“Es en la Iglesia donde permanece vivo el encuentro con Cristo. Es la Iglesia donde se guardan, alimentan y profundizan todos los carismas”, recordó el Papa Francisco.
Este sábado, 15 de octubre de 2022, en la plaza de San Pedro, el Santo Padre se ha reunido con los miembros de Comunión y Liberación, con motivo del centenario del nacimiento de su fundador, el siervo de Dios don Luigi Giussani.
Francisco ha querido resaltar “algunos aspectos de la rica personalidad de don Giussani: su carisma, su vocación de educador, su amor a la Iglesia”.
Publicamos a continuación el discurso que el Pontífice dirigió a los presentes en la audiencia:
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Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Habéis venido en gran número, desde Italia y desde varios países. Su movimiento no ha perdido su capacidad de convocatoria y movilización. Le agradezco que quiera manifestar su comunión con la Sede Apostólica y su afecto por el Papa. Agradezco al Presidente de la Fraternidad, el profesor Davide Prosperi, así como a Hassina y Rose, que compartieron sus experiencias. Saludo al Cardenal Prefecto, al Cardenal Farrell y a los Cardenales y Obispos presentes.
Estamos reunidos para conmemorar el centenario del nacimiento de Mons. Luigi Giussani. Y lo hacemos con gratitud en el corazón, como nos han contado Rose y Hassina. Expreso mi gratitud personal por el bien que me hizo, como sacerdote, meditar algunos de los libros de don Giussani -como joven sacerdote-; y lo hago también como Pastor universal por todo lo que supo sembrar e irradiar por doquier para bien de la Iglesia. ¿Y cómo no van a recordarle con sincera gratitud los que fueron sus amigos, sus hijos, sus discípulos? Gracias a su apasionada paternidad sacerdotal en la comunicación de Cristo, crecieron en la fe como un don que da sentido, amplitud humana y esperanza a la vida. Don Giussani fue padre y maestro, estuvo al servicio de todas las angustias y situaciones humanas que encontró en su pasión educativa y misionera. La Iglesia reconoce su genio pedagógico y teológico, desplegado desde un carisma que le fue dado por el Espíritu Santo para el “bien común”. No es la mera nostalgia la que nos lleva a celebrar este centenario, sino el recuerdo agradecido de su presencia: no sólo en nuestras biografías y corazones, sino en la comunión de los santos, desde donde intercede por todos los suyos.
Sé, queridos amigos, hermanos y hermanas, que los períodos de transición, cuando el padre fundador ya no está físicamente presente, no son nada fáciles. Muchas fundaciones católicas a lo largo de la historia han experimentado esto. Tenemos que agradecer al Padre Julián Carrón su servicio de guía del movimiento durante este periodo y por mantener firme el timón de la comunión con el pontificado. Sin embargo, no han faltado graves problemas, divisiones, y ciertamente también un empobrecimiento ante un movimiento eclesial tan importante como Comunión y Liberación, del que la Iglesia, y yo mismo, esperamos más, mucho más. Los tiempos de crisis son tiempos de recapitulación de vuestra extraordinaria historia de caridad, cultura y misión; son tiempos de discernimiento crítico de lo que ha limitado las potencialidades fecundas del carisma de don Giussani; son tiempos de renovación y relanzamiento misionero a la luz del momento eclesial actual, así como de las necesidades, sufrimientos y esperanzas de la humanidad contemporánea. La crisis nos hace crecer. No debe reducirse al conflicto, que aniquila. La crisis hace que uno crezca.
Seguro que don Giussani reza por la unidad en todas las articulaciones de su movimiento; seguro. Sabes muy bien que la unidad no significa uniformidad. No hay que tener miedo a las diferentes sensibilidades y a la confrontación en el camino del movimiento. No puede ser de otra manera en un movimiento en el que todos los adherentes están llamados a vivir personalmente y compartir corresponsablemente el carisma que han recibido. Todo el mundo lo vive originalmente y también en comunidad. Esto es importante: que la unidad es más fuerte que las fuerzas de dispersión o el arrastre de viejas oposiciones. Unidad con los que dirigen el movimiento, unidad con los Pastores, unidad en el seguimiento atento de las indicaciones del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y unidad con el Papa, que es el servidor de la comunión en la verdad y la caridad.
