El Papa Francisco es jesuita, eso ya lo sabemos pero otra cosa es que sea profundamente ignaciano, es decir, que ponga en práctica lo que San Ignacio propone en sus ejercicios espirituales que son un modo de ejercitarse para mejor y en todo conocer y amar la voluntad de Dios.
Así pues, no es para sorprenderse que se haya mostrado dispuesto y de buen ánimo para dialogar con diez jóvenes de diversos orígenes, con distintas historias y con muchas dudas, algunas que son difíciles e incómodas pero legítimas y sinceras. A lo que unos temerían, Francisco lo acoge y entra en la dinámica sin recelos, sin máscaras, sin protocolos, sólo siendo él y sabiéndose guiado por el Espíritu.
Por lo anterior, lo primero que se resalta del documental “Amén: Francisco responde” es la disposición del Papa para entablar ese diálogo que puede ser peligroso pero que él abre con la naturalidad con la que bromea con su gente más cercana porque así, en confianza, es como se entabla el diálogo con Dios, nuestro Padre, no hay otra manera.
Un segundo aspecto interesante es el sitio donde ocurre el encuentro, siguiendo la línea de los EE diríamos la composición del lugar. No podría ser en otro sitio que en una periferia, ahí donde Francisco se siente más cómodo y lejos de toda pretensión de autoritarismo y de demostración de riqueza. Hasta llama la atención la vestimenta de los jóvenes que, al igual que la casa que sirve de escenografía para el encuentro, se aleja de los protocolos burgueses y se acerca más a la espontaneidad y a la realidad que, día con día, se vive en el mundo y que el Papa conoce muy bien porque él la vivió en Buenos Aires. De esta manera la casa, los artículos que la decoran, el elevador “de lujo” (como él mismo afirma), son perfectos y propicios para un encuentro entre “hijos de Dios” iguales en dignidad.
Así pues, en ese entorno más igual a los jóvenes y a Bergoglio que a su investidura papal, comienza la conversación. Es probable que el Papa supiera con antelación el contexto de estos diez jóvenes y si bien no supiera la formulación exacta de las preguntas, sí se imaginara la clasificación de las mismas pero siendo fiel a su estilo ignaciano, crea un espacio de libertad donde cada uno puede ser él mismo y sentirse con la confianza suficiente como para no esconder, disimular, enmacscarar nada, ni a ellos mismos ni sus preguntas, por incómodas que pudieran ser.
Francisco sabe que en boca de ellos habla también el Espíritu y se muestra atento a escucharlo y a dejarse interpelar por esa realidad que tiene frente a sí.
Vencido el nerviosismo inicial, se vierten inquietudes propias de cualquier cristiano que van desde el aborto, el papel de la mujer en la Iglesia, el género fluido hasta las más incómodas como la pederastia y la pornografía. Francisco, en cada tema, tiende un puente, escucha, piensa, siente, y le duele -así lo expresa- le duele mucho. No frena, no modera, no pide mayor respeto, no se muestra intolerante, no coarta, no impide, no obstaculiza. Sólo escucha y lo que escucha lo lleva a su corazón porque no hay otra manera de acoger a la persona que habla sino es desde l corazón y de eso Francisco sabe muy bien.
Podría haber dado explicaciones teológicas y dogmáticas porque la sabe y conoce muy bien, podría haber silenciado o haberse retirado del lugar cuando las increpaciones a él y a la iglesia que él guía subieron de tono y de las preguntas se pasó a la crítica y al cuestionamiento en el tema de la pederastia, podría no haber cedido a escuchar el testimonio de Juan o haberse negado a leer la carta que él le entrega escrita por el mismo francisco y casi escaparse de la incomodidad de escuchar que lo que él prometió al padre de Juan, no sólo no se cumplió sino que se ignoró. Podría haber estallado en cólera y haber detenido todo en ese instante: estaban cuestionándolo directamente a él frente a un grupo de jóvenes, la mayoría no católicos y en un documental que estaba siendo grabado para luego sacarse al aire masivamente.
Francisco no lo hizo, acogió con dolor el testimonio y el reclamo de Juan y sus compañeros, se dispuso a reconocer el error y agradeció que se lo hicieran saber. En el fondo él sabe que reconocernos pecadores es el primer paso para experimentar la gracia de Dios. En ese momento no fue el Papa Francisco el que escuchó sino un hermano cristiano, uno más como tú y como yo que camina buscando lo mismo que todos y que en su caminar, a veces se tropieza, como todos nosotros pero que sigue creyendo que Dios es siempre más grande y más misericordioso.
Lo mismo ocurrió cuando recibió el pañuelo verde, símbolo universal de la aceptación y promoción del aborto. Mientras muchos se escandalizaron viendo esa escena, hubimos otros que agradecimos tener un papa así porque en ese gesto se manifestó el gesto mismo de Jesús que, como hizo con María Magdalena, en lugar de cuestionar, rechazar, enjuiciar, la perdona y la libera. Pocos entenderán la recepción de ese pañuelo y menos aún, la importancia de ser vehículos del amor de Dios.
Los abusos de poder, la pornografía, los malos tratos a los migrantes, las riquezas excesivas, la existencia de gente “mala” dentro de la iglesia, todos ellos fueron temas que Francisco no negó ni minimizó, por el contrario reconoció y aceptó. Pero su aceptación no es una resignación, por el contrario, él está haciendo mucho por combatir estos males pero nos invita a colaborar, consciente de que el tiempo es superior al espacio, él sabe que son procesos de larga duración y que lo que el empezó, otro lo continuará pero había que empezarlo.
Francisco es un papa que antes de ser papa es un cristiano y por eso este diálogo se pudo llevar a cabo porque, como buen ignaciano, antes de condenar la proposición del prójimo, él intente salvarla y comprenderla, corregirla con amor y poner ese medio indispensable para que la fraternidad pueda surgir como fruto del encuentro que es el dialogo no de palabras sino de encuentros entre personas y entre hermanos.
Lejos de condenar, habría que agradecer que no hubo respuestas tajantes en ninguna parte del diálogo porque nunca fue esa la intención: cuando se dialoga entre hermanos no se busca que una posición se imponga sobre otra sino que a través de la escucha desde el corazón vaya surgiendo esa verdad que nos une y que se llama Padre/Madre Dios. Gracias Francisco por tu testimonio que no se cansa de enseñarnos lo ilimitado y descentralizado de Su amor.