Francisco: «La Inteligencia Artificial debe servir al bien común, no a intereses egoístas»

El Papa Francisco exhorta a un desarrollo ético y humano de la inteligencia artificial

El Papa Francisco destaca la importancia de mantener el control humano sobre la inteligencia artificial para evitar amenazas a la dignidad humana. Subraya que la IA debe ser usada para promover el bien común, la sostenibilidad ecológica y la lucha contra la pobreza, sin imponer modelos uniformes. Además, insiste en la necesidad de un enfoque ético que respete la diversidad cultural y humana en el desarrollo de esta tecnología. Su mensaje aboga por una reflexión inclusiva que busque mejorar la humanidad, no solo tecnológicamente, sino espiritualmente.

En su mensaje para la Cumbre de París sobre la Inteligencia Artificial, el Papa Francisco hace un llamado a la responsabilidad global al señalar que «la inteligencia artificial debe ser una herramienta que promueva el bien común». Subraya la necesidad de un enfoque ético que coloque la dignidad humana en el centro del desarrollo de estas tecnologías, evitando que se conviertan en un medio de control o explotación. Resalta que la diversidad cultural debe ser respetada y que la IA debe contribuir al bien de toda la humanidad, especialmente en la lucha contra la pobreza y la preservación del medio ambiente.

Texto completo:

MENSAJE DEL SANTO PADRE
AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE FRANCIA
CON MOTIVO DE LA
«CUMBRE PARA LA ACCIÓN SOBRE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL»

[París, 10-11 de febrero de 2025]

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Señor Presidente, Excelencias, Distinguidos Participantes,

Al enterarme de su loable iniciativa de convocar una Cumbre sobre la Inteligencia Artificial en París del 10 al 11 de febrero de 2025, me complació ver, Señor Presidente, que haya decidido dedicar la Cumbre a la acción en el ámbito de la inteligencia artificial.

Durante nuestro encuentro en Apulia en el contexto del G7, tuve ocasión de subrayar la urgente necesidad de «garantizar y salvaguardar un espacio para un control humano adecuado sobre las decisiones tomadas por los programas de inteligencia artificial». Estoy convencido de que, sin dicho control, la inteligencia artificial, aunque sea una herramienta nueva y «emocionante», podría mostrar su lado más «temible» al representar una amenaza para la dignidad humana (cf. Discurso en la Sesión del G7 sobre Inteligencia Artificial, 14 de junio de 2024).


Por ello, aprecio los esfuerzos en curso para embarcarse con valentía y determinación en un proceso político destinado a defender a la humanidad de un uso de la inteligencia artificial que podría «limitar nuestra visión del mundo a realidades expresables en números y encerradas en categorías predeterminadas, excluyendo así la contribución de otras formas de verdad e imponiendo modelos antropológicos, socioeconómicos y culturales uniformes» (ibid.). Asimismo, me complace que en esta Cumbre de París hayan buscado incluir al mayor número posible de actores y expertos en una reflexión destinada a producir resultados concretos.

En mi más reciente Carta Encíclica *Dilexit Nos*, distinguí entre el funcionamiento de los algoritmos y el poder del «corazón», un concepto querido por el gran filósofo y científico Blaise Pascal, a quien dediqué una Carta Apostólica en el cuarto centenario de su nacimiento (cf. *Sublimitas et Miseria Hominis*, 19 de junio de 2023). Lo hice para enfatizar que, aunque los algoritmos pueden ser utilizados para manipular y engañar, el «corazón», entendido como el asiento de nuestros sentimientos más profundos y auténticos, nunca puede engañar (cf. Carta Encíclica *Dilexit Nos*, 24 de octubre de 2024, 14-20).

Pido a todos los asistentes a la Cumbre de París que no olviden que solo el «corazón» humano puede revelar el sentido de nuestra existencia (cf. Pascal, *Pensées*, Lafuma 418; Sellier 680). Les pido que den por sentado el principio expresado tan elegantemente por otro gran filósofo francés, Jacques Maritain: «L’amour vaut plus que l’intelligence» (*Réflexions sur l’intelligence*, 1938).

Sus esfuerzos, queridos amigos, representan un ejemplo destacado de una política sana que sitúa las innovaciones tecnológicas dentro de un proyecto más amplio que busca el bien común y, por tanto, «está abierto a diferentes oportunidades que no implican sofocar la creatividad humana y sus ideales de progreso, sino que dirigen esa energía por nuevos cauces» (Carta Encíclica *Laudato Si’*, 24 de mayo de 2015, 191).

Creo que la inteligencia artificial puede convertirse en una herramienta poderosa en manos de aquellos científicos y expertos que cooperan en encontrar soluciones innovadoras y creativas que promuevan la eco-sostenibilidad de la tierra, nuestra casa común, sin olvidar el alto consumo de energía asociado al funcionamiento de las infraestructuras de inteligencia artificial.

En mi Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2024, dedicado a la inteligencia artificial, insistí en que «en los debates sobre la regulación de la inteligencia artificial, se deben tener en cuenta las voces de todos los interesados, incluidos los pobres, los desfavorecidos y otros que a menudo no son escuchados en los procesos de toma de decisiones globales» (cf. Mensaje para la LVII Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2024, 8). En este sentido, confío en que la Cumbre de París trabajará para la creación de una plataforma de interés público sobre la inteligencia artificial, de modo que cada nación pueda encontrar en la inteligencia artificial un instrumento para su desarrollo y su lucha contra la pobreza, pero también para la protección de sus culturas y lenguas locales. Solo así cada pueblo de la tierra podrá contribuir a la creación de los datos empleados por la inteligencia artificial, de modo que esta refleje la verdadera diversidad y riqueza que caracteriza a nuestra familia humana.

Este año, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación de la Santa Sede elaboraron conjuntamente una «Nota sobre la Relación entre la Inteligencia Artificial y la Inteligencia Humana». Ese documento, publicado el 28 de enero pasado, examina varios temas específicos relacionados con la inteligencia artificial que esta Cumbre está considerando, así como otros que considero de particular preocupación. Espero que futuras Cumbres consideren con mayor detalle los efectos sociales de la inteligencia artificial en las relaciones humanas, la información y la educación. Sin embargo, la pregunta fundamental es, y seguirá siendo, humana: si, en medio de estos avances tecnológicos, «el hombre, como hombre, se está volviendo verdaderamente mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, especialmente a los más necesitados y débiles» (cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica *Redemptor Hominis*, 15). Nuestro desafío último siempre será la humanidad. ¡Que nunca perdamos de vista esto!

Les agradezco, Señor Presidente, y expreso mi gratitud a todos los que han contribuido a esta Cumbre.

Desde el Vaticano, 6 de febrero de 2025.