Hacia una plena presencia pretende promover una reflexión común sobre la participación de los cristianos en las redes sociales, que están cada vez más presentes en la vida de las personas. La finalidad del documento, inspirado en la parábola del Buen Samaritano, es iniciar una reflexión común para fomentar una cultura de amor al prójimo también en la esfera digital.
En el contexto de las redes sociales, en el que los individuos son a menudo consumidores y mercancías, esta reflexión pastoral busca una respuesta llena de fe. Esta respuesta comienza por discernir los estímulos que recibimos y por escuchar voluntariamente. La atención, el sentido de pertenencia, la reciprocidad y la solidaridad son los pilares necesarios para construir un sentido de comunidad que, en última instancia, debería fortalecer las comunidades locales, que pueden convertirse en los motores del cambio. Transformándonos en “tejedores de comunión” a través de la creatividad del amor, podemos imaginar nuevos modelos basados en la confianza, la transparencia y la inclusión, y aprender a estar presentes en las redes con el estilo de Dios, llevando el signo del testimonio.
Cuidado con las trampas en las autopistas digitales
La revolución digital ha creado nuevas oportunidades, pero presenta no pocos retos. El documento identifica varias trampas que debemos evitar en nuestro viaje por las «autopistas digitales». A causa de fenómenos que van desde la reducción de los usuarios individuales a consumidores y mercancías, hasta la creación de «espacios individualistas» que agrupan a personas de ideas afines o fomentan comportamientos extremos, en el viaje por la esfera digital muchos quedan marginados o heridos. Para los cristianos, esto plantea una pregunta: ¿Cómo podemos ayudar a que el entorno en línea se convierta en un lugar para compartir, colaborar y pertenecer, basado en la confianza mutua?
De la conciencia al verdadero encuentro
Actuar como buen prójimo en el entorno de las redes sociales comienza con una disposición a escuchar, como respuesta a la toma de conciencia de que quienes encontramos en línea son personas reales. Incluso en un entorno caracterizado por la «sobrecarga de información», las actitudes de escucha intencionada y de apertura del corazón nos permiten pasar del mero reconocimiento del otro a un verdadero encuentro. Podemos empezar a conocer a nuestro prójimo digital y a darnos cuenta de que sus sufrimientos nos conciernen. Nuestro objetivo es construir no sólo «conexiones», sino encuentros que se conviertan en relaciones reales y fortalezcan las comunidades locales.
Del encuentro a la comunidad
En nuestro viaje por las autopistas digitales, podemos encontrarnos con los demás con el espíritu de quien pasa con indiferencia o con un espíritu de apoyo y compañía. Si hacemos esto último, nosotros -que a veces somos como el buen samaritano y a veces como el herido- comenzaremos a curar las heridas que produce un entorno digital tóxico. Necesitamos reconstruir los espacios digitales para que sean entornos más humanos y saludables. Al mismo tiempo, podemos ayudar a orientar estos entornos para que fomenten comunidades auténticas basadas en ese encuentro encarnado que es indispensable para quienes creen en la Palabra que se hizo carne.
Un estilo característico
Los cristianos aportan un «estilo» característico a las redes sociales, un estilo de compartición que tiene su origen en Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros con sus palabras, sus acciones, su alma y su cuerpo. Él nos enseñó que la verdad se revela en la comunión, y que la comunicación también procede de la comunión, es decir, del amor. La presencia de los cristianos en los medios digitales debe reflejar este estilo comunicando información veraz con creatividad y de un modo que surja de la amistad y construya comunidad. Con este estilo, el cristiano hará uso de historias; ejercerá su influencia en línea de manera responsable, ya que los cristianos deben ser «tejedores de comunión»; será reflexivo, no reactivo; será activo, fomentando iniciativas y proyectos que promuevan la dignidad humana; y será sinodal, ayudando a abrir los corazones y a abrazar a nuestros hermanos y hermanas.
La presencia de los cristianos en las redes sociales también ha de llevar el signo del testimonio. Los cristianos no están en las redes para vender un producto o hacer proselitismo, sino para dar testimonio. Es decir, están ahí para dar fe, con sus palabras y con sus vidas, de lo que Alguien -Dios- ha hecho, y para forjar una comunión que nos una en Cristo.
Tanto si a veces están en el lugar del herido, como si otras veces están en el del samaritano, o en ambos, los encuentros casuales de los cristianos en las plataformas de las redes sociales se convierten en un encuentro con un prójimo cuya vida les concierne y, en última instancia, con el Señor. De este modo, la comunicación nos permite experimentar la comunión que tiene sus raíces en la Santísima Trinidad, que es nuestra verdadera «tierra prometida».
Entrevista a Monseñor Lucio Ruiz:
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A continuación el texto completo:
1. En la era digital, la humanidad ha dado grandes pasos hacia adelante; pero una de las cuestiones urgentes que aún quedan por abordar es cómo podemos vivir en el mundo digital -en cuanto individuos y en cuanto comunidad eclesial-, con amor al prójimo, estando presentes de manera auténtica, atentos los unos a los otros en nuestro viaje común por las “autopistas digitales”.
Los avances en la tecnología han hecho posibles nuevas formas de interacción humana. De hecho, la cuestión ya no es si interactuar o no con la cultura digital, sino cómo hacerlo. Las redes sociales, en especial, son ambientes en los que las personas interactúan, comparten experiencias y cultivan relaciones como nunca se había hecho antes. Sin embargo, a medida que la comunicación se ve cada vez más influida por la inteligencia artificial, se plantea la necesidad de redescubrir el encuentro humano en su esencia misma. En las dos últimas décadas, nuestra relación con las plataformas digitales ha sufrido una transformación irreversible: ha surgido la conciencia de que estas plataformas pueden evolucionar para llegar a ser espacios creados conjuntamente, y no solo algo que usamos de forma pasiva. Los jóvenes -y también las generaciones de más edad- piden que vayamos a su encuentro allí donde están, incluidas las redes sociales, ya que el mundo digital es “una parte significativa de la identidad y del estilo de vida de los jóvenes”[1].
2. Muchos cristianos solicitan inspiración y guía, porque las redes sociales, que son una de las expresiones de la cultura digital, han ejercido un profundo impacto en nuestras comunidades de fe y en nuestras trayectorias espirituales personales.
Los ejemplos de interacción fiel y creativa en las redes sociales abundan en todo el mundo, tanto por parte de comunidades locales como de personas que dan testimonio de su fe en estas plataformas, con frecuencia de modo más difusivo que la Iglesia institucional. Asimismo, existen numerosas iniciativas pastorales y educativas desarrolladas por Iglesias locales, movimientos, comunidades, congregaciones, universidades e individuos.
3. La Iglesia universal también ha tratado el tema de la realidad digital. Desde 1967, por ejemplo, los mensajes anuales para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales ofrecen una reflexión en continua evolución sobre esta materia. A partir de 1990, dichos mensajes han afrontado el uso del ordenador, y desde principios del 2000, han reflexionado continuamente acerca de diversos aspectos de la cultura digital y de la comunicación social. Planteando cuestiones fundamentalespara la cultura digital, el Papa Benedicto XVI, en 2009, escribió sobre las transformaciones en los modelos de comunicación, y afirmó que los medios no solo deberían favorecer las conexiones entre las personas, sino también animarlas a comprometerse en relaciones que promuevan “una cultura de respeto, diálogo y amistad” [2]. Posteriormente, la Iglesia consolidó la imagen de las redes sociales como “espacios” -y no solo “herramientas”-, y realizó un llamamiento para que la Buena Noticia fuese proclamada también en el ambiente digital[3]. Por su parte, el Papa Francisco ha reconocido que el mundo digital “resulta muy difícil de distinguir de la esfera de la vida cotidiana”, y que está cambiando el modo en el que la humanidad acumula conocimiento, distribuye información y desarrolla relaciones[4].
4. A estas reflexiones hay que añadir la interacción práctica de la Iglesia en las redes sociales, que ha sido igualmente eficaz[5]. Un momento reciente ha demostrado con claridad que los medios digitales constituyen una poderosa herramienta para el ministerio de la Iglesia: el 27 de marzo de 2020, en las primeras fases de la pandemia de COVID-19, la plaza de San Pedro estaba vacía, pero, al mismo tiempo, llena de presencias. Una transmisión en directo a través de la televisión y de Internet permitió al Papa Francisco guiar una experiencia global transformativa: una oración y un mensaje dirigido a un mundo en confinamiento. En medio de una crisis sanitaria que costó la vida a millones de seres humanos, personas de todo el mundo, confinadas y aisladas, se encontraron profundamente unidas entre ellas y con el sucesor de Pedro[6].
Gracias a los medios tradicionales y a la tecnología digital, la oración del Papa alcanzó los hogares y tocó las vidas de personas de todo el mundo. Los brazos abiertos de la columnata de Bernini que rodean la plaza pudieron así extender su abrazo a millones de seres humanos. A pesar de estar físicamente distantes unos de otros, quienes se unieron al Papa en aquella hora estuvieron presentes los unos a los otros y pudieron experimentar un momento de unidad y comunión.
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5. Las siguientes páginas son el resultado de una reflexión en la que han participado expertos, educadores, jóvenes profesionales y líderes, laicos, sacerdotes y religiosos. Su objetivo es afrontar algunas de las principales cuestiones relativas al modo en que los cristianos deberían participar en el mundo digital. No se proponen ser una guía precisa para el ministerio pastoral en esta área. Lo que se espera de ellas, en cambio, es que promuevan una reflexión común sobre nuestras experiencias digitales, animando a las personas y a las comunidades a adoptar un enfoque constructivo y creativo que fomente una cultura de amor al prójimo.
El desafío de fomentar relaciones pacíficas, significativas y atentas a los demás en las redes sociales provoca discusiones en los círculos académicos, profesionales y eclesiales. ¿Qué tipo de humanidad se refleja en nuestra presencia en los ambientes digitales? ¿Cuánto en nuestras relaciones digitales es fruto de una comunicación profunda y sincera, y cuánto está meramente conformado por opiniones incuestionables y reacciones apasionadas? ¿Encuentra nuestra fe expresiones digitales vivas y frescas?¿Y quién es mi “prójimo” en las redes sociales?
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6. La parábola del buen samaritano[7], mediante la que Jesús nos hace responder a la pregunta “¿quién es mi prójimo?”, surge a partir de este interrogante de un experto en la Ley mosaica: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” El verbo “heredar” nos recuerda la herencia de la tierra prometida, que no es tanto un territorio geográfico como el símbolo de algo más profundo y duradero, algo que cada generación ha de descubrir y que puede ayudarnos a reconsiderar nuestro papel en el mundo digital.
