Cuando se cumple el 9º día del inicio del ataque de Rusia a Ucrania, 3 familias católicas españolas, de Valencia, que se encontraban en el país de Europa del Este comparten, a través del periódico PARAULA, de la Iglesia en Valencia, cómo fue su viaje de regreso a España, huyendo de la guerra, una experiencia en la destacan la fuerza de la fe y de la oración y el recuerdo de los hermanos ucranianos.
Estas familias forman parte del conjunto de españoles que vivían en Ucrania hasta el comienzo del ataque ruso, alrededor de 500 personas según los datos registrados por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Y como muchos otros españoles y extranjeros, han tenido que abandonar el país que les ha acogido en los últimos años para huir de las bombas.
También los propios ucranianos se han visto obligados a meter su vida en una maleta y a dejar su país. Desde el alto comisionado de la ONU para los refugiados (ACNUR) advierten de las dimensiones de esta crisis humanitaria: “En solo 7 días hemos sido testigos del éxodo de un millón de refugiados de Ucrania a países vecinos”, la mayoría mujeres, niños y personas mayores.
Las tres familias valencianas, integradas en el Camino Neocatecumenal, son las de Darío Esteban y María Polanco, y sus tres hijos y con otro en camino, que pertenecen a la parroquia Preciosísima Sangre de Valencia; Joaquín Carbonell y Sara Aguiló y sus ocho hijos, de la parroquia San Francisco Javier; y Manuel Cáceres y Elena, con sus siete hijos, de la parroquia San Jerónimo de Valencia.
“No están desesperados, la oración les sostiene”
Darío y María estaban en Ucrania desde 2018 como familia misionera, en la ‘missio ad gentes’ de Zhitomyr, a 2 horas de Kiev. Ante el empeoramiento de la situación, tenían previsto regresar en su furgoneta a Valencia a finales de la semana pasada y adelantaron el viaje al jueves, el día en el que empezó el ataque ruso.
“Hemos estado allí muchos años en los que tu familia acaba siendo la gente de la comunidad, hemos dejado muchos amigos. Sabemos que aquí estamos a salvo pero tenemos el corazón y el alma en Ucrania, no acabas de estar tranquilo”, relata María, que asegura que rezan por ellos “con la oración silenciosa, y pedimos al Señor que les dé fuerza, que les ayude”.
Darío explica que “todos, los de allí y de aquí, estamos unidos por la oración. Les hacemos ver que no están solos. Y ellos nos dicen con esperanza que si Dios está con ellos no hay nada contra ellos. Nuestros hermanos ucranianos son todo un ejemplo para nosotros, nos dan testimonio y una lección de fe: no están desesperados, la oración les sostiene”.
La despedida “la vivimos en comunión con ellos, no nos juzgaron por marcharnos. Y el mismo día que nos fuimos empezaron a caer las bombas en la región de Kiev”, señalan. Aunque tenían la furgoneta preparada, con el depósito lleno, equipaje preparado y comida para varios días, “nos fuimos deprisa y con miedo, ni siquiera sé lo que nos dejamos en casa”, relata María.
Salieron a las 8:30 de la mañana y llegaron a la frontera con Hungría 10 horas después. Al ver que tenían niños pequeños, un policía les dejó pasar los primeros en la larga cola. Para Darío es un signo de que “las oraciones nos han llevado en volandas”. En la carretera vieron tanques, antiaéreos con cañones, convoys con soldados «y nosotros íbamos en sentido contrario”.
Llegaron a Hungría a las tres de la madrugada y tras pasar por tres hoteles llenos, en el cuarto pudieron quedarse a dormir. A lo largo del viaje han sido acogidos por familias del Camino Neocatecumenal, que no han dudado en abrirles sus casas. Finalmente llegaron a Valencia el domingo pasado. Pero no olvidan Ucrania: “Nuestro día a día gira en torno a las personas que hemos dejado allí, cómo estarán, si habrán pasado frío, si tendrán comida… Lo vives como si te estuviera pasando a ti”, confiesa María.
“Lo hemos vivido sin miedo gracias a la fe”
Joaquín Carbonell y Sara Aguiló y sus ocho hijos vivían en Kiev donde formaban parte de una ‘missio ad gentes’ del Camino Neocatecumenal, cuya finalidad es hacer presente a la Iglesia. Su vida cambió por completo la semana pasada con la invasión de Rusia. Abandonaron el país el pasado jueves en el convoy organizado por el ministerio de Asuntos Exteriores de España, en autobús, junto al resto de españoles. Tardaron 30 horas en cruzar la frontera con Polonia, un viaje que, en una situación normal, es de 6 horas. Tras varios días llegaron a Cracovia, y volaron hasta Madrid.
Salieron de Kiev con lo justo y no llegaron a ver bombardeos. Sólo oyeron alarmas y tuvieron que bajar al sótano del hotel. “Todos, incluidos los niños, lo hemos vivido con mucha tranquilidad y sin miedo gracias a la fe”, cuenta esta familia, que destaca: “Llevamos a Jesucristo dentro y eso nos ha hecho vivirlo con paz. Pero no es mérito nuestro ni somos héroes sino que todo viene de Dios”.
“Hay soldados ucranianos que nos piden que recemos por ellos”
Manuel Cáceres y Elena, y sus siete hijos, también forman parte de una ‘missio ad gentes’ en Kiev desde hace siete años. Salieron del país en la furgoneta el 16 de febrero, “antes de que empezara el infierno”, como definen. “Teníamos que salir a pesar de que la situación entonces era normal”. El viaje “fue sencillo, el Señor nos cuidó e incluso puso familias que nos acogieron”, explican.
Esta familia ve desde España “con gran dolor” lo que está sucediendo en Ucrania. “Nadie esperaba que el conflicto se iba a agrandar de esta manera y que fuera tan grave”. De hecho, los primeros bombardeos fueron en un aeropuerto situado cerca de su casa.
Desde Valencia tienen contacto con los ucranianos y son conscientes de que “tienen grandes sufrimientos”. Muchos han huido a zonas más tranquilas y los que se han quedado tienen que refugiarse en búnkeres.
“Creemos que es importante rezar por los ucranianos y por la paz. De hecho, nos ha llegado un mensaje de soldados ucranianos que nos piden que recemos por ellos y que explican que en la batalla notan una ayuda que no viene de ellos”, subraya Manuel.