No pierdas tu precioso tiempo en charlas, desconfianza y oposición. ¡Por favor! No pierdas el tiempo.
Ahora quisiera recordar algunos aspectos de la rica personalidad de don Giussani: su carisma, su vocación de educador, su amor a la Iglesia.
- Don Giussani es un hombre carismático. Sin duda, era un hombre de gran carisma personal, capaz de atraer a miles de jóvenes y tocar sus corazones. Podemos preguntarnos: ¿de dónde viene su carisma? Se trataba de algo que había experimentado de primera mano: siendo un muchacho de sólo quince años, se había visto sorprendido por el descubrimiento del misterio de Cristo. Había intuido -no sólo con la mente, sino con el corazón- que Cristo es el centro unificador de toda la realidad, es la respuesta a todas las preguntas humanas, es la realización de todos los deseos de felicidad, bondad, amor y eternidad presentes en el corazón humano. El asombro y la fascinación de este primer encuentro con Cristo nunca lo abandonaron. Como dijo el entonces cardenal Ratzinger en su funeral: “Don Giussani mantuvo siempre la mirada de su vida y de su corazón fijada en Cristo. Comprendió así que el cristianismo no es un sistema intelectual, un paquete de dogmas, un moralismo, sino que el cristianismo es un encuentro; es una historia de amor; es un acontecimiento”. Aquí está la raíz de su carisma. Don Giussani atraía, convencía y convertía los corazones porque transmitía a los demás lo que llevaba dentro tras su experiencia fundamental: la pasión por el hombre y la pasión por Cristo como realización del hombre. Muchos jóvenes le siguieron porque los jóvenes tienen un gran talento. Lo que decía provenía de su experiencia y de su corazón, por lo que inspiraba confianza, simpatía e interés.
El Presidente dijo que usted se compromete a que el carisma otorgado a don Giussani para el bien de toda la Iglesia dé siempre nuevos frutos. Esta es la sabia custodia del don que se os ha transmitido, una custodia que no sólo es conservadora del pasado, sino que, animada por el Espíritu Santo, sabe reconocer y acoger los nuevos brotes de este árbol que es vuestro movimiento, que vive en la buena tierra de la comunión eclesial.
En este sentido, se preguntará: ¿cómo responder a las exigencias del cambio en el tiempo actual preservando el carisma? En primer lugar, es importante recordar que no es el carisma el que debe cambiar: siempre hay que acogerlo de nuevo y hacerlo fructificar en el mundo de hoy. Los carismas crecen como crecen las verdades del dogma, de la moral: crecen en plenitud. Son las formas de vivirlo las que pueden constituir un obstáculo o incluso una traición a la finalidad para la que el carisma fue suscitado por el Espíritu Santo. Reconocer y corregir los caminos equivocados, cuando sea necesario, sólo es posible con una actitud de humildad y bajo la sabia guía de la Iglesia. Y esta actitud de humildad la resumiría con dos verbos: hacer memoria, es decir, traer al corazón, recordar el encuentro con el Misterio que nos ha traído hasta aquí; y generar, mirando hacia adelante con confianza, escuchando los gemidos que el Espíritu vuelve a expresar hoy. “El hombre humilde, la mujer humilde también aprecia el futuro, no sólo el pasado, porque sabe mirar hacia adelante, sabe mirar los brotes, con una memoria llena de gratitud. El hombre humilde genera, el hombre humilde invita y empuja hacia lo desconocido. El orgulloso, en cambio, repite, se vuelve rígido […], retrocede y se encierra en su repetición, se siente seguro en lo que conoce y teme, siempre teme lo nuevo porque no lo puede controlar, se siente desestabilizado por ello… ¿por qué? Porque ha perdido la memoria” [1]. Mira la memoria del fundador.
Queridos hermanos, apreciad el precioso don de vuestro carisma y de la fraternidad que lo custodia, porque todavía puede hacer “florecer” muchas vidas, como nos han testimoniado Hassina y Rose. El potencial de vuestro carisma está todavía en gran parte por descubrir, todavía mucho por descubrir; por eso os invito a huir de cualquier repliegue sobre vosotros mismos, del miedo -el miedo nunca os llevará a buen puerto- y del cansancio espiritual, que os lleva a la pereza espiritual. Os animo a encontrar los caminos y los lenguajes adecuados para que el carisma que os ha dado don Giussani llegue a nuevas personas y nuevos ambientes, para que pueda hablar al mundo de hoy, que ha cambiado desde los inicios de vuestro movimiento. ¡Hay tantos hombres y mujeres que aún no han tenido ese encuentro con el Señor que cambió y embelleció sus vidas!