I. Cuidado con las trampas en las autopistas digitales
Aprender a mirar desde la perspectiva del hombre que cayó en manos de los ladrones (cfr. Lc 10, 36)
¿Una tierra prometida que hay que redescubrir?
7. Las redes sociales son solo una rama del más amplio y complejo fenómeno de la digitalización, que es el proceso de transferir numerosas tareas y dimensiones de la vida humana a las plataformas digitales. Las tecnologías digitales pueden incrementar nuestra eficiencia, potenciar nuestra economía y ayudarnos a resolver problemas que antes eran insolubles. La revolución digital ha extendido nuestro acceso a la información y nuestra capacidad para conectar unos con otros más allá de los límites del espacio físico. Este proceso, que ya estaba desarrollándose en las últimas tres décadas, se ha acelerado a causa de la pandemia. Actividades que normalmente se realizaban de manera presencial -como la educación y el trabajo- ahora pueden llevarse a cabo a distancia. Asimismo, muchos países han efectuado grandes cambios en sus sistemas judiciales y legislativos, adoptando las sesiones y el voto a través de internet como alternativa a las reuniones presenciales. La velocidad con la que se difunde la información también está cambiado el modo de operar de la política.
8. Con la llegada de la Web 5.0 y otros avances en la comunicación, en los próximos años la inteligencia artificial influirá cada vez más en nuestra experiencia de la realidad. Estamos asistiendo al desarrollo de máquinas que trabajan y toman decisiones por nosotros; que pueden aprender y predecir nuestros comportamientos; de máquinas que responden a nuestras preguntas y aprenden de nuestras respuestas, o que usan la ironía y hablan con la voz y las expresiones de quienes ya no están entre nosotros; de sensores que, colocados en la piel, pueden medir nuestras emociones. En esta realidad en constante evolución, quedan muchas preguntas por responder[8].
9. Los notables cambios que ha experimentado el mundo desde la aparición de Internet han provocado también nuevas tensiones. Unos han nacido ya dentro de esta cultura y son, por tanto, «nativos digitales»; otros aún están intentando acostumbrarse a ella como «inmigrantes digitales». En cualquier caso, nuestra cultura es ahora una cultura digital. Para superar la vieja dicotomía entre «digital» y «cara a cara», algunos ya no hablan de «online» frente a «offline», sino sólo de «onlife», uniendo la vida humana y social en sus diversas expresiones, ya sean estas en espacios digitales o físicos.
10. En el contexto de la comunicación integrada, consistente en la convergencia de los procesos de comunicación, las redes sociales desempeñan un papel decisivo como foro en el que se configuran nuestros valores, creencias, lenguaje y supuestos de la vida cotidiana. Para muchas personas, especialmente en los países en vías de desarrollo, el único contacto con la comunicación digital tiene lugar a través de las redes sociales. Más allá del uso de las redes sociales como herramienta, vivimos en un ecosistema conformado en su centro por la experiencia de la compartición social. Aunque seguimos utilizando la web para buscar información o entretenimiento, acudimos a las redes en busca de una sensación de pertenencia y afirmación, transformándolas en un espacio vital donde tiene lugar la comunicación de valores y creencias fundamentales.
En este ecosistema, se pide a las personas que confíen en la autenticidad de las declaraciones de principios de las compañías de redes sociales, que prometen, por ejemplo, acercar más a todo el mundo, dar a todos el poder de crear y compartir ideas, o dar voz a todos. Somos conscientes de que estos eslóganes publicitarios casi nunca se ponen en práctica, puesto que las empresas están mucho más preocupadas por sus beneficios; pero aún así tendemos a creer estas promesas.
11. En efecto, cuando las personas comenzaron a utilizar Internet hace pocas décadas, ya compartían una versión de este sueño: la esperanza de que el mundo digital fuera un espacio feliz de entendimiento común, información libre y colaboración. Internet había de ser una “tierra prometida” en la que las personas podrían confiar en informaciones compartidas sobre las bases de la transparencia, la fiabilidad y la competencia.
Trampas a evitar
12. Sin embargo, estas expectativas no se han cumplido de modo exacto. En primer lugar, todavía estamos ante una “brecha digital”. Mientras esta evolución se mueve más deprisa que nuestra capacidad de comprenderla correctamente, muchas personas aún carecen de acceso no solo a los medios para satisfacer las necesidades básicas -como alimentos, agua, vestidos, vivienda y atención sanitaria-, sino también a las tecnologías de información y comunicación. Ello deja a un gran número de marginados abandonados en la cuneta.
Por otro lado, la «brecha de las redes sociales» se ensancha cada vez más. Las plataformas que prometieron crear comunidad y conectar más a todas las personas han acentuado, en cambio, distintas formas de división.
13. En las “autopistas digitales” existen algunas trampas que debemos conocer y que nos permiten entender mejor cómo ha podido suceder todo esto.
Hoy en día no es posible hablar de las redes sociales sin considerar su valor comercial, esto es, sin el reconocimiento de que la verdadera revolución comenzó cuando las marcas y las instituciones advirtieron el potencial estratégico de las redes sociales, contribuyendo a una rápida consolidación de lenguajes y prácticas que a lo largo de los años han transformado a los usuarios en consumidores. A ello hay que añadir que los individuos son al mismo tiempo consumidores y mercancías: en cuanto consumidores, se les presenta publicidad personalizada y contenido patrocinado hecho a su medida; en cuanto mercancías, sus perfiles y sus datos se venden a otras empresas para el mismo fin. Al asumir las declaraciones de principios de las compañías de redes sociales, las personas aceptan también las “condiciones del servicio”, que generalmente no leen o no entienden. Se ha hecho popular el entender esas “condiciones del servicio” según un viejo adagio que dice: “Si no pagas el producto, entonces el producto eres tú”. En otras palabras, no es gratuito: estamos pagando con minutos de nuestra atención y bytes de nuestros datos.
14. El creciente énfasis en la distribución y el comercio de conocimiento, datos e información ha generado una paradoja: en una sociedad en la que la información desempeña un papel esencial, es cada vez más difícil verificar las fuentes y la exactitud de la información que circula digitalmente. La sobrecarga de contenidos se resuelve mediante algoritmos de inteligencia artificial que deciden constantemente qué mostrarnos basándose en factores que difícilmente percibimos o intuimos: no solo lo que hemos elegido anteriormente, los “me gusta”, nuestras reacciones o preferencias; sino también nuestras ausencias y distracciones, pausas y periodos de atención. El entorno digital que cada persona ve -e incluso los resultados de una búsqueda en Internet- nunca es el mismo que el de otra persona. Cuando utilizamos los motores de búsqueda para encontrar información o la recibimos en nuestra fuente de noticias en las diferentes plataformas y aplicaciones, normalmente no somos conscientes de los filtros que condicionan los resultados. La consecuencia de esta personalización de los resultados cada vez más sofisticada es la exposición forzada a una información parcial que corrobora nuestras propias ideas, refuerza nuestras creencias y nos conduce así a aislarnos en “burbujas” creadas por los filtros.
15. Las comunidades en línea de las redes sociales son “puntos de encuentro” configurados por lo general en torno a los intereses que comparten “individuos interconectados”. Quienes están presentes en las redes sociales son tratados según sus características particulares, su origen, sus gustos y preferencias, ya que los algoritmos que operan detrás de las plataformas de Internet y de los motores de búsqueda tienden a poner en contacto a quienes son los “mismos”, agrupándolos y atrayendo su atención para mantenerlos en línea. Como consecuencia, las plataformas de redes sociales corren el riesgo de impedir que sus usuarios encuentren realmente al “otro” que es diferente.
16. Todos hemos visto sistemas automatizados que pueden crear estos «espacios» individualistas y, en ocasiones, fomentar comportamientos extremos. Los discursos agresivos y negativos se difunden con facilidad y rapidez, y ofrecen un terreno fértil para la violencia, el abuso y la desinformación. En las redes sociales, diferentes actores, que a menudo se sienten fuertes por estar envueltos en el manto de los seudónimos, reaccionan constantemente los unos contra los otros. Estas interacciones suelen ser notablemente distintas de las que se producen en los espacios físicos, donde nuestras acciones se ven influidas por las respuestas verbales y no verbales de los demás.
17. Ser conscientes de estas trampas nos ayuda a discernir y desenmascarar la lógica que contamina el ambiente de las redes sociales, y a buscar soluciones a este descontento digital. Es importante apreciar el mundo digital y reconocerlo como parte de nuestra vida. Sin embargo, la vida y el viaje humanos se construyen en la complementariedad entre las experiencias físicas y las digitales.
18. A lo largo de las “autopistas digitales”, muchas personas resultan heridas por el odio y la división. No podemos ignorarlo. No podemos ser tan solo pasantes silenciosos. Para humanizar los ambientes digitales, no debemos olvidar a quienes se quedan atrás. Solo podemos ver lo que está sucediendo si miramos desde el punto de vista del hombre herido de la parábola del buen samaritano. Como en la parábola, en la que se nos cuenta lo que ha visto el herido, la perspectiva de los marginados y los heridos digitales nos ayuda a entender mejor el cada vez más complejo mundo de hoy.
Tejer relaciones
19. En una época en la que estamos cada vez más divididos, en la que cada persona se retira a su propia burbuja, las redes sociales se están convirtiendo en un camino que conduce a muchos a la indiferencia, a la polarización y al extremismo. Cuando los individuos no se tratan unos a otros como seres humanos, sino como meras expresiones de un cierto punto de vista que ellos no comparten, estamos ante otra expresión de la “cultura del descarte” que difunde la “globalización” -y la normalización- de la indiferencia. Aislarse en los propios intereses no es el camino para restaurar la esperanza. El camino a seguir pasa más bien por el cultivo de una “cultura del encuentro” que promueva la amistad y la paz entre personas diferentes[9].
20. Así pues, es cada vez más urgente y necesario participar en las redes sociales de una manera que vaya más allá de los propios compartimentos estancos, saliendo del grupo de los propios «iguales» para encontrar a los otros.
Acoger al “otro”, es decir, a alguien que toma posiciones opuestas a las mías o que parece “diferente”, no es ciertamente una tarea sencilla. Nuestra primera reacción podría muy bien ser: “¿Y por qué debería importarme?”. Podemos encontrar esta actitud incluso en la Biblia, comenzando por el rechazo de Caín a ser el guardián de su hermano (cfr. Gen 4, 9) y continuando con el doctor de la Ley que le pregunta a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?” (Lc 10, 29). El doctor de la Ley quería establecer un límite entre quien es mi prójimo y quien no lo es. Da la impresión de que nos gustaría encontrar una justificación para nuestra indiferencia; estamos siempre intentando trazar una línea entre “nosotros” y “ellos”, entre “alguien que tengo que tratar con respeto” y “alguien que puedo ignorar”. De este modo, casi imperceptiblemente, nos hacemos incapaces de sentir compasión por los demás, como si sus sufrimientos fuesen una responsabilidad suya que nonos compete [10].
