“Yo, vuestra Madre”
Nuestra Señora del Carmen se presentó como Nuestra Madre en el pueblo cántabro de San Sebastián de Garabandal (España), entre los años 1961 a 1965, según los innumerables testimonios existentes de personas sencillas y devotas de la época.
La verdad de que María es Madre de Dios fue proclamada dogmáticamente en el Concilio de Éfeso, en el año 431 y es el primer dogma Mariano. Conocíamos que María es Madre de Dios, no porque lo haya engendrado en la eternidad sino porque lo engendró hace algo más de 2000 años en la Encarnación. Dios no necesitaba una madre, pero la quiso tener para acercarse a nosotros con infinito amor. Dios es el único que pudo escoger a su madre y, para consternación de algunos y gozo de otros, escogió a la Santísima Virgen María quién es y será siempre la Madre de Dios.
No obstante, lo bonito de las apariciones de María en Garabandal es que la Santísima Virgen quiso mostrarse amorosa y tiernamente como Nuestra Madre, concediéndonos experimentar su presencia materna, espiritual pero real y cercana. Y con ello comprobar que su presencia serena, alegra, conforta, sana, consuela, bendice…
Nuestra Madre nos ofrece con amor su corazón no solo como refugio sino como Hogar. Ella nos invita a la conversión, a poner en el centro de nuestras vidas a Jesús Eucaristía. De ese modo, María nos enseña a meditar la Pasión de su Hijo como camino para aprender a ser cristianos fieles y buenas personas.
Escuchando una síntesis musical del mensaje de Garabandal en este himno Nuestra Madre quiere hablarnos directamente al corazón. ¡Qué Madre tan buena tenemos! Ella quiere que hagamos oración y penitencia. También quiere enseñarnos, como niños, todo aquello necesario para que seamos buenos y vayamos al Cielo.
No debemos olvidar que la advocación de Santa María del Monte Carmelo (Tierra Santa) es signo del amor y protección maternal de la Virgen. Se refiere a la ayuda y asistencia especial de la Nuestra Señora del Carmen sobre todos aquellos que visten o llevan el Escapulario. Ella acude ante los peligros del cuerpo y del alma, libra a la persona de todo mal e intercede para que viva en gracia de Dios.
Escuela de María: ¡Haced lo que Él os diga!
María es Madre y también Maestra. Ella nos enseña con su ejemplo y sus consejos los valores humanos y las virtudes cristianas que debemos practicar en nuestra vida. Su pedagogía es clara y sintética. Podría resumirse con esta frase: “¡Haced lo que Él os diga!”.
Y es que en nuestros días el ser humano, al prescindir totalmente de Dios en sus vidas, está profundizando gravemente su rebelión contra el Creador. El individuo contemporáneo, va construyendo aceleradamente “la religión secular del hombre”, a través de la cual, el ser humano, en su soberbia, va aumentando su endiosamiento, utilizando el cientifismo mal orientado, el materialismo ateo o la espiritualidad gnóstica, así como las tecnologías exponenciales que pueden conducir a la extinción de la especie humana tal y como la conocemos hoy.
Se alza así el hombre autorealizado con la pretensión de alcanzar una supuesta condición de Homo Deus, en lugar de acoger humildemente y con fe, la auténtica religión de Dios que nos ofrece ser hijos suyos y participar de su Gloria. Queda claro que Satanás está detrás de toda esta oscura estrategia de engaño y perdición. El “príncipe del mundo” siempre ha susurrado a la humanidad, desde el inicio de los tiempos, la vieja tentación del Edén: “¡Seréis como dioses!”.
Tal y como se destaca en la publicación del volumen “La verdad del amor. Huellas para un camino” que recoge un importante texto inédito de Benedicto XVI y que ha visto la luz este año 2024, hoy se niega que el hombre, como ser libre, se encuentre vinculado de alguna manera a una naturaleza que determine el espacio de su libertad. “Hoy el hombre ya no tiene una naturaleza, sino que ‘se hace’ a sí mismo. Ya no existe una naturaleza del hombre, él mismo decide si es varón o mujer. Es el hombre mismo quien produce al hombre y decide así sobre el destino de un ser que ya no proviene de las manos de un Dios creador, sino del laboratorio de las invenciones humanas”.