- Segundo aspecto: don Giussani el educador. Desde los primeros años de su ministerio sacerdotal, ante el desconcierto y la ignorancia religiosa de muchos jóvenes, don Giussani sintió la urgencia de comunicarles el encuentro con la persona de Jesús que él mismo había experimentado. El P. Luigi tenía una capacidad única para desencadenar la búsqueda sincera del sentido de la vida en el corazón de los jóvenes, para despertar su deseo de verdad. Como verdadero apóstol, al ver que esta sed se había encendido en los jóvenes, no tuvo miedo de presentarles la fe cristiana. Pero sin imponer nunca nada. Su enfoque generó muchas personalidades libres, que se adhirieron al cristianismo con convicción y pasión; no por costumbre, ni por conformismo, sino de forma personal y creativa. Don Giussani tenía una gran sensibilidad para respetar el carácter de cada persona, respetando su historia, su temperamento, sus dones. No quería que todos fueran iguales, ni que todos le imitaran, que cada uno fuera original, como Dios le hizo. Y, de hecho, esos jóvenes, al crecer, se convirtieron, cada uno según su inclinación, en presencias significativas en diversos campos, ya sea en el periodismo, en la escuela, en la economía, en las obras de caridad y de promoción social.
Este, amigos, es un gran legado espiritual que os ha dejado don Giussani. Os animo a alimentar en vosotros su pasión educativa, su amor por los jóvenes, su amor por la libertad y la responsabilidad personal de cada uno ante su propio destino, su respeto por la irrepetible singularidad de cada hombre y de cada mujer.
- Y tercero: Giussani hijo de la Iglesia. Don Giussani era un sacerdote que amaba mucho a la Iglesia. Incluso en tiempos de desconcierto y fuerte contestación de las instituciones, mantuvo siempre con firmeza su fidelidad a la Iglesia, por la que sentía un gran afecto -¡amor! -, casi una ternura, y al mismo tiempo una gran reverencia, porque creía que es la continuación de Cristo en la historia. Dijo: ‘Has encontrado esta compañía: esta es la forma en que el misterio de Jesús […] ha llamado a tu puerta’ [2]. Utilizó esta hermosa expresión: la “compañía”. Los grupos del movimiento eran para él una “compañía” de personas que habían encontrado a Cristo. Y, en última instancia, la Iglesia misma es la “compañía” de los bautizados que mantiene todo unido, de la que todo toma vida, y que nos mantiene en el buen camino.
Don Giussani nos enseñó a tener respeto y amor filial por la Iglesia y, con gran equilibrio, siempre supo mantener el carisma y la autoridad, que son complementarios, ambos necesarios. A menudo canta “The Road” en sus reuniones. Giussani, utilizando precisamente la metáfora del camino, decía: “La autoridad asegura el camino correcto, el carisma hace el camino hermoso” [3]. Sin autoridad existe el riesgo de salirse del camino, de ir en la dirección equivocada. Pero sin carisma el camino corre el riesgo de volverse aburrido, de dejar de ser atractivo para la gente de ese momento histórico concreto.