21. En cambio, la parábola del Buen Samaritano nos desafía a hacer frente a la “cultura del descarte” digital, y a ayudarnos mutuamente a salir de nuestra zona de confort haciendo un esfuerzo voluntario para ir al encuentro del otro. Esto solo es posible si nos vaciamos de nosotros mismos comprendiendo que todos formamos parte de la humanidad herida y recordando que Alguien nos miró y tuvo compasión de nosotros.
22. Solamente de este modo podemos -y debemos- ser quienes den el primer paso para superar la indiferencia, porque creemos en un “Dios que no es indiferente”[11]. Podemos y debemos ser los que dejen de preguntarse: «¿cuánto tengo que preocuparme realmente por los demás?», y empiecen a actuar con amor al prójimo, rechazando la lógica de la exclusión y reconstruyendo una lógica de comunidad[12]. Podemos y debemos ser quienes pasen de una concepción de los medios digitales como experiencia individual, a otra basada en el encuentro mutuo que promueve la construcción de la comunidad.
23. En vez de actuar individualmente produciendo contenido o reaccionando a informaciones, ideas o imágenes compartidas por otros, necesitamos preguntarnos: ¿cómo podemos cocrear experiencias en línea más saludables en las que las personas puedan participar en conversaciones y superar los desacuerdos con un espíritu de escucha recíproca? ¿Cómo podemos capacitar a las comunidades para que encuentren modos de superar las divisiones y de fomentar el diálogo y el respeto en las redes sociales? ¿Cómo podemos reconstruir el ambiente de Internet para que sea el lugar que puede y debe ser: un lugar de compartición, colaboración y pertenencia, basado en la confianza mutua?
24. Todos podemos contribuir a generar este cambio comprometiéndonos con los demás y desafiándonos a nosotros mismos en nuestros encuentros con los otros. Como creyentes, estamos llamados a ser comunicadores que se dirigen intencionalmente hacia el encuentro. De este modo, podemos buscar encuentros que sean significativos y duraderos, en lugar de superficiales y efímeros. Orientando las conexiones digitales hacia el encuentro con personas auténticas, la formación de relaciones verdaderas y la construcción de una comunidad genuina, estamos de hecho nutriendo nuestra relación con Dios. Dicho esto, nuestra relación con Dios debe alimentarse también de la oración y la vida sacramental de la Iglesia, que por su misma esencia nunca pueden reducirse simplemente a la esfera digital.
II. De la conciencia al verdadero encuentro
Aprender de quien tuvo compasión (cfr. Lc 10, 33)
Oyentes deliberados
25. La reflexión sobre nuestra presencia en las redes sociales ha comenzado con la comprensión del modo en que funcionan y de las oportunidades y los desafíos a los que nos enfrentamos en ellas. Si bien las redes sociales portan consigo la tentación del individualismo y el autoengrandecimiento -como se ha descrito en el capítulo precedente-, no estamos condenados a caer en estas actitudes lo queramos o no. El discípulo que ha encontrado la mirada misericordiosa de Cristo ha experimentado algo distinto. Él o ella sabe que comunicar bien comienza con la escucha y la toma de conciencia de que otra persona está ante nosotros. La escucha y la concienciación apuntan a favorecer el encuentro y a superar los obstáculos existentes, incluido el obstáculo de la indiferencia. Escuchar de este modo es un paso esencial para interactuar con los demás; es el primer e indispensable ingrediente de la comunicación, y condición para un diálogo auténtico[13].
26. En la parábola del buen samaritano, el hombre que fue golpeado y abandonado medio muerto recibió ayuda de la persona más inesperada: en tiempos de Jesús, los judíos y los samaritanos a menudo estaban enfrentados, por lo que cabía esperar del samaritano un comportamiento hostil. Este, sin embargo, no vio al hombre herido como “el otro”, sino simplemente como alguien que necesitaba auxilio. Sintió compasión, poniéndose en el lugar del herido, y dedicó su tiempo y sus recursos a escuchar y acompañar a esa persona que encontró[14].
27. Esta parábola puede inspirar las relaciones en las redes sociales, ya que ilustra la posibilidad de un encuentro profundamente significativo entre dos completos desconocidos. El samaritano rompe la división social: va más allá de los límites del acuerdo y el desacuerdo. Mientras el sacerdote y el levita pasan de largo ante el herido, el viajero samaritano lo mira y siente compasión (Lc 10, 33). Compadecer significa sentir al otro como parte de uno mismo. El samaritano escucha la historia del herido; se hace cercano porque se compadece.
28. El Evangelio de Lucas no incluye ningún diálogo entre los dos hombres. Podemos imaginar la escena del samaritano que se encuentra al herido y, quizá, le pregunta: “¿Qué te ha sucedido?”. Pero incluso sin palabras, a través de su actitud de apertura y acogida, comienza un encuentro. El primer gesto es una expresión de preocupación y cuidado, y esto es crucial. La capacidad de escuchar y de estar abierto a recibir la historia de otra persona sin adecuarse a los prejuicios culturales de la época impidió que el hombre herido fuese abandonado a morir.
29. La interacción entre los dos hombres nos invita a dar el primer paso en el mundo digital. Estamos invitados a ver el valor y la dignidad de aquellos con quienes tenemos diferencias. Asimismo, estamos invitados a mirar más allá de nuestra zona de seguridad, de nuestros compartimentos estancos y de nuestras burbujas. Portarse como prójimo en el ambiente de las redes sociales requiere intencionalidad. Y todo comienza con la capacidad de escuchar bien, de dejar que la realidad del otro nos toque.
Ladrones de atención
30. La escucha es una habilidad fundamental que nos permite entrar en relación con los demás y no solamente intercambiar información. Sin embargo, nuestros dispositivos están repletos de información. Estamos inmersos en una red de información, conectados con otros mediante publicaciones compartidas de texto, imagen y sonido. Las plataformas de redes sociales nos permiten navegar interminablemente para explorar este entorno. El vídeo y el sonido han incrementado ciertamente la riqueza de medios de la comunicación digital; sin embargo, las interacciones mediadas entre las personas aún siguen siendo limitadas. Frecuentemente encontramos información con rapidez, pero sin el contexto completo y necesario. Podemos reaccionar fácil y velozmente a la información que aparece en la pantalla sin tratar de conocer la historia completa.
31. Esta abundancia de información conlleva numerosas ventajas: cuando formamos parte de la red, la información es accesible de forma amplia e inmediata, y está personalizada según nuestros intereses. Podemos obtener información práctica, mantener contactos sociales, explorar recursos y profundizar y expandir nuestro conocimiento. La facilidad de acceso a la información y la comunicación posee también el potencial de crear espacios inclusivos que den voz a quienes están marginados en nuestras comunidades a causa de la injusticia social o económica.
32. Al mismo tiempo, la interminable disponibilidad de información ha creado algunos problemas. Experimentamos una sobrecarga de información, ya que nuestra capacidad cognitiva de elaboración se ve afectada por el exceso de información al alcance. De modo análogo, experimentamos una sobrecarga de interacción social, pues estamos sujetos a un alto número de solicitaciones sociales. Numerosos sitios web, aplicaciones y plataformas están programados para aprovechar el deseo humano de aceptación, y luchan constantemente por la atención de las personas. La atención misma se ha convertido en el activo y la mercancía más valiosa.
33. Al intentar navegar por esta abrumadora red de información e interacción social, nuestra atención se dispersa. En vez de centrarse en un tema a la vez, nuestra continua atención parcial pasa velozmente de un asunto a otro. En nuestra condición de “siempre conectados”, nos exponemos a la tentación de publicar al instante, porque estamos fisiológicamente enganchados a la estimulación digital y queremos siempre más contenidos en una navegación sin fin, frustrados por cualquier falta de actualizaciones. Un considerable problema cognitivo de la cultura digital es la pérdida de la capacidad de pensar de modo profundo y centrado. En lugar de ponderar en profundidad las realidades, exploramos la superficie y nos quedamos en las orillas.
34. Debemos estar más atentos a este aspecto. Sin silencio ni espacio para pensar despacio, en profundidad y con un propósito, corremos el riesgo de perder no sólo las capacidades cognitivas, sino también el espesor de nuestras interacciones, tanto con los demás como con Dios. El espacio para la escucha, la atención y el discernimiento de la verdad es cada vez más escaso.
El proceso de atención-interés-deseo-acción, bien conocido por los publicitarios, es similar al proceso por el que cualquier tentación entra en el corazón humano y distrae nuestra atención de la única palabra que es verdaderamente significativa y que da vida, la Palabra de Dios. De un modo u otro, todavía estamos prestando atención a la vieja serpiente que cada día nos muestra nuevos frutos. Parecen “buenos para comer, agradables a la vista y deseables para adquirir sabiduría” (Gen 3,6). Como semillas que caen al borde del camino cuando se siembra la Palabra, permitimos que el maligno venga y se lleve la Palabra que ha sido sembrada en nosotros (cfr. Mc 4, 14-15).
35. Ante la sobrecarga de estímulos y datos que recibimos, el silencio es un bien precioso, ya que asegura un espacio para la concentración y el discernimiento[15]. La necesidad de buscar el silencio en la cultura digital aumenta la importancia de la concentración y la escucha. En los ambientes educativos o de trabajo, así como en las familias y en las comunidades, se hace cada vez más necesario que nos separemos de los dispositivos digitales. El “silencio”, en este caso, puede compararse con una “desintoxicación digital”, que no es simplemente una abstinencia, sino una forma de interactuar a un nivel más profundo con Dios y con los demás.
36. La escucha surge del silencio, y es fundamental para cuidar de los demás. Mediante la escucha acogemos al otro, le ofrecemos hospitalidad y le mostramos respeto. Escuchar es también un acto de humildad por nuestra parte, puesto que reconocemos la verdad, la sabiduría y el valor más allá de nuestras propias perspectivas limitadas. Sin la disposición para escuchar, no somos capaces de recibir el don del otro.
Con los oídos del corazón
37. Con la velocidad y la inmediatez de la cultura digital, que ponen a prueba nuestra atención y nuestra capacidad de concentración, escuchar es aún más importante en nuestra vida espiritual. Un enfoque contemplativo de la vida es contracultural, incluso profético, y puede ser formativo no sólo para las personas sino también para la cultura en su totalidad. Comprometerse a escuchar en las redes sociales es un punto de partida fundamental para avanzar hacia una red hecha no tanto de bits, avatar y “me gusta”, como de personas[16]. De este modo pasaremos de reacciones rápidas, suposiciones engañosas y comentarios impulsivos a crear oportunidades para el diálogo, para plantear preguntas con el fin de aprender más, para demostrar cuidado y compasión, y para reconocer la dignidad de las personas que encontramos.
