No pretendo realizar un tratado sobre el magisterio del Papa Francisco, porque de ello correrán muchas tintas a lo largo y ancho del mundo. Como fiel laico de la Iglesia chilena, me gustaría aprovechar esta ocasión para hacer un recorrido por aquellas enseñanzas y momentos que me han dejado una huella marcada en el corazón del pontificado de Bergoglio.
La primera es cuando el mundo le conoció, corría por allá por el 2013, yo en la Universidad Católica de Valparaíso, de estudiante, corrimos con un grupo de amigos a la casa más cercana de uno de nosotros a ver quién era el nuevo Papa. En aquellos tiempos, no eran tan masivas como ahora las redes sociales, por lo que la televisión era la forma de informarse, así le conocimos. Al escuchar que era Bergoglio, no entendíamos bien lo trascendental, luego escuchamos que era argentino, teníamos un Papa Latinoamericano, era uno de nuestros hermanos, del otro lado de la cordillera, desde ya lo sentimos cercano. Le vimos salir al balcón, sin muchos ornamentos, el jesuita de negro se había revestido de blanco, Buenos Aires se le había ampliado al mundo entero. Además, le pide la bendición a su pueblo, desde ahí no ha dejado de pedirnos que recemos por él. Porque se siente un misericordiado, alguien que ha sido mirado con misericordia por los ojos de Dios. Misericordia que nos ha enseñado a lo largo de estos diez años, llamando, incluso a un Jubileo extraordinario, para que no pasase desapercibido en una catequesis más. Debíamos todos los católicos, fijar nuestros ojos en la misericordia del Padre, para ser como Él, misericordiosos con nuestros hermanos (Cfr. Lc 6, 27-38). No sólo ha hablado con palabras, también con gestos, le hemos visto con aquellos que están en la periferia de la sociedad, nos ha enseñado el concepto del descarte, no sólo de cosas que se desechan, también de los ancianos y jóvenes, unos por mucha experiencia, los otros por poca. También ha puesto en el centro a los pobres, su nombre ya indicaba el camino, estaría con los más desposeídos, pero no solo en lo económico, también de espíritu.
No puedo dejar de recordar cuando le pude ver en Roma en las fiestas de Pascua del 2017, ahí pude estar a menos de un metro en la procesión de entrada y salida en la Basílica de San Pedro, me pude dar cuenta que en audiencias camina pendiente del pueblo de Dios, en la Eucaristía va pendiente de Dios. En aquel mensaje pascual del domingo de Resurrección centraba su mensaje en que el Buen Pastor Resucitado “Se hace cargo de cuantos son víctimas de antiguas y nuevas esclavitudes: trabajos inhumanos, tráficos ilícitos, explotación y discriminación, graves dependencias”. (Urbi et orbi, 2017). Francisco no ha dejado pasar oportunidad para preocuparse de las problemáticas sociales de nuestro tiempo, de aquellas que por años estuvieron en silencio o sin un nombre.
Palabras que recuerdo también en el corazón son las que pronunció al despedirse de Chile el año 2018, dónde nos deseo paz y unidad. “Qué más puedo desearles que terminar mi visita diciéndole al Señor: mira la fe de este pueblo, y regálales unidad y paz” (Chile, 2018). Ni que hubiese sabido que el siguiente año, las desigualdades e injusticias sociales y políticas de nuestro país iban a explotar en un estallido social sin precedentes, dejando en una crisis al país que pedía mayor justicia y dignidad. En aquel viaje, recuerdo que citó al Cardenal Silva Enríquez, San Alberto Hurtado, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, haciendo de su mensaje, un mensaje cercano a nuestro país, un país que bien conocía, pues se había formado en su preparación para Jesuita en nuestra tierra. Un viaje que, seguramente, pasará a la historia de la Iglesia como uno de los más difíciles y menos exitosos (humanamente hablando) del Pontificado de Francisco, pero que tuvo como consecuencia acciones concretas y a gran escala para acabar con la cultura del abuso al interior de la Iglesia chilena.
Francisco también, me ha permitido entender el concepto de Ecología integral con Laudato Sii. Muchos nos criamos pensando en los colegios, que el reciclaje y el cuidado de la naturaleza era solo para cuidar a los animales y árboles, pero que el problema era de las otras criaturas, no nuestra. La verdad, es que Francisco nos ha mostrado que el problema ecológico es un problema humano, si destruimos nuestra Casa, que es Común, que es de todos, nos destruimos a nosotros mismos, lo que hace que el problema sea humano, por lo tanto, digno de tratar como Doctrina Social de la Iglesia.
Así también, me ha marcado su cercanía en la pandemia que azotó al mundo entero, se le ha sentido como un párroco cercano que ha querido estar con sus feligreses, con sus comunidades, cuando no se podía estar de manera presencial. Cuánto nos acompañaron las Eucaristías diarias desde Casa Santa Marta, con mensajes breves y precisos para no decaer en tiempos de incertidumbre y sufrimiento. Pero si con gestos habla el Papa Francisco, la imagen de verle caminar sólo en una Plaza de San Pedro, que siempre está abarrotada de feligreses, bajo la lluvia y camino hacia la cruz, mostró lo crudo de la situación, la soledad que todos estábamos experimentando. Nos mostró que al final del camino es Cristo la Esperanza con mayúscula, dándonos su bendición con Jesús Sacramentado, a una plaza vacía, pero una bendición que nos llegó a la ciudad y al mundo.
Otra enseñanza es la de los Santos de la Puerta del lado en Gaudate et exultate, aquellos que no han sido canonizados, pero que nos acompañan e interceden desde el cielo, personas buenas, honestas, que vivieron cristianamente y que hoy gozan de la presencia de Dios. Junto con ello, lo cotidiano de la santidad, entendida como aquella vocación que tenemos todos hacia el encuentro con todos, no siendo algo exclusivo de curas y monjas. Hemos aprendido, también, sobre la Fraternidad con Fratelli Tutti, a partir de la parábola del buen samaritano, nos ha enseñado que el prójimo, no es sólo el que tengo más cercano, sino que todos estamos llamados a hacernos próximos, a aproximarnos al sufrimiento del otro, a no pasar mirando para el lado, sino al contrario, dando, incluso, lo que más nos cuesta entregar hoy: tiempo, eso es lo primero que entregó aquel buen samaritano.
Finalmente, una oración por su Ministerio Petrino, para ello mi recuerdo se dirige nuevamente al 2017, cuando tuve la oportunidad de visitar el palacio de verano de los Papas en Castel Gandolfo, Italia. Allí había una inscripción en latín con la lista de los Pontífices con sus respectivas fechas de Pontificado, en el caso de Francisco, recitaba: “Felizmente reinante” y yo imploro: Así sea.
Ricardo Ramírez Basualdo
Profesor de la Academia de Líderes Católicos de Chile