Así, la ideología de género, el transhumanismo, el posthumanismo, el transespecismo, el ciborgismo y las otras bioideologías que pretenden la disolución de la naturaleza humana, asoman como un grave peligro en nuestro tiempo y en el futuro próximo.
No es de extrañar pues que en Garabandal la Virgen comunicase a la Iglesia y a la humanidad los conocidos mensajes que representan una advertencia y un llamado al mundo para que realice una conversión profunda y transformadora. En dichos mensajes se anuncia un Aviso o iluminación de la conciencia, un Milagro para que la humanidad se enmiende, y condicionalmente, un Castigo.
Tal y como se comunica en el primer mensaje de 18 de octubre de 1961: “Ya se está llenando la copa y si no cambiamos nos vendrá un castigo muy grande”. En el segundo mensaje de la Virgen, que llegó poco antes del fin de las apariciones, el 18 de junio de 1967, se nos comunica que “/…/ antes la copa se estaba llenando, ahora, está rebosando. /…/ Yo, vuestra Madre, por intercesión del Ángel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis. ¡Ya estáis en los últimos avisos! Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación. Pedidnos sinceramente y nosotros os lo daremos. Debéis sacrificaros más. Pensad en la Pasión de Cristo”.
Con sencillez de madre, la Santísima Virgen se aparecía en las casas y en los prados de San Sebastián de Garabandal, dando a sus hijos las indicaciones que estos necesitaban oír para bien de sus almas. Los testimonios de aquella convivencia cotidiana y a la vez extraordinaria y sobrenatural con María nos recuerdan que, si no tomamos el camino de la Cruz, si la Eucaristía no es el centro de nuestras vidas y de cada uno de nuestros días, si no somos buenos, si no nos convertimos, el Señor no tendrá más remedio que intervenir para que comprendamos la importancia de lo que está en juego: nuestra salvación.
“La abolición del Creador como abolición del hombre se convierte así en la auténtica amenaza para la fe”, deduce Benedicto XVI, y “ésa es la gran tarea que se le presenta hoy a la teología”, que podrá resolverla ”solo si el ejemplo de vida de los cristianos es más fuerte que el poder de las negaciones que nos rodean y que prometen una falsa libertad”.
Como podemos comprobar, Benedicto XVI creía que no se puede renunciar a la grandeza del ideal cristiano a pesar de la oscuridad existente en nuestro mundo, y que el proyecto de Dios, accesible a través de la encarnación de Cristo, es la única vía para reconciliar la libertad humana con su naturaleza, permitiendo a la humanidad vivir en armonía con su Creador.
En congruencia con los graves riesgos existenciales que nos acechan, tanto desde el punto de vista humano como espiritual, Nuestra Madre nos enseña pacientemente, con cariño, pero a la vez con claridad y contundencia, que debemos profundizar en las virtudes cristianas y rezar mucho, sobre todo el Santo Rosario.
Otra de las lecciones que podemos deducir de esa llamada a la conversión, a la penitencia, a la oración, a la Eucaristía y a volver la mirada al Dios justo y misericordioso, es que no debemos abandonar los valores del humanismo cristiano, de su antropología sobre la persona en su dignidad y libertad, así como los elementos fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia y de su Magisterio bimilenario, que tanto bien han traído a la fe católica y a la civilización cristiana universal. En definitiva, que tenemos que adentrarnos cada vez más en la contemplación y comprensión de la Palabra de Dios que se encuentra en las Sagradas Escrituras y que sigue viva para todos y cada uno de nosotros.
En la batalla espiritual que vivimos en estos Últimos Tiempos, debemos ser conscientes de que somos apóstoles de María, y trabajamos por el advenimiento del Orden Social de Cristo (OSC) cimentado en la civilización del amor y en la cultura de la vida, frente a un Nuevo Orden Mundial (NOM) construido a partir de estructuras de pecado y en la cultura de la muerte, sobre las que se asienta, sin lugar a dudas, el poder diabólico de un sistema o de un personaje al que denominamos el Señor del Mundo o Anticristo. No obstante, sabemos por Nuestra Madre, en las apariciones de Fátima, que al final, el Inmaculado Corazón de María triunfará, y que se iniciará un largo periodo de paz.
