Agustín Ortega, doctor en Humanidades y Teología y colaborador de Exaudi, ofrece este artículo titulado “Filosofía y pensamiento desde la fe frente a la crisis” en el Día Mundial de la Filosofía (17 de noviembre).
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No hay duda de que vivimos hoy en un mundo crisis, tanto en los ámbitos familiares y sociopolíticos e históricos, como en los espirituales o religiosos. Cada vez más aumentan las desigualdades, injusticias, hambres, pobrezas, miseria y violencias de todo tipo que, sobre todo, sufren los pobres y las víctimas; con esos materialismos economicistas, competitivos y consumistas, los hedonismos, relativismos e individualismos, las negaciones de la vida y la dignidad de las personas, los ataques al amor humano y a la familia, etc.
Y una causa o raíz principal de esta crisis se encuentra en el ámbito cultural-educativo, en impedir (ni fomentar) la capacidad humana y espiritual de desarrollar una cultura, una filosofía y pensamiento crítico, humanista, metafísico, antropológico, ético, liberador e integral. Todo ello, como nos muestra la historia y estudios e investigación, tiene una fuente esencial e imprescindible en la fe y humanismo cristiano-católico con sus tan significativos maestros, doctores, filósofos, teólogos, pensadores… Ahí tenemos como modelos y paradigmas perennes a un San Agustín o un Santo Tomás de Aquino, a los santos como un Francisco de Asís o un Mons. Romero, hasta llegar de forma continua al magisterio de los Papas contemporáneos como Francisco, con su enseñanza moral y social.
Todo este legado de la fe nos transmite una metafísica y antropología humanista e integral, mostrándonos la auténtica naturaleza humana y del ser, e incluye todas las constitutivas dimensiones de la persona y el don de lo real que hay que acoger con cuidado: la física-material y la espiritual (el alma), el cuerpo y la cultura, la mente o razón y la emoción, el pensamiento y el sentimiento (afectos); lo personal y lo social e histórico (lo político), etc. Cuya clave o base es el respeto de la sagrada e inviolable vida, dignidad y protagonismo e integridad de la persona en todas sus fases, desde el inicio con la concepción-fecundación hasta la muerte natural, y dimensiones o aspectos.
Las ideologías, ideologizaciones y totalitarismos de todo tipo niegan esta antropología con su inherente dignidad y vida integral. Rechazando y desarticulando, pues, el pensamiento y la vida ética con los principios o valores universales, imprescindibles e inseparables: la libertad, la justicia, la participación (autogestión) democrática, la igualdad, la solidaridad, la opción por los pobres, la paz; el bien común más universal, el destino universal de los bienes que tiene la prioridad sobre la propiedad, el trabajo decente con un salario justo que está antes que el capital, , la ecología integral.,,, En definitiva, la civilización del amor (universal), sin barreras ni fronteras, esa mundialización solidaria, justa, sostenible, pacífica y fraterna. En oposición a la globalización del capital, de la guerra, la violencia y la destrucción medioambiental.
Como se observa, es una metafísica, una filosofía y pensamiento realista, del ser, que acoge toda esta verdad real. Esto es, la donación de la realidad concreta u objetiva de la naturaleza del ser humano y de las cosas, de todo el cosmos, de lo personal, social, ecológico e histórico. Frente a dichos relativismos e individualismos como los modernos, posmodernos y demás. Se muestra así un pensamiento y filosofía veraz, honrada en lo real, dinámica, transformadora y liberadora con esa ecología integral junto al buen vivir.
La armonía (equilibrio) de la vida y relaciones personales, familiares, sociales, ecológicas y espirituales. Como es esa diversidad y complementariedad fisio-corporal (sexual/afectiva) del hombre con la mujer que, con este amor conyugal y fecundo, da lugar a la familia con los hijos. La familia es célula de la vida sociable, solidaria, ética y espiritual, santuario de la vida y del amor. La vida y ecología social con los otros, promoviendo la justicia con los pobres de la tierra, ambiental en el cuidado de toda naturaleza (incluida la humana). Y la ecología espiritual-mística con la apertura y acogida de lo trascendente, la unión con lo sagrado, divino y eterno. El Dios mismo de la vida y su Gracia (Don) del amor, la justicia y la salvación liberadora e integral.
Se puede comprender así toda esta metafísica, filosofía y pensamiento que nos visibilizan esas realidades trascendentales de la verdad, la belleza y el bien más universal, el regalo del amor que da vida y no muere. La belleza y esperanza de la eternidad que nos libera integralmente y vence finalmente al mal, a toda muerte e injusticia. Tal como se nos revela todo lo anterior en Jesucristo y su Pascua, el Dios Creador, Encarnado y Crucificado-Resucitado, presente y actuante ya en el mundo e historia.
El Dios salvador y liberador de toda la humanidad, de toda la creación e historia que nos llama a la santidad con la civilización de la pobreza espiritual, una vida austera, sobria y ecológica. Es decir, la comunión de vida, de bienes y de acción solidaria por la justicia con los pobres, liberándonos de los falsos dioses e ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia que nos esclavizan, del consumir, poseer y tener que se ponen por encima del ser. Estamos llamados a esta vocación e imagen del Dios Trinitario, el Dios Comunión y Solidaridad.