El sacerdote Rafael de Mosteyrín ofrece este artículo sobre la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia, la familia de Dios en el mundo.
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“Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo’. José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: ‘Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto’” (Mt 2, 13-15).
En este pasaje evangélico aparecen las tres personas de la Sagrada Familia: José, María y Jesús. El nacimiento de Jesús lo hemos celebrado el día 25 de diciembre. Y la Iglesia ha querido que el domingo siguiente al día de Navidad se celebre la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia. En concreto, este 2021, es el día siguiente a su Nacimiento y coincide con el Año de la Familia, convocado por el Papa Francisco hasta el próximo 26 de junio.
El Hijo de Dios se hace miembro de una humilde familia. Jesús, el hombre-Dios, vive el amor familiar de un padre y una madre. San José hizo las veces de padre de Jesús. La fiesta de hoy adquiere una importancia especial en un tiempo en que, los padres y los hijos, tienen muchas amenazas para que la familia sea verdaderamente cristiana.
San Josemaría Escrivá de Balaguer, cuando se refería a la familia de Nazaret, solía hablar de la Trinidad de la tierra. En esta trinidad compuesta por José, María y Jesús, San José tuvo el difícil papel de gobernar al Dios de cielos y tierra, y a la Madre de Dios. Las ayudas que recibió fueron las indispensables para realizar la misión recibida: “Coge al Niño y a su Madre y huye a Egipto”. Ciertamente, la Sagrada Familia es irrepetible por ser la familia de Dios en el mundo. Por eso debemos mirarla con fe, y buscar en ella la plenitud del amor de Dios. Es el mejor ejemplo para todas las familias cristianas. Por eso tiene vital importancia, ante Dios, el amor a los padres: “Quien honra a su padre, se alegrará en sus hijos, y en el día de su oración será oído”.
La Iglesia, al celebrar esta fiesta, quiere que todos valoremos y apoyemos a la familia, que aporta grandes beneficios a la sociedad. Sin embargo, en nuestros días, se encuentra ante una sociedad que la infravalora. Como si representara unos valores distintos a la sociedad moderna. Es, pues, hora de que los cristianos afrontemos, sin complejos, su defensa. Nos preocupan las abundantes rupturas matrimoniales y las secuelas en los pobres hijos, la extensión del divorcio y el aumento de las parejas de hecho. La aceptación social del aborto y de la eutanasia, así como el fácil recurso a la reproducción asistida. San Juan Pablo II afirmaba, en la exhortación apostólica Familiaris consortio, que el futuro de la humanidad se fragua en la familia.
Por otra parte, da alegría ver el bien que hace una familia verdaderamente cristiana. Con sus virtudes y sus defectos, pero conscientes de que cada uno está llamado a ser mejor de lo que es, y a querer a los demás como son. Pedro de Rezende y Keny Abaroa son un matrimonio brasileño, y padres de siete hijos. Pedro le contó al Papa Francisco que, en una ocasión, ayudaba a su hijo de seis años a hacer su examen de conciencia. Es decir, un repaso de cómo había ido el día, antes de acostarse, para dar gracias a Dios por lo que había hecho bien y pedir perdón por sus malas acciones. Escuchó entonces que su hijo rezaba: “Jesús perdona a Sara por pegarme”. Su padre le dijo que pidiera primero perdón por las cosas que él había hecho mal. Continuó entonces su hijo: “Jesús, perdóname porque yo le pegué a Sara primero”.
Una familia sana es, para los cristianos, la mejor escuela de cómo llegar a la santidad. San Pablo, en la Carta a los Colosenses, enseña cómo hemos de comportarnos en familia. Hay consejos para todos: maridos, esposas, padres, hijos o parientes, y una exhortación capital: “Sobre todo esto tened caridad, que es el vínculo de la perfección, y triunfe en vuestros corazones la paz de Cristo, en la que fuisteis llamados en un cuerpo, y sed agradecidos”.
Todos podemos hacer examen de conciencia, con motivo de la fiesta de hoy, sobre nuestra preocupación por la vida cristiana en nuestra familia, con los pensamientos, palabras, y hechos. También sobre el cumplimiento de nuestras responsabilidades, para ver si Dios está contento con cada uno. Si no fuera así, sería preciso rectificar con la ayuda de Jesús, María y José, la Trinidad de la tierra y modelo de toda familia humana. Para que nuestras oraciones sean mejor recibidas, las ponemos en manos de Santa María, y San José, que tuvieron la dicha de cuidar en la tierra por el hijo de Dios, ofreciéndole el cariño de un hogar.
Oh José, santo Patriarca custodio de Jesús y de María, auxilia a nuestros padres y hermanos en todas sus necesidades espirituales y materiales, para que puedan bendecir eternamente en la gloria a nuestro divino Redentor.