Valores Humanos y Virtudes Cristianas
Nuestra Madre, en sus diversas apariciones, nos recuerda que vivimos en un universo moral, que el mal nos autolesiona, y que el bien nos ayuda y conserva; que el problema fundamental del mundo no esté en la política ni la economía, sino que se encuentra en nuestros corazones y en nuestras almas, que la regeneración espiritual es la condición indispensable para mejorar socialmente y renovar el mundo.
Precisamente la piedad mariana lleva a esta regeneración espiritual en la que es fundamental virtudes cristianas como la fortaleza y la esperanza para reconocer y celebrar el triunfo del bien sobre el mal, pues María es la que aplastará la cabeza de la serpiente antigua. Ella sigue fortaleciendo nuestro camino para no desalentarnos en esta batalla en contra de las fuerzas del mal.
De entre los muchos valores humanos y virtudes cristianas que podríamos haber escogido, quisiera destacar a continuación tres que, a mi entender, resultan muy necesarias para nuestro tiempo, así como para el mundo que se avecina. Nos referiremos a las siguientes:
- Humildad
- Confianza
- Esperanza
1. Humildad
Si hay una virtud propiamente mariana, esa es la virtud de la humildad. Nuestra Madre del Cielo es la “llena de gracia” precisamente por su humildad. Podríamos decir que el secreto de María es la humildad. Por eso, Satanás, el Ángel caído por su orgullo y soberbia, no pudo tentar con éxito a esa criatura bienaventurada, y por tanto, será vencido
María nos enseña que Dios no nos exalta precisamente por nuestros dones, riquezas o por las habilidades o capacidades ampliadas adquiridas, sino por la humildad. Dios está enamorado de la humildad. Dios levanta a quien se abaja y exalta a quien sirve.
Precisamente por eso, en las apariciones marianas, resulta significativo ver como los receptores de los mensajes de la Virgen son personas sencillas. De este modo, María se aparece en lugares naturales y recónditos y suele escoge a niños, como ocurrió en Garabandal y en otras apariciones marianas, porque Nuestra Madre quiere estar cerca de la gente humilde.
En el pueblo de San Sebastián de Garabandal, se conserva viva la huella dejada por la presencia de la Virgen en las casi 3.000 apariciones públicas acaecidas entre 1961 y 1965. En casas sencillas de familias humildes y en calles estrechas de un pequeño pueblo de Cantabria con un paraje maravilloso denominado “Los Pinos”, allí precisamente la Virgen quiso que rebosara especialmente su cariño y amor de Madre. En ese paisaje extraordinario, la Virgen nos anuncia un Gran Milagro después de un Gran Aviso que será dado a toda la humanidad y un Castigo condicional, si no nos enmendamos. En ese santuario natural, la Virgen nos pide que seamos como niños pequeños ante Dios que es Amor.
2. Confianza
En el verano del 2018 tuve una experiencia espiritual que me hizo comprender como no debemos tener miedo ante los acontecimientos que están por venir en la batalla espiritual que se está librando en nuestros días.
Por mediación del Arcángel San Gabriel, el gran anunciador cuya misión consiste en llevar el mensaje de Dios al hombre y al que se le tiene como un mensajero que nos hace crecer en la vida espiritual revelando los planes y propósitos que tiene Dios para nosotros, me quedó claro que tenemos que confiar sin reservas en Nuestro Señor Jesucristo y en Nuestra Madre, la Santísima Virgen María, y estar despiertos velando en todo momento, tal y como se nos advierte en las Sagradas Escrituras.
¡Nessun dorma!…¡Que nadie duerma!
El mensaje del cielo fue muy claro: “El manto de la Virgen te protege, ¡No temas! Confía”.
