«La formación y el temple reduce el riesgo de dudar del camino trazado por Dios»

Don José Luis Chinguel (Piura, 1981) era ya economista y filósofo antes de que Dios le llamase definitivamente a dejar todo para entregarse a Él como sacerdote

De hecho, llegó a ejercer como profesor en la Universidad Nacional de Piura, en Perú, su país natal. Nueve años después ejerce nuevamente como docente en su ciudad, pero ahora impartiendo clases de Teología en la Universidad de Piura, una obra de apostolado del Opus Dei, de la que además es el capellán de la Facultad de Ingeniería.

El padre Chinguel se trasladó a España para formarse para ser sacerdote, y en la Universidad de Navarra completó los estudios de Bachiller en Teología. Después realizó la Licenciatura en Teología Moral y por último el Doctorado, cuya tesis defendió en 2021. Entre tanto, don José Luis fue ordenado sacerdote en 2020. Justo tras su ordenación pasó varios meses en Murcia, en dos colegios de Fomento, hasta que al fin pudo volver a Perú para proseguir con su ministerio sacerdotal.

En esta entrevista con la Fundación CARF este sacerdote evoca con gran cariño su paso por Pamplona, su ordenación sacerdotal en Roma, los frutos de la formación que ha recibido en estos años y los grandes recuerdos que ha vivido ya una vez ordenado.

Dios, el Señor de los Milagros

Ha vivido en Europa y también en Perú, su país natal. ¿Qué similitudes y qué diferencias ha visto en la fe y en la Iglesia en ambos lugares? Durante mi estancia en Europa sólo pude conocer España, Francia e Italia. Son naciones de larga tradición católica, pero que aún mantienen la fe en sectores de la sociedad de cada país. Sí que he notado el avance del proceso de secularización, pero Dios sigue suscitando en los corazones deseos de buscarle y de entrega a su servicio. De hecho, recuerdo que, en la universidad durante las jornadas de Teología y demás conferencias, notaba la presencia de alumnos de otras facultades, especialmente de Medicina, muy interesados en oír temas de fe y de religión que se nos ofrecía a nosotros.

La gran ventaja de Europa, a mi parecer, radica en estar cerca de Roma, centro del catolicismo, así como estar cerca de lugares históricos para la fe: Santiago de Compostela, Asís, Fátima, Lourdes, y otros más. Por su parte, Perú se caracteriza por ser oficial y mayoritariamente católico, aunque la práctica de fe es claramente menor. Sin embargo, la devoción popular tiene un “jale” potente entre las personas. Hay una en concreto que está muy arraigada y es la del Señor de los Milagros, a quien muchos peruanos rinden mucha devoción.

Precisamente estudió en Pamplona, ¿Cómo fue su experiencia? En efecto, estudié en Pamplona, desde septiembre de 2015. Una hermosa experiencia. Llegué allí con 33 años, luego de haber ejercido la profesión de economista por más de diez años. Fue un retorno a las aulas que al principio me costó. Tuve que esforzarme un poco para ponerme al nivel del resto de mis compañeros.

¿Qué le llamó más la atención de su paso por la Universidad de Navarra? Varias cosas. Lo hermoso del campus, la gran variedad de procedencia de los alumnos y, sobre todo, lo organizada que está la universidad. Otra de las cosas llamativas fue que a los alumnos de Teología se nos consideraba igual que al resto de alumnos de otras facultades, con los mismos derechos, las mismas obligaciones y con accesos a los mismos lugares que los demás. Recuerdo gratamente la cordialidad de las secretarias, de los que atienden en la biblioteca…

¿Cómo le ha ayudado en su labor pastoral la formación que recibió? Los estudios en Pamplona en la Facultad de Teología de la UNAV, no sólo me han servido para ahondar en el conocimiento de la Sagrada Teología, sino también en el buen hábito de buscar fuentes confiables a las que acudir para la preparación de la predicación, lo que es una constante en el ministerio sacerdotal.

¿Y en el ámbito más personal y espiritual? Sin duda, el haber vivido en el Colegio Mayor Aralar, donde estuvo san Josemaría, cuya estela espiritual ha dejado mucha huella en mí y en las personas que le conocieron y que me trasmitieron en interesantísimas tertulias y, en general, en todas las actividades de estudio y de formación que allí recibí.

¿Cuáles han sido los momentos más memorables que ha vivido como sacerdote? Al día siguiente de ser ordenado en Roma fui a la plaza de san Pedro para el Ángelus con el Papa. Al terminar, las personas con las que estaba decidimos ir a almorzar al barrio del Trastévere. Estando allí, en una de las calles por las que pasamos, había un par de señoritas jóvenes que se encontraban recogiendo firmas. Una de ellas se acercó y me dijo, muy rápido, unas palabras que no entendí; y a continuación me pidió en italiano que le diera una bendición. Para mí fue el primer acto como clérigo: dar la bendición a una persona.


Pero, sobre todo, recuerdo el momento de mi ordenación, que no sabría explicar. Ese momento culmen lo noté durante la imposición de las manos que hizo el cardenal que nos ordenó.

El primer bautizo que oficié fue algo especial

¿Y alguno más? La primera Misa que me tocó celebrar, que fue en la iglesia romana san Girolamo della Caritá. Fue un regalo de Dios por ser una iglesia hermosa, porque asistió el cardenal de Lima y varios compatriotas que se enteraron de mi ordenación y quisieron asistir. Un día después, pasé por Francia, rumbo a Pamplona junto con otros cinco sacerdotes. Pernoctamos en Lyon y el anfitrión nos animó a ir a Ars y celebrar Misa allí, en la capilla donde está el santo patrono de los párrocos y sacerdotes, san Juan María Vianney. Fue otro gran regalo de Dios.

Tampoco olvidaré el primer bautizo que oficié, fue algo especial. También la primera boda celebrada en Piura. En las conversaciones previas a esa boda, les decía a los novios que yo estaba más nervioso que ellos, pero que trataría de serenarme y darles confianza.

Desde la experiencia que ya atesora, ¿Qué cree que es lo que necesita el sacerdote ante los numerosos retos a los que se enfrenta cada día para llevar a Dios a los demás? Mirando en perspectiva no sólo los estudios que nos capacitan mucho y bien nos ayudan a afrontar los retos de nuestro ministerio, sino también el hecho de forjar el temple espiritual y de enriquecer el alma. Pienso que esto nos reafirma mucho en nuestra vocación y reduce así el riesgo de dudar del camino trazado por Dios.

Por otro lado, la ayuda económica recibida para los estudios incluye el alojamiento en una buena residencia o colegio mayor en condiciones suficientes, lo que nos va educando en la dignidad que como sacerdotes hemos de cuidar, si cabe con algo más de exigencia, al ejercer el ministerio.

¿Añadiría algo más? Sí, el deporte que uno procura hacer en este tiempo también constituye un hábito saludable de cara a la tarea de ayudar a las almas. Así, la sobrecarga sacerdotal se puede disipar y sobrellevar mejor. Cada domingo organizaba un partido de fútbol sala en el pabellón deportivo de la Universidad de Navarra.

¿Quiere decir algo a los benefactores de la Fundación CARF? A los benefactores de la Fundación CARF les hago saber mi más sincero agradecimiento. Querría decirles que su generosidad hace mucho bien y que Dios Nuestro Señor lo tendrá muy en cuenta como méritos para ustedes y su familia. Cuenten con mis oraciones, aunque no los conozca personalmente. Por la comunión de los santos pienso que las oraciones de los sacerdotes benefician a todos aquellos que han hecho posible su formación y su ordenación.

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