En este segundo capítulo de la última encíclica del Papa Francisco, Dilexit Nos, se profundiza en el amor de Cristo, no solo a través de sus palabras, sino, fundamentalmente, mediante sus gestos, su mirada y su compasión. El Papa comienza recordándonos que, aunque Cristo no explicó en profundidad el misterio de su amor, lo mostró de manera tangible, acercándose a nosotros con sencillez, como alguien que salta las distancias y se hace cercano, tal como se expresa el nombre «Emmanuel», que significa «Dios con nosotros».
Los gestos de Jesús
El Papa Francisco resalta que los gestos de Jesús fueron fundamentales para manifestar su amor. Jesús se dejó tocar, curó a los leprosos con un simple gesto, tocó los ojos del ciego y permitió que una mujer pública le limpiara los pies. En una sociedad que consideraba impuro tocar a los leprosos o a los excluidos, Jesús no dudó en acercarse, mostrar compasión y ofrecer sanación. Esta cercanía de Cristo se mantiene hoy, aunque ya no en forma de gestos físicos directos, sino en la forma en que se nos presenta a través de las circunstancias cotidianas, las personas y los acontecimientos que atraviesan nuestra vida.
Cada momento, cada encuentro, cada persona puede ser una manifestación del amor divino: el consuelo de un amigo, un gesto de cariño de un hijo, la mirada compasiva de un extraño, o incluso la reflexión en un objeto que nos recuerda a Cristo. El Papa señala que no es cuestión de preguntarnos «por qué», sino «para qué» ocurren los eventos en nuestras vidas, pues todos ellos son una oportunidad para percibir el mensaje de Dios.
La mirada de Cristo
El segundo gran tema del capítulo es la mirada de Jesús. El Papa explica que la mirada de Cristo no es superficial, sino profunda, capaz de ver el fondo del corazón humano. Jesús no ve solo las apariencias externas; ve el alma, los deseos más íntimos, el arrepentimiento y la bondad que se ocultan en el corazón de las personas. Un ejemplo de esto es el llamado de Mateo, el publicano, o los dos hermanos pescadores que Jesús eligió. No fue por lo que hacían, sino por lo que Cristo vio en su corazón.
Esta mirada sigue vigente hoy, y el Papa invita a vivir bajo esa mirada constante de Dios, que es siempre una mirada de amor, comprensión y misericordia. Cuando somos conscientes de que estamos siempre bajo la mirada de Dios, nuestra perspectiva cambia. Dejamos de preocuparnos por los logros materiales o el reconocimiento externo, y nos enfocamos en vivir para agradar a Dios y servir a los demás.
La compasión de Cristo
Finalmente, el Papa Francisco nos habla de la compasión de Cristo. El Señor no solo vio las necesidades del ser humano, sino que también padeció por ellas. Su compasión lo llevó a compartir el sufrimiento de los demás, a estar con aquellos que estaban marginados, enfermos o débiles. Cristo no era ajeno al dolor humano; lo asumió y se unió a él para redimirlo. Esta compasión sigue presente hoy en nosotros a través de la invitación a acompañar a los que sufren, a ver el sufrimiento con los ojos de Cristo y a tomar acción para aliviarlo.
El Papa subraya que la compasión no es solo un sentimiento de tristeza ante el sufrimiento ajeno, sino una respuesta activa que se traduce en acciones concretas de ayuda y amor. En nuestra vida diaria, ser compasivos es estar dispuestos a compartir las cargas de los demás, como lo hizo Cristo, quien cargó con el peso de nuestras debilidades y pecados.
Este segundo capítulo de la encíclica Dilexit Nos nos invita a contemplar el amor de Cristo no solo como un concepto abstracto, sino como una realidad viva y tangible que se manifiesta en gestos cotidianos, en miradas llenas de comprensión y en una compasión profunda que nos llama a ser más humanos y solidarios. El Papa Francisco nos recuerda que Cristo sigue viviendo hoy entre nosotros, mostrándonos su amor de manera sencilla y cercana, invitándonos a ser testigos de ese amor en nuestra vida diaria.
Capítulo 1: Dilexit Nos. El corazón
Capítulo 2: Gestos y palabras de amor