Al ver el título, sentí como que había leído el libro en cinco segundos. Cuatro palabras, tan obvias, sacan a la luz uno de los más cruciales problemas de la Iglesia de hoy: la carencia de una relación personal, filial y profunda con Jesús y la comunidad eclesial (nada nuevo), que lleva a muchos a intelectualizar la fe a tal grado que son capaces de empantanarse en una palabra, frase o escrito del Papa, para terminar atacándolo de forma fulminante, despreciando los más elementales valores cristianos.
Concedido. El título es frontal. Viene sin anestesia. Solo cuatro palabras que pueden generar curiosidad, provocación, o una fuerte toma de posición a priori. La palabra “herejía” combinada con “tradición”, y la sugerencia de que la utilización de la segunda podría ser un disfraz de la primera, debe hacer saltar las alarmas en muchas personas que buscan en la tradición de la Iglesia sus certezas en la fe.
Pero el estilo que utiliza el portugués Pedro Gabriel permite al lector honesto, que se anima a liberarse de preconceptos, recorrer el desarrollo de la tesis del libro con un vivo interés, porque abunda en planteamientos objetivos, que en forma orgánica invitan a la reflexión sobre la importancia de la comprensión de los contextos que hacen a la esencia de la tradición y de la Iglesia misma.
Con clara argumentación, Gabriel expone los graves errores de tradicionalistas radicales y los compara con errores similares cometidos en el pasado, que constituyen herejías.
En un tiempo en que las críticas al Papa son despiadadas, descarnadas, porque “sus dichos no se ajustan a la tradición de la Iglesia”, se impone un análisis profundo sobre el significado de dicha tradición. Y es esto lo que nos regala Pedro Gabriel.
“Sabios” teólogos, Influencers y medios de comunicación, eruditos de la teoría, analizan constantemente las palabras del Papa Francisco a la luz de la doctrina de la Iglesia y su tradición, rechazando solapadamente el ponerlas en contexto, arrastrando con ellos a una multitud de seguidores que buscan ser fieles a la Iglesia, y que son atrapados por el remolino de la confusión que estos generan.
La clave para comprender el Magisterio de la Iglesia: humildad
Pienso especialmente en estos últimos, para quienes el cristianismo no es ni política ni ideología, sino el camino por excelencia para aspirar sinceramente a la santidad. Es difícil pasar de un seguimiento ciego a un líder mesiánico que todo lo resuelve por uno con perfecta argumentación, a abrir la mente y el corazón al Espíritu Santo que se expresa a través del ungido por Él, el Santo Padre.
Pienso en quien razona con un sistema teológico perfecto, en quien sigue a líderes que en vez de aprender del Papa, lo juzgan y condenan. Dios quiera que a través de este libro puedan abrir su entendimiento para comprender los principios por los que se guía todo pontífice, para que, dócil a la inspiración del Espíritu Santo, pueda guiar a la Iglesia de Cristo por un camino profético.
La clave para abrirse al camino de la teología y del mundo de Dios es la humildad. El Papa Francisco afirma que “teología debe hacerse de rodillas”, y que aquel que tiene un sistema teológico cerrado, aquel que tiene respuesta para todo, “es un teólogo mediocre”.
Siempre hubo tradicionalistas que combatieron el magisterio de su tiempo
Pedro Gabriel presenta su libro expresando:
«Como todos los promotores de herejía y cisma, hacen falso alarde de haber conservado la antigua fe católica mientras derriban el fundamento principal de la fe y de la doctrina católica. Ciertamente reconocen en la Escritura y en la Tradición la fuente de la Revelación Divina, pero se niegan a escuchar el Magisterio siempre vivo de la Iglesia”.
Esta frase no es de hoy, ni de este siglo. Fueron pronunciadas por el papa Pío IX, quien fuera pontífice entre 1846 y 1878.
La Tradición apostólica no cambia; las tradiciones eclesiásticas pueden cambiar
El autor, siguiendo la enseñanza plasmada en el Catecismo de la Iglesia, explica la diferencia entre Tradición y tradiciones. “¿Cuál es la diferencia, entonces, entre ‘Tradición’ y ‘tradiciones’?”, se pregunta. “¿Qué significa decir que algunas tradiciones son ‘accidentales o temporales’?” Y recurre al Papa Benedicto para aclararlo: “Ratzinger alude a la distinción entre tradición apostólica y tradición eclesial. Los apóstoles fueron promulgadores de las verdades que Dios les reveló, pero también fueron legisladores y pastores de las iglesias que fundaron.
Del mismo modo, los obispos y papas a lo largo de la historia hasta nuestros días no solo fueron maestros, sino también legisladores y responsables políticos. Lo que los apóstoles predicaron y escribieron sobre la revelación constituye la tradición apostólica y no puede cambiarse, porque es lo que Dios les transmitió de forma irrepetible. Sin embargo, como legisladores y pastores, también establecieron ciertas leyes y normas que consideraron necesarias o útiles en las iglesias particulares que fundaron. … A la luz de la Tradición, estas tradiciones pueden ser conservadas, modificadas o incluso abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia”.
Y remata citando al #83 del Catecismo de la Iglesia Católica: “Es preciso distinguir de ella (la Tradición) las ‘tradiciones’ teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Solo a la luz de la gran Tradición aquellas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia”.
