La JMJ, para los que hemos participado en ella, ha sido una experiencia emocionante, genial, maravillosa, super. Trataré de dar una pincelada al respecto.
Exteriormente esta JMJ puede pintarse como una interminable y multicolor alfombra de cabezas, que de modo super – civilizado lo ha invadido todo. Había grupos de jóvenes procedentes de tantísimos países de todo el mundo, aún de los lugares más lejanos. Impresionaba ver a tantísimos y tantísimos jóvenes, reunidos por Cristo, el predicador de la cruz, el crucificado-resucitado, el Hombre-Dios. Es ésta una imagen que viene repitiéndose en las diversas JMJ. Es la gran fiesta de los jóvenes de todo el mundo, la super-super, no hay nada que se le pueda comparar. Me ha dado la impresión de que este año lo que más abundaba eran las chicas, y han hecho presente lo mejor de la feminidad.
En el plano interno esta Jornada Mundial de la Juventud ha sido un fantástico, y bellísimo testimonio de vida joven cristiana, que supera toda descripción. El corazón queda muy tocado por la vida de estos jóvenes. ¡Se hacen querer! ¡Se hacen amar! ¡Te roban el corazón! ¡Un Viva por ellos!
La atmósfera envolvente ha sido muy buena: llena de buen trato, como si uno se encontrara en casa, clima de fraternidad y filiación, de amabilidad, de cariño, de afabilidad, de simpatía, de delicadeza, de sacrificio, de nobleza de espíritu, de santa pureza y modestia, de alegría, de mucha alegría. En pocos lugares se encontrará tanta alegría, vertida en sus diversas manifestaciones. Había también unos voluntarios fantásticos. En fin, un ambiente muy bonito, que pocas veces se encuentra en este mundo, pero que corresponde a que la Iglesia es familia y a que es muy linda.
He mantenido conversaciones con algunos jóvenes. Me han hecho partícipe de sus ideales de virginidad, de una especial entrega al Señor; también de deseos de formar un matrimonio cristiano, junto a Cristo, en el que haya un amor verdadero, limpio, puro y hermoso, abierto a la procreación ¡Hermosos ideales juveniles!
Esta JMJ ha tenido una estructura de cono. Esto es, todo el círculo de la JMJ ha estado unido a un punto, al Santo Padre Francisco. Aclamación muy reiteradamente cantada ha sido: ¡esta es la juventud del Papa! Una ilusión: ver al Papa, oír al Papa, estar con el Papa, participar en la Misa del Papa ¡Comunión eclesial!
El sacramento de la alegría, también llamado confesión, se administró principalmente en el Parque del Perdón de la Ciudad de la Alegría. Es elemento muy importante de la JMJ. El Papa fue delante confesando ahí a tres jóvenes. Hubo un montón de horas de confesiones. Impactaba que se confesaron muchísimos jóvenes. Impresionaba que hubo miles de sacerdotes confesando. Ni siquiera bastaron tantos confesores para poder confesar a todos los jóvenes que deseaban confesarse, de manera que tendrán que confesarse en otro momento ¡Impresionante! ¡Qué alegría tantas vidas renovadas! Todo ello testimonia de modo muy claro la necesidad e importancia del sacramento del perdón. Para mí, los momentos más maravillosos que he pasado en esta JMJ han sido los que han transcurrido en los confesonarios viendo florecer el corazón de estos chicos y de estas chicas. ¡Lindas flores! La caridad de Cristo cierra sus llagas a besos. Esas almas, ¡qué bonitas!, ¡qué hermosas! ¡Qué preciosa es la alegría del alma renovada!
Han sido muchos los jóvenes, procedentes de ambientes muy diversos, que han acudido a esta Jornada Mundial tan abierta. A nivel global puede decirse que los participantes pertenecen a una juventud nueva. Seguro que ha incluido también a la mejor juventud. Además, muchos jóvenes han salido renovados, gracias a los milagros morales de conversión en el sacramento de la alegría, etc.
Los participantes en la JMJ han correspondido a una llamada previa de Dios. Mucho más aún, lo que ha ocurrido en esta JMJ no habría sido posible sin una actuación muy especial de la divina providencia. ¡Dios ha estado grande!
Un gran teólogo Antonio Royo Marín, en 1986, escribió: “El mundo lleva más de dos siglos tratando de echar a Dios de la vida pública, de secularizar totalmente a la sociedad, de reducir la religión, cuando mucho, al orden particular y privado. Es el ambiente general que se respira en casi todas partes. Y el ambiente general tiene una fuerza formidable para el bien o para el mal”. En este contexto la JMJ viene como anillo al dedo. En efecto: la JMJ fue una intuición genial de san Juan Pablo II, el Magno. En la misma se muestra que en la inmensa reunión de jóvenes de todo el mundo se da un hermosísimo florecer cuando Dios está en medio. Renovándose en la confesión, adorando al Señor, venerando la cruz, caminando juntos con María y con el Papa. ¡Allí, allí, está una enorme alegría! ¡Este es el camino!
En definitiva, dicho en una sola palabra: ha sido una JMJ fantástica. A mi parecer, en los momentos actuales la JMJ es una de las actividades más importantes de la Iglesia católica. ¡Qué agradecidos hemos de estar al Santo Padre Francisco! Gracias, chicas y chicos, por vuestra transfusión espiritual de sangre joven. Gracias porque os habéis ganado el corazón y el afecto de tantos ¡Viva la juventud! ¡Sois geniales! ¡Adelante, presente y futuro!