El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy, 12 de junio de 2022 titulado “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.
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Celebramos hoy la solemnidad de la Santísima Trinidad, celebración que nos invita a contemplar el misterio de Dios, que se nos ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un misterio que jamás podremos comprender. Y por eso necesitamos acercarnos al Misterio con una actitud de humildad, porque Dios ha escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las ha revelado a los pequeños (cf. Mt 11, 25).
Es un Misterio en el que Dios se nos manifiesta como Amor: Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito para que vivamos por medio de Él (cf. 1 Jn 4, 8s).
Por ello, nos hemos de acercar al Misterio de Dios con humildad y desde la fe y desde el amor: a Dios se le conoce viviendo la vida como una historia de amor con Él. Dejándote amar por Él y respondiendo a su amor con tu amor.
Para conocer a Dios en profundidad, necesitas tener un encuentro personal con Él. Necesitas acoger el don del Espíritu Santo, que os guiará hasta la verdad plena… Esta verdad plena es Dios. Un Dios que te ama, que te ha creado por amor y te llama a vivir con Él una historia de amor, historia que culminará cuando llegues a la meta de tu vida y de tu fe: el cielo, la vida eterna, donde veremos a Dios cara a cara, donde ni el ojo vio, ni el oído oyó ni el hombre puede siquiera imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman (cf. 1 Cor 2, 9).
Este es el hilo conductor de nuestra fe: que Dios te ama. Tú vida no es fruto de la casualidad, ni de la fatalidad del destino. Dios te ha creado por amor y para amar. Para que vivas con Él una relación de amor. Dios te ama, tal y como eres. Dios te ama gratuitamente: sin exigirte nada. ¡Nadie te ama como Él! Dios te ama con fidelidad, no deja de amarte nunca. Todo lo que Dios dice, enseña y manda, no lo hace para fastidiarte, sino para mostrarte el camino que conduce a la felicidad y a la vida eterna. ¡Dios quiere que seas feliz! Y quiere que seas feliz no sólo un ratito…, sino ¡para toda la eternidad!
Esta es tu identidad más profunda: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando Él se manifieste seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es (cf. 1 Jn 3, 2).
Esta historia de amor con el Señor la hemos de cuidar. Hay un momento inicial en el que el Señor enciende en nosotros la “chispa” de la fe, del amor. Pero este fuego inicial lo hemos de cuidar, porque si lo cuidamos, va creciendo poco a poco y va dando fruto. Toda nuestra vida está llamada a ser un crecimiento en la fe, hasta que lleguemos al cielo, donde desaparecerá la fe y la esperanza y sólo quedará el amor. ¿Cómo la cuidamos? Escuchando y acogiendo la Palabra, orando, celebrando los sacramentos, viviendo el amor fraterno… y todo ello en la Iglesia, con los hermanos que Dios nos ha dado como una ayuda en nuestro caminar hacia el cielo.
Y, asombrado, por el misterio del amor de Dios, esta fiesta es una invitación a vivir en la alabanza, como hemos cantado en el Salmo: ¡Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Una invitación a poder decir cada día: ¡Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Déjate amar por Dios!