Ser cristiano sigue siendo motivo de persecución en pleno siglo 21. No me refiero solo a países con teocracias islámicas. Me refiero a Latinoamérica, la región más cristiana del mundo, donde el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua dirige una brutal represión contra la Iglesia Católica, violando la más elemental libertad religosa y prohibiendo incluso la celebración de misas. La gota que derrama el vaso ha sido el reciente secuestro, este 19 de agosto en la madrugada, de Monseñor Rolando Álvarez y más religiosos que se hallaban en la Curia Arzobispal.
Esto, por supuesto, nos duele especialmente a los cristianos y merece la más enérgica protesta de todos los líderes de la Iglesia Católica. Con ello no solo me refiero a los clérigos, sino a los laicos que formamos parte de la Iglesia y que, desde distintas posiciones de liderazgo en la sociedad, no podemos ser indiferentes ante el dolor que sufre la Iglesia perseguida de Nicaragua. Quienes, por cálculos mezquinos o cualquier otro motivo, miran a otro lado ante esta situación de flagrante injusticia, se vuelven cómplices de la persecución. Ya lo decía en su carta el apóstol Santiago: “Quien sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado” (4,17).
Pero no solo los cristianos debemos alzar la voz. La libertad religiosa es un derecho fundamental de todo ser humano. Es estrecha hermana de la libertad de expresión y de pensamiento: sea que la compartamos o no, la fe es una de las expresiones más íntimas y universales del espíritu humano. La libertad religiosa forma parte de nuestra dignidad humana y cobija no solo al cristiano, sino a la profesión de cualquier fe o a la decisión de no profesar ninguna. Los modernos estados laicos no deben confundirse con estados anti-religiosos. Estado laico es aquel que permite libremente cualquier fe, sin que nadie sea perseguido por ella. Bien entendido, entonces, el Estado laico es el garante del ejercicio de la libertad religiosa para todos los credos.
Por tanto, la persecución del régimen de Daniel Ortega contra la Iglesia en Nicaragua es un ataque a la libertad y la democracia en el corazón de las Américas. Al atentar contra la libertad de los católicos para practicar su fe, está en riesgo la libertad de todo ser humano en Nicaragua para expresar sus más íntimas convicciones, sean las que fueren.
Es irónico que esta lamentable represión ocurra justo en Nicaragua, la tierra del eterno Rubén Darío, quien definió el alma cultural de América Latina por su identidad cristiana, indígena e hispana, cuando describía a la “América ingenua que tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”. Acaso hoy, al contemplar la barbarie de su compatriota Ortega, le recordaría esta advertencia profética de sus versos: “¡Cristo resurge, hace la luz del caos / y tiene la corona de la Vida!”
Desde la Academia de Líderes Católicos, condenamos la represión contra los cristianos y oramos por nuestros hermanos de la Iglesia perseguida en Nicaragua, que, al igual que los discípulos de Jesús en los primeros siglos, hoy arriesgan su vida y su libertad por proclamar su fe. Y, como latinoamericanos, nos unimos para exigir respeto a las libertades de religión, expresión y pensamiento, que son vitales para la democracia y la prosperidad de nuestra América.
Héctor Yépez Martínez. Director de la Academia Ecuatoriana de Líderes Católicos. Profesor y Director del Centro de Arbitraje y Mediación – Universidad Espíritu Santo