38. La cultura digital ha incrementado enormemente nuestro acceso a los otros, dándonos así la oportunidad de escuchar mucho más. Cuando se habla de “escucha” en las redes sociales, habitualmente se hace referencia a procesos de monitorización de los datos y de las estadísticas de interacción, así como a acciones dirigidas al análisis de marketing de los comportamientos sociales presentes en las redes. Resulta obvio que esto no es suficiente para que las redes sociales sean ambientes de escucha y diálogo. Escuchar intencionalmente en el contexto digital requiere un tipo de escucha que se realiza “con los oídos del corazón”. Escuchar “con los oídos del corazón” va más allá de la capacidad física de percibir sonidos. Es estar abierto al otro con todo nuestro ser: una apertura del corazón que hace posible la cercanía[17]. Es una actitud de atención y hospitalidad que resulta fundamental para establecer una comunicación. Este conocimiento se aplica tanto a la oración contemplativa como a las personas que buscan relaciones auténticas y comunidades genuinas. El deseo de estar en relación con otros y con el Otro, con Dios, sigue siendo una necesidad humana fundamental que resulta evidente también en el deseo conectividad típico de la cultura digital[18].
39. El diálogo interior y la relación con Dios, que el don divino de la fe hace posibles, son esenciales para permitirnos crecer en nuestra capacidad de escuchar bien. La Palabra de Dios desempeña también un papel fundamental en este diálogo interior. La escucha orante de la Palabra en las Escrituras mediante la práctica de la lectura espiritual de textos bíblicos, como en la lectio divina, puede ser profundamente formativa, ya que hace posible una experiencia lenta, deliberada y contemplativa[19].
40. La “Palabra del día” o el “Evangelio del día” están entre los temas más buscados en Google por los cristianos, y se puede decir con seguridad que el ambiente digital nos ha traído muchas posibilidades nuevas y más simples que facilitan el encuentro regular con la Palabra divina. Nuestro encuentro con la Palabra del Dios vivo, incluso a través de Internet, hace que pasemos de ver información en la pantalla a encontrarnos con otra persona que cuenta una historia. Si tenemos en cuenta que nos estamos conectando con otras personas detrás de la pantalla, la práctica de la escucha puede extender la hospitalidad a las historias de los demás y comenzar a forjar relaciones.
Discernir nuestra presencia en las redes sociales
41. Desde la perspectiva de la fe, qué comunicar y cómo comunicar no es solo una cuestión práctica, sino también espiritual. Estar presente en las plataformas de redes sociales invita al discernimiento. Comunicar bien en estos contextos es un ejercicio de prudencia, y exige una reflexión orante acerca de cómo interactuar con los demás. Enfocar esta cuestión a través de la lente de la pregunta del doctor de la Ley – ¿quién es mi prójimo?- invita al discernimiento sobre la presencia de Dios en y a través del modo en el que nos relacionamos unos con otros en las redes sociales.
42. En las redes sociales, la proximidad es un concepto complejo. El “prójimo” en las redes sociales es claramente toda persona con la que mantenemos conexiones. Al mismo tiempo, a menudo nuestros prójimos son también aquellos que no podemos ver porque las plataformas nos impiden verlos o simplemente porque no están presentes. En los ambientes digitales también participan otros actores como los «bots de Internet» y los «ultrafalsos», programas automáticos que operan en línea llevando a cabo tareas asignadas, a menudo simulando la acción humana o recogiendo datos.
Además, las plataformas de redes sociales están controladas por una «autoridad» externa, normalmente una organización con ánimo de lucro que desarrolla, gestiona y promueve cambios en la programación del funcionamiento de la plataforma. En un sentido amplio, todos estos sujetos “habitan” o contribuyen con su presencia al ambiente online.
43. Reconocer a nuestro prójimo digital es reconocer que la vida de toda persona nos concierne, incluso cuando su presencia (o ausencia) pasa a través de los medios digitales. “Los medios actuales permiten que nos comuniquemos y que compartamos conocimientos y afectos -escribe el Papa Francisco en Laudato si’-. Sin embargo, a veces también nos impiden tomar contacto directo con el dolor, con el temor, con la alegría del otro y con la complejidad de su experiencia personal»[20]. Ser buen prójimo en las redes sociales quiere decir estar presente en las historias de los demás, especialmente en las de quienes sufren. En otras palabras, abogar por mejores ambientes digitales no significa desviar la atención de los problemas concretos que padecen muchas personas -hambre y pobreza, migración forzada, guerra, enfermedad y soledad, por ejemplo-. Significa, en cambio, promover una visión integral de la vida humana, que hoy en día incluye la esfera digital. De hecho, las redes sociales pueden ser un medio para atraer la atención hacia esas realidades y generar solidaridad entre personas cercanas y lejanas.
44. En una visión de las redes sociales como un espacio no solo para las conexiones sino, en última instancia, para las relaciones, un buen «examen de conciencia» sobre nuestra presencia en las redes debería incluir tres relaciones vitales: con Dios, con el prójimo y con el ambiente que nos rodea[21]. Nuestras relaciones con los demás y con el ambiente deberían nutrir nuestra relación con Dios; y la relación con Dios, que es la más importante, debe ser visible en nuestra relación con los otros y con el ambiente.
III. Del encuentro a la comunidad
“Cuídalo” (cfr. Lc 10,35) – extender el proceso de sanación a los demás
Cara a cara
45. La comunicación comienza con la conexión y se dirige hacia la relación, la comunidad y la comunión[22]. No hay comunicación sin la verdad de un encuentro. Comunicar es establecer relaciones, es “estar con”. Formar parte de una comunidad es compartir con los demás las verdades fundamentales sobre lo que uno cree y lo que uno es. Mucho más allá de la mera proximidad geográfico-territorial o étnico-cultural, lo que constituye una comunidad es una compartición común de la verdad, junto con un sentido de pertenencia, reciprocidad y solidaridad, en las diferentes esferas de la vida social. Al considerar estos últimos elementos, es importante recordar que la construcción de la unidad comunitaria mediante prácticas comunicativas, que mantienen los lazos sociales a través del tiempo y el espacio, será siempre secundaria con respecto a la adhesión a la verdad misma.
46. Cómo construir una comunidad mediante prácticas comunicativas, incluso entre quienes no están físicamente cerca los unos de los otros, es, en realidad, una pregunta muy antigua. Podemos reconocer la tensión entre la presencia mediada y el anhelo del encuentro personal ya en las cartas de los apóstoles. El evangelista Juan, por ejemplo, concluye su segunda y su tercera carta diciendo: “Tendría muchas otras cosas que decirles, pero no quise hacerlo por carta, porque espero ir a verlos para hablar con ustedes cara a cara, a fin de que nuestra alegría sea completa” (2 Jn 12). Lo mismo se puede decir del apóstol Pablo, quien, incluso ausente y con un “vivísimo deseo de volver a ver” a las personas (I Tes 2, 17), estaba presente a través de sus cartas en la vida de cada una de las comunidades que fundó (cfr. I Cor 5, 3). Sus escritos también sirvieron para “interconectar” las diferentes comunidades (cfr. Col 4, 15-16). La capacidad de san Pablo de construir comunidades ha llegado hasta nuestros días gracias a sus numerosas epístolas, por las que sabemos que para él no existía dicotomía entre su presencia física y su presencia mediante su palabra escrita y leída por la comunidad (cfr. 2 Cor 10, 9-11).
47. En la realidad cada vez más “onlife” del mundo actual, es necesario superar la lógica de «o lo uno o lo otro», que considera las relaciones humanas dentro de una lógica dicotómica (lo digital como opuesto a lo real-físico-en persona), y asumir una lógica de «ambas cosas a la vez», basada en la complementariedad y la totalidad de la vida humana y social. Las relaciones comunitarias en las redes sociales deben reforzar las comunidades locales y viceversa. “El uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión”[23]. “La red digital puede ser un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas”[24], si recordamos que al otro lado de la pantalla no hay “números” o meros “agregados de individuos”, sino personas con historias, sueños, esperanzas, sufrimientos; hay un nombre y un rostro.
Por el camino a Jericó
48. Los medios digitales permiten a las personas reunirse más allá de los límites del espacio y de las culturas. Aunque estos encuentros digitales no traen consigo necesariamente una cercanía física, pueden ser, sin embargo, significativos, eficaces y auténticos. Más allá de las meras conexiones, pueden ser una vía para interactuar sinceramente con los demás, para entablar conversaciones significativas, para expresar solidaridad y para aliviar el aislamiento y el dolor de algunos.
49. Podemos considerar las redes sociales como otro “camino a Jericó” lleno de oportunidades de encuentros imprevistos, como lo fue para Jesús: con un mendigo ciego que gritaba al borde del camino (Lc 18, 35-43), con un recaudador de impuestos deshonesto escondido entre las ramas de un sicómoro (Lc 19, 1-9) y con un hombre al que los ladrones habían abandonado medio muerto (Lc 10,30). Al mismo tiempo, la parábola del buen samaritano nos recuerda que el mero hecho de que alguien sea “religioso” (el sacerdote y el levita), o se proclame seguidor de Jesús, no garantiza que ofrezca ayuda o busque la curación y la reconciliación. Los discípulos de Jesús reprendieron al ciego y le dijeron que se callara; la interacción de Zaqueo con Jesús fue acompañada por las murmuraciones de otras personas; el sacerdote y el levita ignoraron al herido cuando pasaron por su lado.
50. Tanto en las encrucijadas digitales como en los encuentros cara a cara, ser “cristiano” no es suficiente. En las redes sociales se pueden encontrar numerosos perfiles o cuentas que proclaman contenidos religiosos pero que no participan en las dinámicas relacionales de manera auténtica. Las interacciones hostiles y las palabras violentas y degradantes, especialmente en un contexto en el que se comparten contenidos cristianos, gritan desde la pantalla y están en contradicción con el Evangelio[25].
Por el contrario, el buen samaritano, atento y abierto al encuentro con el hombre herido, siente una compasión que lo mueve a actuar y prestarle auxilio. Cura las heridas de la víctima y la lleva a una posada para asegurarle cuidados continuos. Del mismo modo, nuestro deseo de transformar las redes sociales en un espacio más humano y relacional debe traducirse en actitudes concretas y gestos creativos.