Incluso entre vosotros, a algunos se les confía una tarea de autoridad y gobierno, para servir a todos los demás e indicar el camino correcto. En concreto, consiste en guiar y representar al movimiento, favorecer su desarrollo, realizar proyectos apostólicos específicos, asegurar la fidelidad al carisma, proteger a los miembros del movimiento, promover su camino cristiano y su formación humana y espiritual. Pero junto al servicio de la autoridad, es esencial que, en todos los miembros de la Fraternidad, el carisma permanezca vivo, para que la vida cristiana conserve siempre el encanto del primer encuentro. No olvides nunca esa primera Galilea de la llamada, esa primera Galilea del encuentro. Vuelve siempre allí, a esa primera Galilea que cada uno de nosotros experimentó. Esto nos dará fuerza para ir siempre en obediencia en la Iglesia. Esto es lo que “hace que el camino sea hermoso”. Así, los movimientos eclesiales contribuyen, con sus carismas, a mostrar el carácter atractivo y nuevo del cristianismo; y corresponde a la autoridad de la Iglesia indicar con sabiduría y prudencia por qué camino han de caminar los movimientos, para mantenerse fieles a sí mismos y a la misión que Dios les ha encomendado. En palabras de don Giussani podemos afirmar que “es una exigencia irrenunciable de la Encarnación este continuo intercambio entre institución y carisma. Esta relación entre gracia y libertad no puede pensarse en ningún caso como una alternativa dialéctica, como si la institución no fuera el carisma y el carisma no necesitara de la institución. Un carisma debe ser institucionalizado. Y una institución debe mantener la dimensión carismática. En definitiva, son la única realidad de la Iglesia. ¿Podría pensarse en el organismo humano sin el esqueleto que lo sostiene? Por eso es impensable que la Iglesia viva sin una institución” [4].
Sabéis que el descubrimiento de un carisma pasa siempre por el encuentro con personas concretas. Estas personas son testigos que nos permiten acercarnos a una realidad mayor, que es la comunidad cristiana, la Iglesia. Es en la Iglesia donde permanece vivo el encuentro con Cristo. Es la Iglesia donde se guardan, alimentan y profundizan todos los carismas. Pensemos, en los Hechos de los Apóstoles, en el episodio de Felipe y el eunuco, funcionario de la reina de Etiopía. Felipe fue decisivo para su conversión, fue el mediador del encuentro con Cristo para aquel hombre en busca de la verdad. ¿Cómo termina este episodio? Felipe bautiza al eunuco y el texto dice: “Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más” (Hechos 8:39). “¡No lo vio más!” Después de conducirlo a Cristo, Felipe desaparece de la vida del eunuco. Pero la alegría del encuentro con Cristo permanece, ¡esa alegría del encuentro siempre permanece! – De hecho, el relato añade: “Y lleno de alegría, siguió su camino”. Todos estamos llamados a esto: a ser mediadores para los demás del encuentro con Cristo, y luego dejar que sigan su camino, sin atarlos a nosotros.
Y, para terminar, me gustaría pedirte una ayuda concreta para hoy, para este momento. Te invito a acompañarme en la profecía por la paz – ¡Cristo, Señor de la paz! El mundo cada vez más violento y bélico me asusta de verdad, lo digo: me asusta-; en la profecía que señala la presencia de Dios en los pobres, en los abandonados y vulnerables, condenados o desechados en la construcción social; en la profecía que proclama la presencia de Dios en cada nación y cultura, respondiendo a las aspiraciones de amor y de verdad, de justicia y de felicidad que pertenecen al corazón humano y que laten en la vida de los pueblos. Que esta santa inquietud profética y misionera arda en vuestros corazones. No te quedes quieto.
Amado, ama siempre a la Iglesia. Ama y preserva la unidad de tu “empresa”. No dejéis que vuestra fraternidad sea herida por divisiones y oposiciones, que hacen el juego al maligno; ese es su trabajo: dividir, siempre. Incluso los momentos difíciles pueden ser momentos de gracia, y pueden ser momentos de renacimiento. Comunión y Liberación nació precisamente en un momento de crisis como el del 68. Y después don Giussani no se asustó ante los momentos de paso y crecimiento de la Fraternidad, sino que los afrontó con valor evangélico, confianza en Cristo y en comunión con la Madre Iglesia.
Agradezcamos hoy juntos al Señor el don de don Giussani. Invocamos al Espíritu Santo y la intercesión de la Virgen María, para que todos vosotros sigáis, unidos y alegres, por el camino que él os mostró con libertad, creatividad y valentía. De corazón, te bendigo. Y por favor, les pido que recen por mí. Gracias.
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[1] Discurso al Colegio de Cardenales y a la Curia Romana, 23 de diciembre de 2021.
[2] L. Giussani, Dal temperamento un metodo. I libri dello spirito cristiano: quasi Tischreden, 6, Milano 2002, p. 7.
[3] Id., Un avvenimento nella vita dell’uomo, Milano 2020, p. 249.
[4] Id., Supplemento a Litterae Communionis-LC, n. 11/1985.