La rigidez no es buena consejera
El capítulo en el que el autor relata pormenores del Sínodo Amazónico, recoge un comentario del Papa hecho en su viaje desde Antananarivo, Madagascar, a Roma: “Después del Concilio Vaticano I, por ejemplo, la última votación, la de la infalibilidad, un grupo bien numeroso se marchó y fundó la Antigua Iglesia Católica para permanecer ‘fieles’ a la tradición de la Iglesia. Luego evolucionaron de otra manera y ahora ordenan mujeres. Pero en aquel momento eran rígidos, se unieron a la ortodoxia y pensaron que el Concilio se había equivocado”.
El Magisterio de la Iglesia -el Papa- es la autoridad dada por Jesús
Ante tanta confusión, debemos dejar de pensar a la Iglesia como constituida por dos bandos, como si fuera un partido político. Tenemos que partir siempre de sustentos objetivos. Es la única forma de pararse en terreno firme. Así el autor expresa que “Jesucristo, en razón de su autoridad divina, es la fuente de toda tradición y también el intérprete último de la ley”. Y explica: “… hemos visto que Jesús puede legar, y de hecho legó, parte de su autoridad a la Iglesia, concretamente a Pedro”. Y se pregunta “¿Cómo se manifiesta esta tarea interpretativa?”
Responde recurriendo nuevamente al Catecismo de la Iglesia Católica, con dos párrafos.
El primero afirma que: “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado solo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo, es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma”. CIC #85
El segundo define que “El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado únicamente al Magisterio de la Iglesia, al Papa y a los obispos en comunión con él”. CIC #100 Esto implica que lo que proclaman obispos que no se encuentran en comunión con el papa, o sea, quienes lo atacan, desacreditan, difaman y niegan su autoridad, obviamente no forma parte del Magisterio.
Pablo corrigió a Pedro, pero no por la doctrina, sino por su hipocresía
Al respecto del argumento de que “Pablo corrigió a Pedro”, el autor explica que “normalmente, los apologistas católicos trabajaron incansablemente para desacreditar esa afirmación protestante. Ahora, sin embargo, en un golpe de ironía, los católicos eran los que propagaban este argumento”.
Luego de un profundo análisis, el escritor revela el punto clave. El reproche de Pablo a Pedro no trató sobre herejía alguna, sino sobre la hipocresía de Pedro, dado que “antes de que vinieran algunos allegados de Santiago, comía con los hermanos de origen no judío; pero después de que llegaron estos empezó a alejarse, y ya no se juntaba con ellos por temor al grupo judío”. Gal. 12
Testimonios
Diversas personalidades hacen su crítica sobre el libro en cuestión. Así el Dr. Robert Fastiggi, profesor de Teología Sistemática en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón, en Detroit, Michigan, opina que «Pedro Gabriel muestra las mismas cualidades admirables que se encuentran en sus otros escritos, a saber, investigación cuidadosa, argumentación clara y refutaciones caritativas pero convincentes de las falsas afirmaciones hechas por los críticos papales”.
Por su lado, el Dr. Rodrigo Guerra López, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, remarca que «Pedro Gabriel ha logrado articular una apasionada defensa católica de la verdadera Tradición frente a sus deformaciones pseudo-tradicionalistas. Nada más oportuno para comprender -de una vez por todas- que el Espíritu Santo no se ha ido de vacaciones y asiste constantemente a todos los sucesores de Pedro en la conducción y gobierno de la Iglesia.»
Rocco Buttiglione, miembro de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y presidente de la Academia de Líderes Católicos, manifiesta que «Pedro Gabriel tiene el don de dar respuestas transparentes y honestas a preguntas intrincadas. Ahora en este libro explica qué es la Tradición Católica. Una de las plagas de la discusión actual sobre el Pontificado del Papa Francisco son los tradicionalistas que desconocen la Tradición de la Iglesia. Para proponer la misma verdad en un contexto distinto, frente a una cultura distinta y de desafíos diferentes, no basta con repetir las mismas palabras. Las palabras se interpretan siempre en un contexto. … El lector encontrará respuestas claras en un lenguaje fácil de entender y en el que brilla un ferviente amor a la Tradición y al cuerpo de Cristo encarnado”.
A su vez, Mike Lewis, cofundador y editor del reconocido sitio web Where Peter Is, expresa que «el Dr. Gabriel se enfrenta directamente a los argumentos de los tradicionalistas radicales y ofrece una respuesta exhaustiva, sin dejar piedra sin remover. El libro hace hincapié en las doctrinas de la Iglesia sobre el papado, especialmente en el papel crucial del Papa en el mantenimiento de la unidad de la Iglesia y como garante de la ortodoxia”. Y cierra: “Recomiendo encarecidamente este libro a cualquier persona interesada en la eclesiología católica que quiera comprender los debates actuales sobre la autoridad y la tradición en la Iglesia”.
Es de esperar que este libro pronto se traduzca al español y a otros idiomas. Hoy se encuentra disponible en su idioma original, el inglés -Heresy disguised as tradition-, y en portugués –Heresia Disfarçada de Tradição-. Deseamos que ayude a iluminar las mentes de quienes buscan auténticamente respuestas apropiadas a los temas más candentes de la Iglesia en este tiempo.