como aceite, sal, azúcar, salsa de tomate, café, leche, arroz…) obtenidos gracias a la generosidad de la familia Fedeli de los Supermercati Elite y la familia Ferro de la pasta La Molisana. Igual solidaridad expresó Unipol Sai que hizo posible el pago de las facturas de agua, luz, gas, seguros y alquileres a 500 familias que el desempleo y diversas contingencias les hicieron imposible hacerse cargo con el riesgo de condiciones de vida inhumanas. En definitiva, esto y mucho más ha sido posible, como esperamos que siga siendo posible, porque tantas personas han aceptado la invitación a la generosidad como al comienzo de nuestra historia el apóstol había dirigido a los primeros cristianos, no para hacerles un mandamiento, sino más bien para hacer a todos más sensibles a las necesidades de los hermanos y hermanas que viven en malestar y pobreza.