51. Promover el sentido de comunidad incluye estar atento a los valores compartidos, las experiencias, las esperanzas, las penas, las alegrías, el humor e incluso las bromas: todo ello puede convertirse en punto de encuentro para las personas en los espacios digitales. Como en el caso de la escucha, el discernimiento y el encuentro, formar comunidad con los demás requiere también un compromiso personal. Lo que las plataformas de redes sociales definen como «amistad» comienza simplemente como una conexión o como familiaridad. Sin embargo, también ahí es posible acentuar el espíritu compartido de apoyo y compañía. Convertirse en una comunidad implica un sentido de participación libre y recíproco, para llegar a ser una asociación deseada que reúne a sus miembros en función de la proximidad. La libertad y el apoyo mutuo no surgen automáticamente. Para formar comunidad, el trabajo de sanación y reconciliación es a menudo el primer paso que hay que dar en el camino.
52. Incluso en las redes sociales, hemos de decidir si queremos ser “buenos samaritanos o viajeros indiferentes que pasan de largo. Y si extendemos la mirada a la historia de nuestras propias vidas y a la de todo el mundo, todos somos o hemos sido como cada uno de los personajes de la parábola: todos tenemos algo de herido, algo de salteador, algo de los que pasan de largo y algo del buen samaritano”[26].
Cada uno de nosotros puede ser alguien que pasa por las autopistas digitales estando simplemente “conectado”[27], o bien puede hacer como el samaritano y permitir que las conexiones se transformen en verdaderos encuentros. El viajero que pasa por casualidad se convierte en prójimo cuando se preocupa por el hombre malherido curando sus llagas. Al cuidar del otro hombre, pretende sanar no solo las heridas físicas, sino también las divisiones y la hostilidad existentes entre sus respectivos grupos sociales.
53. ¿Qué significa, entonces, “curar” las heridas en las redes sociales? ¿Cómo podemos “vendar” la división? ¿Cómo podemos construir ambientes eclesiales capaces de acoger e integrar las “periferias geográficas y existenciales” de las culturas de hoy? Preguntas como éstas son esenciales para discernir nuestra presencia cristiana en las “autopistas digitales”.
“Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los problemas de otras personas, en vez de acentuar odios y resentimientos. Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído”[28].
“Ve y haz lo mismo”
54. La relación genera relación, la comunidad construye comunidad. La gracia de la relación que se establece entre dos personas se extiende más allá de su interacción. La persona humana está hecha para la relación y la comunidad. Al mismo tiempo, la soledad y el aislamiento afligen nuestra realidad cultural, como hemos experimentado agudamente durante la pandemia de COVID-19. Quienes necesitan compañía, especialmente los marginados, a menudo recurren a los espacios digitales para encontrar comunidad, inclusión y solidaridad con los otros. Muchos encuentran consuelo en la conexión con los demás en el espacio digital; sin embargo, otros la consideran insuficiente. Quizá no estamos proporcionando un espacio adecuado a quienes buscan entablar un diálogo y encontrar apoyo sin experimentar actitudes críticas o defensivas.
55. El paso del encuentro a la relación y luego a la comunidad muestra tanto los dones como los desafíos de la cultura digital. A veces, las comunidades en línea se forman cuando las personas encuentran un terreno común reuniendo argumentos contra un «otro» externo, un enemigo ideológico común. Esta clase de polarización produce un “tribalismo digital” en el que los grupos se enfrentan unos a otros con espíritu de contraposición. No podemos olvidar que al otro lado de esas líneas tribales hay hermanos y hermanas, personas con dignidad. No debemos clasificar a los demás “para decidir quién es mi prójimo y quién no lo es. Depende de mí ser o no prójimo —la decisión es mía—, depende de mí ser o no ser prójimo de la persona que encuentro y que tiene necesidad de ayuda, incluso si es extraña o incluso hostil”[29]. Lamentablemente, las relaciones resquebrajadas, los conflictos y las divisiones no son extrañas a la Iglesia. Por ejemplo, cuando grupos que se presentan a sí mismos como “católicos” usan su presencia en las redes sociales para fomentar la división, no se están comportando como debería hacerlo una comunidad cristiana[30]. En lugar de sacar provecho de los conflictos y las polémicas, deberíamos convertir las actitudes hostiles en oportunidades de conversión, en ocasiones para testimoniar el encuentro, el diálogo y la reconciliación en torno a cuestiones aparentemente divisivas[31].
56. En las redes sociales, la interacción debe ir más allá del intercambio de opiniones personales y de la emulación de comportamientos. La acción social que se pone en marcha a través de las redes sociales tiene un mayor impacto y es con frecuencia más eficaz para transformar el mundo que un debate superficial de ideas. Los debates generalmente están limitados por el número de caracteres que consiente una red y por la rapidez con la que las personas reaccionan a los comentarios de los demás, sin olvidar los argumentos emocionales ad hominem -ataques dirigidos a la persona que habla, independientemente del tema principal que se discute-.
Compartir ideas es necesario, pero las ideas por sí solas no funcionan, han de hacerse “carne”. Las acciones deben fecundar la tierra día tras día[32].
Estamos llamados a estar atentos a esta dinámica, aprendiendo del samaritano. Él no se limita a sentir lástima, ni tampoco se detiene tras vendar las heridas de un desconocido, sino que va más allá: lleva al herido a una posada y se ocupa de que siga recibiendo cuidados[33]. Gracias a ello, la relación de cuidado y las semillas de comunidad establecidas entre el samaritano y el hombre herido se extienden al posadero y a todos los de su casa.
Como el doctor de la Ley, también nosotros, en nuestra presencia en las redes sociales, estamos invitados a ir “y hacer lo mismo” para promover así el bien común. ¿Cómo podemos ayudar a sanar un entorno digital tóxico? ¿Cómo podemos fomentar la hospitalidad y las oportunidades de curación y reconciliación?
57. La hospitalidad se construye sobre nuestra apertura al encuentro con el otro; mediante ella, acogemos a Cristo bajo la apariencia de un desconocido (cfr. Mt 25, 40). Para que esto sea posible en las redes sociales, las comunidades digitales no solo han de compartir contenidos e intereses, sino que también deben actuar juntas y convertirse en testigos de comunión. En el contexto digital, existen ya expresiones significativas de comunidades de apoyo. Por ejemplo, las comunidades que se reúnen para sostener a quienes están pasando por un periodo de enfermedad, luto o tristeza; las que realizan colectas para alguien que se encuentra en dificultad; o las que proporcionan apoyo social y psicológico mutuo entre sus miembros. Todas estas iniciativas pueden considerarse como ejemplos de “proximidad digital”. Personas muy distintas entre sí son capaces de entablar en las redes un “diálogo para la acción social”. Pueden estar o no inspiradas por la fe. En cualquier caso, las comunidades que se forman con el fin de actuar por el bien de los demás son fundamentales para superar el aislamiento en las redes sociales.
58. Es posible pensar en grande: la web social no está “grabada en piedra”, podemos cambiarla. Podemos convertirnos en motores del cambio imaginando nuevos modelos basados en la confianza, la transparencia, la igualdad y la inclusión. Juntos, podemos instar a las empresas de redes sociales a que reconsideren su papel y permitan que Internet se convierta verdaderamente en un espacio público. Los espacios públicos bien estructurados favorecen un mejor comportamiento social. Necesitamos, por tanto, reconstruir los espacios digitales para que se conviertan en entornos más humanos y saludables.
Compartir una comida
59. Como comunidad de fe, la Iglesia peregrina hacia el Reino de los Cielos. Dado que las redes sociales -y, en un sentido más amplio, la realidad digital- están entre los aspectos cruciales de este viaje, es importante reflexionar sobre las dinámicas de comunión y comunidad con respecto a la presencia de la Iglesia en el ambiente digital.
En los momentos más graves del confinamiento durante la pandemia, la transmisión de las celebraciones litúrgicas a través de las redes sociales y de otros medios de comunicación ofreció un poco de consuelo a quienes no podían participar en persona. Sin embargo, aún queda mucho por reflexionar en nuestras comunidades de fe sobre cómo aprovechar el entorno digital de forma que complemente la vida sacramental. Se han planteado cuestiones teológicas y pastorales sobre diversos temas, como, por ejemplo, la explotación comercial de la retransmisión de la Santa Misa.
60. La comunidad eclesial se forma allí donde dos o tres se reúnen en el nombre de Jesús (cfr. Mt 18, 20), independientemente del origen, la residencia o la pertenencia geográfica de cada uno. Si bien podemos reconocer que, a través de la transmisión de la Santa Misa, la Iglesia ha entrado en los hogares de las personas, es necesario reflexionar sobre lo que significa la «participación» en la Eucaristía[34]. La emergencia de la cultura digital y la experiencia de la pandemia han puesto de manifiesto hasta qué punto nuestras iniciativas pastorales han prestado poca atención a la «Iglesia doméstica», la Iglesia que se reúne en los hogares y en torno a la mesa. En este sentido, necesitamos redescubrir el vínculo entre la liturgia que se celebra en nuestras iglesias y la celebración del Señor con los gestos, las palabras y las oraciones en el hogar familiar. Dicho de otro modo, necesitamos reconstruir el puente entre nuestras mesas familiares y el altar, en el que somos alimentados espiritualmente, a través de la recepción de la Sagrada Eucaristía, y confirmados en nuestra comunión de creyentes.
61. No se puede compartir una comida a través de la pantalla[35]. Todos nuestros sentidos están activos cuando compartimos una comida: el gusto y el olfato, las miradas atentas a los rostros de los comensales mientras se escucha la conversación que se crea en la mesa. Compartir una comida en la mesa es nuestra primera lección de educación en la atención a los demás, y favorece las relaciones entre familiares, vecinos, amigos y colegas. Del mismo modo, participamos en el altar con toda nuestra persona: intervienen el espíritu, la mente y el cuerpo. La liturgia es una experiencia sensorial; entramos en el misterio eucarístico a través de las puertas de los sentidos, que son despertados y alimentados en su necesidad de belleza, significado, armonía, visión, interacción y emoción. Ante todo, la Eucaristía no es algo que podemos simplemente «mirar»; es algo que nos nutre verdaderamente.
62. La encarnación es importante para los cristianos. El Verbo de Dios se encarnó en un cuerpo, sufrió y murió con su cuerpo, y se levantó de nuevo en la Resurrección con su cuerpo. Después de su regreso al Padre, todo lo que vivió con su cuerpo confluyó en los sacramentos[36]. Cristo entró en el santuario celestial y dejó abierta una vía de peregrinación. A través de esta vía, el Cielo se derrama sobre nosotros.
63. Estar conectados superando los límites del espacio no es una conquista de los “maravillosos descubrimientos tecnológicos”. Es algo que experimentamos, incluso sin saberlo, cada vez que nos reunimos “en el nombre de Jesús”, cada vez que participamos en la comunión universal del Cuerpo de Cristo. Entonces nos “conectamos” con la Jerusalén celeste, nos encontramos con los santos de todos los tiempos y nos reconocemos los unos a los otros como partes del mismo Cuerpo de Cristo.