De este modo, pude comprender como la Maternidad Espiritual de la Virgen María se explicita de tres formas: María es Abogada porque intercede por nosotros, nos defiende de los acosos del mal y de los peligros. María es Mediadora en el sentido de que toda gracia que nos llega del cielo tiene un sello mariano, aunque no se vea. En el caso de María como Corredentora, se quiere explicitar que toda gracia que nos llega de Cristo nos llega del hijo de María.
3. Esperanza
¿Qué es la esperanza? Aristóteles parece que respondió de la siguiente forma: Es el sueño de un hombre despierto.
Desde la perspectiva católica, la esperanza es la virtud que da sentido al camino de la vida.
De este modo, podemos afirmar que “la esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (Catecismo de la Iglesia Católica, n.1817).
Estas palabras nos confirman que la esperanza es la respuesta que se ofrece a nuestro corazón, cuando surge en nosotros la pregunta absoluta: ¿Qué será de mí? ¿Cuál es el destino de mi peregrinación por esta vida? ¿Cuál será el destino del mundo y de la humanidad?
Muchas veces, ante los mensajes de Garabandal sobre el Aviso, el Milagro y el Castigo, nos hacemos estas preguntas y las dirigimos a Nuestro Señor y a Nuestra Madre para que inspirados por el Espíritu Santo, y con la confianza puesta en la misericordia de Dios Padre, obtengamos paz interior.
Si no hubiera un mañana fiable, un horizonte luminoso, sólo cabría concluir que la virtud es un esfuerzo inútil. “Solo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, también el presente se hace vivible” decía Benedicto XVI (Carta encíclica Spe salvi, 2).
Durante su brevísimo ministerio, Juan Pablo I también dedicó una catequesis a la esperanza, en la que afirmaba que esta “es una virtud obligatoria para todo cristiano” que nace de la confianza en tres verdades: “Dios es todopoderoso, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas”. Y es Él, el Dios de la misericordia, quien enciende la confianza en mí; por lo tanto, no me siento ni solo, ni inútil, ni abandonado, sino involucrado en un destino de salvación, que un día llegará al Paraíso (Audiencia general, 20 de septiembre de 1978).
El mundo de hoy tiene una necesidad enorme de esta virtud cristiana. El mundo y la humanidad necesitan esperanza, como necesitan paciencia, virtud que va de la mano de la esperanza. Los hombres pacientes son tejedores de bien. Desean obstinadamente la paz, y aunque algunos tienen prisa y querrían todo ya, la paciencia tiene la capacidad de esperar. Incluso cuando muchos a su alrededor han sucumbido a la desilusión, los que están animados por la esperanza y son pacientes son capaces de atravesar las noches más oscuras. Por tanto, esperanza y paciencia van unidas.
A menudo, tenemos la tentación de preguntarnos ¿a qué espera Dios? ¿Por qué no actúa ya, y en cambio el mal avanza tanto y cuanto quiere? Y tal vez la respuesta es que quizá cuando lo haga, será tan duro el castigo, que quienes lo vivan desearan que Dios hubiera estado más tiempo sin actuar.
A nosotros nos toca entender que los tiempos que vendrán nos excederán humanamente, pero que sólo tenemos el presente para pegarnos a Dios y pedir, día a día, misericordia tanto para nosotros, como para el mundo y para la Iglesia, sumida en estos tiempos en una dura prueba de fe.
A modo de conclusión quisiera transmitir la siguiente idea central: las apariciones de la Virgen del Carmen en Garabandal deben entenderse como un mensaje de esperanza y salvación para cada uno de nosotros, para el mundo y para toda la humanidad.
Desde ese recóndito lugar de España, Nuestra Madre quiso comunicar y sigue queriendo anunciar, para estos tiempos que vivimos y los que vendrán, la necesidad de vivir las virtudes cristianas de la humildad, la confianza y la esperanza, desde un inmenso amor a Jesús que, a su vez, nos ama infinitamente. Él es, sin duda, la Luz del mundo.
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El contenido del presente articulo ha sido presentado en el I Congreso Internacional Virgen de Garabandal celebrado los días 17-19 de octubre de 2024.
https://www.youtube.com/watch?v=zPUkRb3PQJM
Enlace a las sesiones del Congreso: