Monseñor Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados, hizo un discurso con motivo de la Reunión de Alto Nivel sobre el 20º Aniversario de la adopción de la Declaración y el Plan de Acción de Durban (DDPA), que se celebra en el marco de la 76ª Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York del 20 al 25 de septiembre de 2021. Habló de que “el racismo puede y debe ser derrotado a través de una cultura de encuentro, fraternidad y solidaridad”.
Erradicar la intolerancia
La intervención del secretario en la Reunión, centrada en “las reparaciones, la justicia racial y la igualdad para los afrodescendientes”, comenzó reiterando el compromiso del Vaticano en el combate contra “todas las formas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia”.
Seguidamente, el arzobispo ilustra cómo “muchas personas afrodescendientes de todo el mundo son emigrantes o refugiados que, tras abandonar sus hogares, o verse obligados a hacerlo, se enfrentan al racismo y la xenofobia, la discriminación y la intolerancia en los países de destino, en lugar de recibir el apoyo que necesitan”. Por ello, su Delegación “espera que la reciente creación del Foro Permanente de Afrodescendientes contribuya a los esfuerzos locales, nacionales e internacionales destinados a proporcionar justicia y apoyo a las víctimas del racismo”.
Leyes y acuerdos respetuosos
Siguiendo esta línea, el obispo inglés asevera que “las leyes y normas que tratan de erradicar la discriminación y la intolerancia deben respetar el derecho a la libertad de opinión, pensamiento, religión y conciencia. La vigilancia, la investigación y el enjuiciamiento de los incidentes de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia no deben convertirse nunca en una justificación para que los Estados violen los derechos humanos de las minorías o censuren sus opiniones”.
“Si bien la adopción de acuerdos y declaraciones internacionales como la Declaración de Durban son un paso importante y necesario, deben conducir a un cambio real a través de su aplicación por parte de los gobiernos, así como a través de la educación y la información ética de los medios de comunicación, proporcionando información objetiva y basada en hechos de manera que respete la dignidad de todos y no fomente una mentalidad divisiva de ‘nosotros contra ellos’”, subraya.
Persecución religiosa
Mons. Gallagher también ha descrito que “la Declaración de Durban expresa acertadamente la preocupación por la intolerancia, los actos hostiles y la violencia contra los grupos religiosos. La intolerancia basada en la religión o las creencias conduce a la restricción del derecho a practicar libremente la religión elegida y, en sus formas más extremas, puede causar hostilidad, violencia y crímenes atroces. El desprecio del derecho a la libertad de religión y de creencias conduce a la violación de otros derechos humanos”.
Y relata que en los últimos años ha aumentado generalizadamente “la persecución religiosa por parte de agentes tanto estatales como no estatales. Se discrimina a individuos y a poblaciones enteras por su fe, mientras que los perpetradores a menudo gozan de impunidad. Algunas minorías religiosas de ciertas regiones se enfrentan incluso a la extinción, incluidos los cristianos, que representan el grupo más perseguido a nivel mundial”.
La eugenesia
Del mismo modo, el secretario habla de la “insidiosa práctica de la eugenesia”, y dice que “detrás de las técnicas de procreación artificial y de los aspectos oscuros de los diagnósticos prenatales se esconde a menudo una mentalidad eugenésica, en la que la idea de que hay seres humanos de valor inferior a causa de la discapacidad, el sexo u otros rasgos conduce a menudo a la negación de su derecho a la vida. Esta mentalidad afianza principios de discriminación directamente opuestos a la Declaración de Durban”.
“La Declaración de Durban reconoce el papel de la religión en la promoción de la dignidad y el valor inherentes a toda persona y en la erradicación del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia. Esto debe ir acompañado de legislación e instituciones que funcionen, pero en última instancia ‘el racismo desaparecerá… sólo cuando muera en los corazones de las personas’”, concluye.