Por tanto, como el Papa Francisco nos recuerda en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2019, la web social complementa -pero no sustituye- el encuentro en persona, que cobra vida a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada y la respiración del otro. “Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces la red es un recurso. Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. (…) La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unidad no se funda sobre los ‘me gusta’ sino sobre la verdad, sobre el ‘amén’ con el que cada uno adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás”[37].
IV. Un estilo característico
Ama… y vivirás (cfr. Lc 10, 27-28)
El qué y el cómo: la creatividad del amor
64. Muchos creadores de contenido cristianos se preguntan: ¿Cuál es la estrategia más eficaz para llegar a más usuarios-personas-almas? ¿Qué instrumento hace más atractivo mi contenido? ¿Qué estilo funciona mejor? Si bien estas preguntas son útiles, hemos de recordar siempre que la comunicación no es simplemente una «estrategia». Es mucho más. Un verdadero comunicador lo da todo, entrega todo de sí mismo. Comunicamos con nuestra alma y con nuestro cuerpo, con la mente, el corazón, las manos, con todo[38].
Compartiendo el Pan de Vida, aprendemos un “estilo de compartición” de Aquel que nos amó y se entregó por nosotros (cfr. Gal 2, 20). Este estilo se traduce en tres actitudes –“cercanía, compasión y ternura”- que el Papa Francisco señala como características distintivas del “estilo” de Dios[39]. Jesús mismo, en la última cena, aseguró que el signo distintivo de sus discípulos sería el amarse los unos a los otros como Él los amó; por este signo, todos podrían reconocer una comunidad cristiana (cfr. Jn 13, 34-35). ¿Cómo podemos reflejar este “estilo” de Dios en las redes sociales?
65. En primer lugar, hemos de recordar que todo lo que compartimos en nuestros posts, comentarios y «me gusta», mediante palabras habladas o escritas, con películas o imágenes animadas, debe ajustarse al estilo que aprendemos de Cristo, quien transmitió su mensaje no sólo con palabras sino con todo su modo de vida, revelándonos así que la comunicación, en su nivel más profundo, es la entrega de sí mismo en el amor[40]. Por tanto, el cómo decimos algo es tan importante como el qué decimos. La creatividad consiste en asegurarse de que el cómo corresponda al qué. En otras palabras, solo podemos comunicar bien si “amamos bien”[41].
66. Para comunicar la verdad, primero debemos asegurarnos de que estamos transmitiendo información veraz; y ello no sólo al crear contenidos, sino también al compartirlos. Debemos cerciorarnos de que somos una fuente fidedigna. Para comunicar la bondad, necesitamos un contenido de calidad, un mensaje orientado a ayudar, no a perjudicar; a promover acciones positivas, no a perder el tiempo en discusiones inútiles. Para comunicar la belleza, tenemos que estar seguros de que estamos comunicando un mensaje en su totalidad, para lo cual se necesita el arte de la contemplación, que nos permite ver una realidad o un acontecimiento en relación con muchas otras realidades y acontecimientos.
En el contexto de la «posverdad» y las «noticias falsas», Jesucristo, «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6), representa el principio de nuestra comunión con Dios y entre nosotros[42]. En este sentido, el Papa Francisco, en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2019, nos ha recordado que “la obligación de custodiar la verdad nace de la exigencia de no desmentir la recíproca relación de comunión. De hecho, la verdad se revela en la comunión. En cambio, la mentira es el rechazo egoísta del reconocimiento de la propia pertenencia al cuerpo; es el no querer donarse a los demás, perdiendo así la única vía para encontrarse a uno mismo”[43].
67. Por esta razón, lo segundo que debemos recordar es que un mensaje es más persuasivo cuando quien lo comunica pertenece a una comunidad. Urge que actuemos no sólo como individuos, sino como comunidades. El hecho de que las redes sociales faciliten las iniciativas individuales en la producción de contenidos puede parecer una valiosa oportunidad; pero puede convertirse en un problema cuando las actividades individuales se llevan a cabo caprichosamente y no reflejan el objetivo y la perspectiva general de la comunidad eclesial. Dejar de lado nuestra propia agenda y la afirmación de nuestras propias capacidades y competencias, para descubrir que todos nosotros -con nuestros talentos y debilidades- formamos parte de un grupo, es un don que nos fortalece para colaborar como «miembros los unos de los otros». Estamos llamados a testimoniar un estilo de comunicación que fomente nuestra pertenencia mutua, y que reavive lo que San Pablo llama las «coyunturas» que permiten a los miembros de un cuerpo actuar en sinergia (Col 2, 19).
68. Así pues, nuestra creatividad sólo puede ser fruto de la comunión: no es tanto el resultado de un gran genio individual como el fruto de una gran amistad. En otras palabras, es fruto del amor. Como comunicadores cristianos, estamos llamados a dar testimonio de un estilo de comunicación que no se basa únicamente en el individuo, sino en una forma de construir comunidad y pertenencia. El mejor modo de transmitir un contenido es reunir las voces de quienes aman ese contenido. Trabajar juntos como un equipo, dando espacio a distintos talentos, proveniencias, capacidades y ritmos, cocrear belleza en una «creatividad sinfónica», es en realidad el testimonio más hermoso de que somos verdaderamente hijos de Dios, salvados de preocuparnos sólo por nosotros mismos y abiertos al encuentro con los demás.
Contarlo con una historia
69. Las buenas historias captan la atención y despiertan la imaginación. Revelan la verdad y la hospedan. Las historias nos ofrecen una estructura interpretativa para comprender el mundo y responder a nuestras preguntas más profundas. Las historias construyen comunidad, ya que la comunidad se forma siempre a través de la comunicación.
La narración de historias ha adquirido una importancia renovada en la cultura digital gracias al poder único de las historias para capturar la atención y hablarnos directamente; a menudo proporcionan un contexto para la comunicación más completo que el que consienten los posts o los tuits, que son siempre breves. La cultura digital está repleta de informaciones, y sus plataformas son en su mayor parte entornos caóticos. Las historias ofrecen una estructura, un modo de dar sentido a la experiencia digital. Más «encarnadas» que una pura argumentación y más complejas que las reacciones superficiales y emotivas que suelen encontrarse en las plataformas digitales, ayudan a recuperar las relaciones humanas al ofrecer a las personas la oportunidad de contar sus propias historias o compartir aquellas que las han transformado.
70. Un buen motivo para contar una historia es responder a quienes ponen en duda nuestro mensaje o nuestra misión. Crear una contranarrativa puede ser más eficaz para responder a un comentario hostil que replicar con un argumento[44]. De este modo trasladamos la atención de la defensa a la promoción activa de un mensaje positivo y al cultivo de la solidaridad, como hizo Jesús con la historia del buen samaritano. En lugar de discutir con el doctor de la Ley sobre a quién debemos considerar como nuestro prójimo y a quién podemos ignorar o incluso odiar, Jesús simplemente contó una historia. Como maestro narrador, Jesús no coloca al doctor de la Ley en el lugar del samaritano, sino en el del hombre herido: para descubrir quién es su prójimo, primero debe ponerse en el lugar del herido y experimentar que otra persona se ha compadecido de él. Sólo cuando el doctor de la Ley comprende esto y recibe los cuidados del samaritano, puede sacar conclusiones para su propia vida y hacer suya la historia. El propio doctor de la Ley es el hombre que ha caído en manos de los ladrones, y el samaritano que se acerca a él es Jesús.
Cada uno de nosotros, al escuchar esta historia, es el hombre herido que yace al borde del camino. Y para todos nosotros, el samaritano es Jesús. Si todavía nos preguntamos «¿quién es mi prójimo?», es porque aún no hemos experimentado que somos amados y que nuestra vida está conectada con todas las vidas.
71. Desde los inicios de la Iglesia, la historia de la profunda experiencia vivida por los seguidores de Jesús en su presencia ha atraído a otros al discipulado cristiano. Los hechos de los Apóstoles están llenos de estos episodios. Por ejemplo, Pedro fue inspirado por el Espíritu Santo y predicó la resurrección de Cristo a los peregrinos en Pentecostés, lo que llevó a la conversión de 3.000 personas (cfr. Hch 2, 14-41). Esto nos da una idea de cuánto puede influir nuestra narración de historias en los demás. Al mismo tiempo, contar historias y experiencias es solo uno de los elementos de la evangelización. Son igualmente importantes las explicaciones sistemáticas de la fe mediante la formulación de los Símbolos de la Fe y de obras doctrinales.
Construir la comunidad en un mundo fragmentado
72. Las personas buscan alguien que pueda orientarlas y darles esperanza; están hambrientas de guía moral y espiritual, pero a menudo no la encuentran en los lugares tradicionales. En nuestros días es común dirigirse a los “influencers” (influentes), individuos que consiguen y mantienen un gran número de seguidores; adquieren así mayor visibilidad y logran inspirar y motivar a los demás con sus ideas o experiencias. El éxito de un influente de las redes sociales está ligado a su capacidad para destacar en la inmensidad de la red y atraer a numerosos seguidores.
73. En sí mismo, llegar a ser viral es algo neutro, no tiene automáticamente un impacto positivo o negativo en la vida de los demás. A este respecto, “las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno digital es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral”[45].
74. Micro y macro influentes
Todos deberíamos tomarnos en serio nuestra “influencia”. No sólo existen macroinfluentes con una gran audiencia, sino también microinfluentes. Cada cristiano es un microinfluente. Y todo cristiano debería ser consciente de su influencia potencial, independientemente del número de seguidores que tenga. Al mismo tiempo, debe ser consciente de que el valor del mensaje transmitido por el influente cristiano no depende de las cualidades del mensajero. Todo seguidor de Cristo tiene el potencial de establecer un vínculo, no consigo mismo, sino con el Reino de Dios, incluso para el círculo más pequeño de sus relaciones. «Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia» (Hch 16, 31).
Sin embargo, hemos de reconocer que nuestra responsabilidad aumenta con el incremento del número de seguidores. Cuanto mayor sea el número de seguidores, mayor debe ser nuestra conciencia de que no estamos actuando en nuestro propio nombre. La responsabilidad de servir a la propia comunidad, especialmente en el caso de quienes desempeñan papeles de liderazgo público, no puede ser secundaria respecto a la promoción de las propias opiniones personales desde los púlpitos públicos de los medios digitales[46].
75. Ser reflexivos, no reactivos
El estilo cristiano debe ser reflexivo, no reactivo, también en las redes sociales. Por lo tanto, todos debemos tener cuidado para no caer en las trampas digitales que se esconden en contenidos diseñados expresamente para sembrar el conflicto entre los usuarios provocando indignación o reacciones emocionales.
