Cuando el amor hace de la solidaridad fraternidad y la fraternidad hace de la proximidad “projimidad”.
El 3 de octubre del año 2020, el papa Francisco publicó en Asís (lugar escogido a conciencia) su encíclica Fratelli tutti, una carta sobre la fraternidad y la amistad social.
Dos son los acontecimientos que están en el trasfondo de esta encíclica: por un lado, el encuentro en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019 con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, un encuentro que culminó con la firma del documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común; por otro lado, la situación de pandemia ocasionada por la Covid-19, que viene a desvelar la fragilidad de los sistemas económicos y políticos, y la dificultad que tenemos para actuar conjuntamente a pesar de vivir en un mundo hiperconectado, una situación que oscurece nuestra vocación social. Y es que «nadie puede pelear la vida aisladamente» (FT 8).
El papa Francisco pone en valor dos elementos esenciales en la empresa: la creatividad y la diversidad productiva. Pero advierte de la necesidad de no olvidar que, junto a la función económica, la empresa tiene una función social que le es inherente y que ha de estar impregnada de solidaridad: «sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica» (FT 168).
La opción por un mundo más fraterno, más respetuoso con la dignidad de las persona y con la Tierra como casa común no es un “plus” en la empresa, sino que forma parte de su ADN.
El empresario es invitado en esta encíclica a descubrir que sus capacidades profesionales «tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo diversificadas» (FT 123).
Ya Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate, expresaba de forma magistral y profunda la necesaria presencia de la fraternidad en el marco de la empresa: «el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de la fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo» (CiV 36)
Todos estos retos y propuestas sólo alcanzan su razón de ser, y sólo encuentran fórmulas de realización, desde el amor. El ser humano está hecho de amor y diseñado para amar, «está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás» (FT 87). El ser humano no es por naturaleza solitario, sino solidario.
El amor, por tanto, imprime un carácter trascendente a la solidaridad y sitúa al ser humano en un nuevo paradigma: la fraternidad, lugar desde donde nos descubrimos miembros de una única humanidad compartida, donde nos hacemos “prójimos”.
Pero la fraternidad no está exenta de fragilidad. Ya en las primeras páginas de la Biblia se relata el episodio de Caín y Abel. Y Dios sigue haciéndonos la misma pregunta: «¿Dónde está tu hermano?» (Gen 4,9) Porque sí, somos guardianes de nuestro hermano…
Dionisio Blasco España es Delegado Territorial de Acción Social Empresarial en la Diócesis de Málaga