Debemos estar atentos a no publicar y compartir contenidos que puedan causar malentendidos, exacerbar la división, incitar al conflicto y ahondar los prejuicios. Por desgracia, la tendencia a dejarse llevar en las discusiones acaloradas y a veces irrespetuosas es común en las interacciones en línea. Todos podemos caer en la tentación de buscar la «paja en el ojo» de nuestros hermanos y hermanas (Mt 7, 3) lanzando acusaciones públicas en las redes sociales, fomentando divisiones en la comunidad eclesial o discutiendo sobre quién es el más grande entre nosotros, como hicieron los primeros discípulos (Lc 9, 46). El problema de la comunicación polémica y superficial -y, por tanto, divisiva-, es especialmente preocupante cuando procede de los líderes de la Iglesia: obispos, pastores y destacados líderes laicos. Éstos no sólo causan división en la comunidad, sino que también autorizan y legitiman a otros a promover un tipo de comunicación similar.
Ante esta tentación, a menudo la mejor línea de acción es no reaccionar o reaccionar con el silencio para no dignificar esta falsa dinámica. Se puede afirmar con seguridad que este tipo de dinámica no ayuda; al contrario, causa un gran daño. Así pues, los cristianos están llamados a mostrar otro camino.
76. Ser activos, ser sinodales
Las redes sociales pueden convertirse en una oportunidad para compartir historias y experiencias de belleza o de sufrimiento que están físicamente lejos de nosotros. De este modo, podemos rezar juntos y buscar juntos el bien, redescubriendo lo que nos une[47]. Ser activos significa participar en proyectos que inciden en la vida cotidiana de las personas: proyectos que promueven la dignidad humana y el desarrollo; que tienen como objetivo reducir las desigualdades digitales; que promueven el acceso digital a la información y la alfabetización; que promueven iniciativas de cuidado y de recogida de fondos para los pobres y marginados; y que dan voz a los que no la tienen en la sociedad.
Los desafíos a los que nos enfrentamos son globales, por lo que requieren un esfuerzo de colaboración global. Por ello, urge que aprendamos a actuar juntos, como comunidad y no como individuos: no tanto como «influentes individuales», sino como «tejedores de comunión», poniendo en común nuestros talentos y habilidades, compartiendo conocimientos y sugerencias[48].
Por eso Jesús envió a los discípulos «de dos en dos» (cfr. Mc 6,7), para que caminando juntos[49] podamos revelar, también en las redes sociales, el rostro sinodal de la Iglesia. Este es el significado profundo de la comunión que une a todos los bautizados del mundo. Como cristianos, la comunión forma parte de nuestro «ADN». El Espíritu Santo nos hace capaces así de abrir nuestro corazón a los demás y de abrazar nuestra pertenencia a una hermandad universal.
El signo del testimonio
77. Nuestra presencia en las redes sociales se concentra generalmente en la difusión de información. En esta línea, la presentación de ideas, enseñanzas, pensamientos, reflexiones espirituales y similares en los medios sociales debe ser fiel a la tradición cristiana. Pero esto no es suficiente. Los cristianos deberíamos ser conocidos no solo por nuestra capacidad para llegar a los demás con contenidos religiosos interesantes, sino también por nuestra disponibilidad para escuchar, para discernir antes de actuar, para tratar a todas las personas con respeto, para responder con una pregunta en vez de con un juicio, para permanecer en silencio en lugar de suscitar una controversia, y para ser «diligentes para escuchar y tardos para hablar y para la ira» (Stg 1, 19).
En otras palabras, todo lo que hacemos, de palabra y de obra, debe llevar el signo del testimonio. No estamos presentes en las redes sociales para «vender un producto». No estamos haciendo publicidad, sino comunicando vida, la vida que se nos ha dado en Cristo. Por eso, todo cristiano todo cristiano debe procurar no hacer proselitismo, sino dar testimonio.
78. ¿Qué significa ser testigo? La palabra griega para testigo es «mártir», y se puede afirmar que algunos de los más poderosos “influentes cristianos» han sido mártires. El atractivo de los mártires está en que testimonian su unión con Dios mediante el sacrificio de su propia vida[50]. “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habéis recibido de Dios y que habita en vosotros? Ya no sois los dueños de vosotros mismos” (1 Co 6, 19). Los cuerpos de los mártires son instrumentos ejemplares para la revelación del amor de Dios.
Si el martirio es el signo supremo del testimonio cristiano, todo cristiano está llamado a sacrificarse: la vida cristiana es una vocación que consume nuestra propia existencia, ya que ofrecemos nuestro ser, alma y cuerpo para convertirnos en un espacio de comunicación del amor de Dios, un signo que apunta hacia el Hijo de Dios.
En este sentido comprendemos mejor las palabras del gran Juan Bautista, primer testigo de Cristo: «Es necesario que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3, 30). Como el Precursor, que exhortó a sus discípulos a seguir a Cristo, no buscamos «seguidores» para nosotros mismos, sino para Cristo. Sólo podemos difundir el Evangelio creando una comunión que nos una en Cristo. Podemos hacerlo siguiendo el ejemplo de Jesús al interactuar con los demás.
79. El atractivo de la fe alcanza a las personas allí donde están y tal como están, en el aquí y ahora. Jesús pasó de ser un desconocido carpintero de Nazaret a ganar rápidamente popularidad en toda la región de Galilea. Mirando con compasión a la gente, que era como un rebaño sin pastor, Jesús proclamó el Reino de Dios curando a los enfermos y enseñando a las multitudes. Para obtener el máximo «alcance», a menudo hablaba a la muchedumbre desde una montaña o desde una barca. Para promover la «participación» de algunos de los suyos, eligió a doce y a ellos les explicó todo. Pero luego, en la cúspide de su «éxito», se retiraba inesperadamente en soledad con el Padre. Pidió a sus discípulos que hicieran lo mismo: cuando le relataron el éxito de sus misiones, les invitó a que fueran a un lugar apartado para descansar y rezar. Y cuando discutieron sobre quién de ellos era el más grande, les anunció su futuro sufrimiento en la cruz. Su objetivo -ellos lo comprenderían más tarde- no fue incrementar su público, sino revelar el amor del Padre para que las personas, todas las personas, tuvieran vida y la tuvieran en abundancia (cfr. Jn 10,10).
Siguiendo las huellas de Jesús, para nosotros debe ser una prioridad el reservar un espacio suficiente para el diálogo personal con el Padre y para permanecer en sintonía con el Espíritu Santo, que nos recordará siempre que en la Cruz todo cambió. ¡No hubo ningún «me gusta» y casi ningún «seguidor» en el momento de la mayor manifestación de la gloria de Dios! Cualquier medida humana del «éxito» queda relativizada por la lógica del Evangelio.
80. Este es nuestro testimonio: hemos de atestiguar, con nuestras palabras y nuestras vidas, lo que Otro ha hecho[51]. Así, y sólo así, podemos ser testigos -e incluso misioneros- de Cristo y de su Espíritu. Esto incluye también nuestra presencia en las redes sociales. La fe conlleva, sobre todo, dar testimonio de la alegría que nos dona el Señor. Y esta alegría siempre brilla con fuerza sobre el telón de fondo de una memoria agradecida. Contar a los demás la razón de nuestra esperanza y hacerlo con dulzura y respeto (1 Pe 3,15) es un signo de gratitud. Es la respuesta de quien, a través de la gratitud, se hace dócil al Espíritu y, por tanto, es libre. Así fue para María, que, sin quererlo ni intentarlo, se convirtió en la mujer más influyente de la historia[52]. Es la respuesta de quien, por la gracia de la humildad, no se pone a sí mismo en primer plano, y de este modo facilita el encuentro con Cristo, que dijo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29).
Siguiendo la lógica del Evangelio, todo lo que hemos de hacer es suscitar una pregunta para despertar la búsqueda de la respuesta. El resto es la obra escondida de Dios.
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81. Como hemos visto, viajamos por las autopistas digitales junto a amigos y completos desconocidos, esforzándonos por evitar las numerosas trampas a lo largo del camino, y tomamos conciencia de que hay heridos a los lados de la carretera. A veces, estos heridos pueden ser los demás. Otras veces, somos nosotros mismos. Cuando esto sucede, nos detenemos, y, a través de la vida que hemos recibido mediante los sacramentos y que actúa en nosotros, esta toma de conciencia se convierte en encuentro: el herido deja de ser un personaje o una imagen en la pantalla y adquiere la forma del prójimo, de un hermano o hermana, y, de hecho, del Señor, que dijo: «Os aseguro que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40). Y si a veces somos nosotros los heridos, el samaritano que se inclina sobre nosotros con compasión tiene también el Rostro del Señor, que se hizo nuestro prójimo y se inclinó sobre la humanidad que sufre para curar nuestras heridas. En ambos casos, lo que quizá comenzó como un encuentro casual o una presencia distraída en las redes sociales se transforma en personas presentes las unas a las otras en un encuentro lleno de misericordia. Esta misericordia nos permite experimentar, ya ahora, el Reino de Dios y la comunión que tiene su origen en la Santísima Trinidad: la verdadera «tierra prometida».
82. Entonces, desde nuestra presencia amorosa y genuina en estas esferas digitales de la vida humana se hace posible abrir un camino hacia lo que San Juan y San Pablo anhelaban en sus cartas: el encuentro cara a cara de cada persona herida con el Cuerpo del Señor, la Iglesia, para que en ese encuentro personal, de corazón a corazón, sus heridas y las nuestras puedan ser sanadas y «nuestra alegría sea completa» (2 Jn 12).
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Que la imagen del buen samaritano que venda las heridas del hombre apaleado, vertiendo sobre ellas aceite y vino, nos sirva como guía. Que nuestra comunicación sea aceite perfumado para el dolor y vino bueno para la alegría. Que nuestra luminosidad no provenga de trucos o efectos especiales, sino de acercarnos, con amor y con ternura, a quien encontramos herido en el camino[53].
Ciudad del Vaticano, 28 de mayo de 2023, Solemnidad de Pentecostés.
Paolo Ruffini
Prefecto
Lucio A. Ruiz
Secretario
[1] Sínodo de los Obispos, Documento final de la reunión pre-sinodal en preparación para la XV Asamblea General Ordinaria, «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», Roma (19-24 de marzo de 2018), n. 4.[2] Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad (24 de mayo de 2009). Aetatis Novae ya se refería a la tecnología digital en 1992; y los documentos de 2002 Ética en Internet y La Iglesia e Internet se centran con más detalle en el impacto cultural de la red. La Carta Apostólica de 2005 de San Juan Pablo II El rápido desarrollo, dirigida a los responsables de la comunicación social, ofrece reflexiones sobre algunas cuestiones que plantea dicha comunicación. Además de los documentos específicos sobre la comunicación social, en las últimas décadas otros documentos magisteriales han dedicado secciones a este tema. Véanse, por ejemplo, Verbum Domini, 113; Evangelii gaudium 62, 70, 87; Laudato si’, 47, 102-114; Gaudete et exsultate, 115; Christus Vivit, 86-90, 104-106; Fratelli tutti 42-50.
[3] Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización (24 de enero de 2013).
[4] Mensaje del Santo Padre Francisco para la LIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales “Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25). De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana» (24 de enero de 2019).
[5] El Vaticano abrió su primer canal de YouTube en 2008. Desde 2012, el Santo Padre ha estado activo en Twitter, y desde 2016, en Instagram. Paralelamente a ello, la presencia del Papa en los medios digitales se ha convertido en uno de los métodos de su interacción pastoral; comenzó con video mensajes a mediados de los años 2000, seguidos de video conferencias en directo como la conexión con los astronautas de la Estación Espacial Internacional en 2017. El video mensaje del Papa a la Super Bowl estadounidense del 2017 y su participación en las TED Talks en 2017 y 2020 son solamente dos ejemplos de la presencia pastoral del Papa en los medios digitales.
[6] La transmisión en directo de la Statio Orbis del 27 de marzo de 2020 atrajo a unos 6 millones de espectadores en el canal YouTube de Vatican News, y 10 millones de espectadores en Facebook. Estas cifras no incluyen visualizaciones posteriores de la grabación del evento, ni visualizaciones a través de otros canales. En la noche del 27 de marzo, 200.000 usuarios comenzaron a seguir a @Franciscus en Instagram. Las publicaciones referidas a la Statio Orbis siguen estando entre el contenido con mayor número de interacciones en la historia de esta cuenta.
[7] Entre las muchas imágenes del Evangelio que podrían haber sido elegidas como inspiración para este texto se escogió la parábola del buen samaritano, que para el Papa Francisco “es también una parábola sobre la comunicación” (cfr. Mensaje del Papa Francisco para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, “Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro”, 24 de enero de 2014).
[8] Por ejemplo: ¿quién establece las fuentes de las que aprenden los sistemas de inteligencia artificial? ¿Quién financia estos nuevos productores de opinión pública? ¿Cómo podemos garantizar que quienes elaboran los algoritmos estén guiados por principios éticos y ayuden a difundir globalmente una nueva conciencia y un nuevo pensamiento crítico para reducir al mínimo los fallos de las nuevas plataformas de información? La alfabetización sobre los nuevos medios de comunicación debería abarcar competencias que no sólo permitan a las personas gestionar de forma crítica y eficaz la información, sino también discernir el uso de tecnologías que reducen cada vez más la brecha entre lo humano y lo no humano.
[9] Cfr. Fratelli tutti 30; Evangelii gaudium 220; v. también el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común (4 de febrero de 2019): “Nos dirigimos a (…) los trabajadores de los medios de comunicación (…) de cada parte del mundo, para que redescubran los valores de la paz, de la justicia, del bien, de la belleza, de la fraternidad humana y de la convivencia común, con vistas a confirmar la importancia de tales valores como ancla de salvación para todos y buscar difundirlos en todas partes”.
[10] “Algunas personas prefieren no buscar, no informarse, y viven su bienestar y su comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que sufre. Casi sin darnos cuenta, nos hemos convertido en incapaces de sentir compasión por los otros, por sus dramas; no nos interesa preocuparnos de ellos, como si aquello que les acontece fuera una responsabilidad que nos es ajena, que no nos compete”. Mensaje de Su Santidad el Papa Francisco para la XLIX Jornada Mundial de la Paz, Vence la indiferencia y conquista la paz (1 de enero de 2016); Evangelii gaudium, 54.
[11] Mensaje de Su Santidad el Papa Francisco para la XLIX Jornada Mundial de la Paz, Vence la indiferencia y conquista la paz (1 de enero de 2016).
[12] Cfr. Fratelli tutti, 67.
[13] Mensaje de Su Santidad el Papa Francisco para la LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Escuchar con los oídos del corazón (24 de enero de 2022).
[14] Fratelli tutti, 63.
[15] “El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes”. Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Silencio y Palabra: camino de evangelización (24 de enero de 2012).
[16] Mensaje del Papa Francisco para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro (24 de enero de 2014).
[17] Mensaje del Papa Francisco para la LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Escuchar con los oídos del corazón (24 de enero de 2022); Evangelii gaudium, 171.
[18] “La primera escucha que hay que redescubrir cuando se busca una comunicación verdadera es la escucha de sí mismo, de las propias exigencias más verdaderas, aquellas que están inscritas en lo íntimo de toda persona. Y no podemos sino escuchar lo que nos hace únicos en la creación: el deseo de estar en relación con los otros y con el Otro”. Mensaje del Papa Francisco para la LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Escuchar con los oídos del corazón (24 de enero de 2022).
[19] Verbum Domini, 86-87.
[20] Laudato si’, 47.
[21] Cfr. Laudato si’, 66.
[22] Communio et Progressio, 12.
[23] Mensaje del Santo Padre Francisco para la LIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales “Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25). De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana (24 de enero de 2019).
[24] Mensaje del Papa Francisco para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro (24 de enero de 2014).
[25] Cfr. Fratelli tutti, 49.
[26] Fratelli tutti, 69.
[27] Cfr. Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro (24 de enero de 2014).
[28] Fratelli tutti, 77.
[29] Papa Francisco, Angelus del 10 de julio de 2016.
[30] Cfr. Gaudete et exsultate 115.
[31] Sobre la cuestión de la polarización y su relación con la creación de consenso, véase Fratelli tutti, 206-214.
[32] Cfr. Discurso en el evento “La economía de Francisco”, 24 de septiembre de 2022.
[33] “Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver» (Lc 10, 35).
[34] Una encuesta realizada en EE.UU. por el Barna Research Centre en 2020 reveló que, aunque la mitad de la personas que “normalmente van a la iglesia” declararon que no habían «participado en servicios religiosos, ni en persona ni digitalmente» durante un periodo de seis meses, sí afirmaron haber «visto un servicio religioso en línea» durante ese mismo periodo. Por tanto, es posible reconocer que se ha visto un servicio de culto sin considerarse a sí mismo como participante.
[35] En la realidad virtual, parece haber sustitutos artificiales para casi todo; podemos compartir todo tipo de informaciones digitalmente, pero compartir una comida no parece que sea posible ni siquiera en el metaverso.
[36] Cfr. Desiderio desideravi, n. 9, citando a Leone Magno, Sermo LXXIV: De ascensione Domini II, 1: “quod … Redemptoris nostri conspicuum fuit, in sacramenta transivit”.
[37] Mensaje del Santo Padre Francisco para la LIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, “Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25). De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana (24 de enero de 2019). Puede ser útil considerar otras prácticas espirituales que podrían ser más adecuadas que la Santa Misa para compartir en línea, como la Liturgia de las Horas o la lectio divina.
[38] Cfr. Discurso del Santo Padre Francisco a la Asamblea Plenaria del Dicasterio para la Comunicación, 23 de septiembre de 2019.
[39] El Papa Francisco ha hablado en numerosas ocasiones del estilo de Dios como “cercanía, compasión y ternura” (Audiencias Generales, Ángelus, Homilías, conferencias de prensa, etc.)
[40] Communio et Progressio, n.11.
[41] “Basta amar bien para decir bien” (San Francisco de Sales). Cfr. Mensaje del Santo Padre Francisco para la LVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Hablar con el corazón. “En la verdad y en el amor” (Ef 4,15) (24 de enero de 2023).
[42] Mensaje del Santo Padre Francisco para la LII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Fake news y periodismo de paz (24 de enero de 2018).
[43] Mensaje del Santo Padre Francisco para la LIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales «“Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25). De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana» (24 de enero de 2019).
[44] Es importante, sin embargo, corregir una narrativa falsa de modo respetuoso y tempestivo. “Las fake news deben ser contrastadas, pero siempre deben ser respetadas las personas, que a menudo se adhieren a ellas sin plena advertencia ni responsabilidad”. Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en un encuentro organizado por el Consorcio Internacional de Medios Católicos «Catholic fact-checking», 28 de enero de 2022.
[45] Mensaje del Santo Padre Francisco para la L Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo (24 de enero de 2016).
[46] Esto concierne también a la formación de los sacerdotes. Como se lee en la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, “los futuros pastores no pueden permanecer excluidos, ni durante su iter formativo, ni en su futuro ministerio” de la plaza pública de los mass media y las redes sociales (n. 97). Deberían también ser conscientes de los inevitables riesgos que se derivan de frecuentar el mundo digital, entre ellos las diversas formas de dependencia (cfr. n. 99). Sobre este aspecto, véase también el discurso del Santo Padre Francisco a los sacerdotes y seminaristas que estudian en Roma del 24 de octubre de 2022.
[47] Mensaje del Santo Padre Francisco para la LIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales “Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25). De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana (24 de enero de 2019).
[48] Podría ser útil, por tanto, que las iniciativas individuales en las redes sociales, sobre todo las que provienen de los religiosos y del clero, encuentren un modo para fortalecer la comunión en la Iglesia. Como comunidad cristiana, podría ser útil también acercarse a los influentes que están en los márgenes de nuestros ambientes eclesiales.
[49] Ser sinodal (de syn odòs) significa caminar por el mismo camino, caminar juntos, avanzar juntos.
[50] Esto ya fue descrito por los antiguos Padres de la Iglesia. Tertuliano, por ejemplo, hablaba del martirio como atracción. En su Apología, explica que las persecuciones no solo son injustas, sino también inútiles: «Ninguna de vuestras crueldades, por exquisitas que sean, os servirán; más bien, hacen nuestra religión más atractiva. Cuanto más nos segáis, más crecemos en número; la sangre de los cristianos es la semilla de vida nueva. (…) Esa misma obstinación contra la que arremetéis es una lección. Porque, ¿quién que la contempla no se siente impulsado a preguntar qué hay en el fondo de ella? ¿Quién, después de indagar, no abraza nuestras doctrinas?». Tertuliano, Apología, n. 50 (traducción adaptada).
[51] Este párrafo se inspira en parte en el Mensaje a las Obras Misionales Pontificias del 21 de mayo de 2020.
[52] Viaje Apostólico a Panamá: Vigilia con los jóvenes (Campo San Juan Pablo II – Metro Park, 26 de enero de 2019).
[53] Mensaje del Papa Francisco para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro (24 de enero de 2014).