Monseñor Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio del próximo 23 de enero de 2022, titulado “Evangelio, palabra explosiva”.
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Nehemías 8, 2-4. 8-10: “El pueblo comprendía la lectura del libro de la ley”
Salmo 18: “Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna”
I Corintios 12, 12-30: “Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de Él”
San Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura”
Hoy es el domingo de la Palabra y las lecturas nos muestran su importancia. San Lucas será nuestro compañero de viaje en este ciclo litúrgico y al iniciar su “evangelio” inmediatamente nos propone su objetivo: hay que tener seguridad y una fe firme en las verdades que hemos recibido. Por eso ha investigado y se ha informado minuciosamente de todo desde el principio. Entiende que los discípulos de su tiempo se enfrentan a nuevos retos y graves problemas; contempla las dificultades que están viviendo al confrontar su fe con otras culturas tanto romanas como griegas y de las regiones orientales. Y entonces siente la necesidad de presentar a Jesucristo como el verdadero y único Salvador.
La salvación que proponen las culturas cercanas ni salvan a toda la persona ni salvan a todas las personas; se quedan en salvaciones parciales que sólo toman en cuenta aspectos de la persona y ofrecen salvación a unos cuantos, provocando marginación y sufrimiento a las mayorías. Es sorprendente cómo es actual el Evangelio de Jesucristo que nos propone San Lucas, también hoy necesitamos esa salvación que sea integral y que sea universal: que salve a toda la persona y que salve a toda persona. Esto se hace más urgente cuando contemplamos las salvaciones parciales que nos propone el mundo, que van dejando una estela de desigualdades, de injusticia y marginación. Ésta no es la salvación que nos ofrece Jesús.
La palabra “Evangelio”, “Buena Nueva”, que nos propone San Lucas en el inicio de la misión de Jesús, tomada desde el ambiente de los griegos clásicos tiene un significado muy profundo: es anuncio de una victoria, y, por lo tanto, anuncio de un bien, de alegría, de felicidad. Así la retoma Isaías como voz que anuncia la alegría de la presencia de Dios, como voz que hace comprender que Dios no ha olvidado a su pueblo y está muy presente en su historia. Y Dios tiene poder, Dios da alegría, abre las puertas del exilio. Después de una larga noche, aparece su luz y da al pueblo la posibilidad de regresar, renueva la historia del bien, la historia de su amor. En este contexto de la “evangelización”, aparecen insistentemente sobre todo tres palabras: justicia, paz y salvación, que llevan implícita la verdadera evangelización. Jesús mismo retoma las palabras de Isaías en Nazaret, al hablar de este “Evangelio” dirigido a los excluidos, a los encarcelados, a los que sufren y a los pobres. “Evangelio” es un anuncio explosivo y revolucionario que nos debería llevar a una completa transformación de nuestro mundo, nuestras estructuras y nuestra persona.
Pero San Lucas añade a la palabra “Evangelio” un nuevo significado porque compara explícitamente al emperador Augusto con el Niño nacido en Belén: “Evangelio” sí es palabra de emperador, pero del verdadero Emperador del mundo que se ha hecho oír, habla con nosotros. Este hecho, como tal, es redención, porque el gran sufrimiento del hombre es precisamente éste: no descubrir la presencia de Dios. Se pregunta si detrás del silencio del universo, detrás de las nubes de la historia, existe un Dios o no existe. Y, si existe este Dios, ¿nos conoce, tiene algo que ver con nosotros? Este Dios bueno y poderoso ¿tiene poder en el mundo o no? Esta pregunta es hoy tan actual como lo era en aquel tiempo. Mucha gente se pregunta si Dios se hace presente hoy y “Evangelio” quiere decir: Dios ha roto su silencio, Dios ha hablado, Dios existe. Este hecho, como tal, es salvación: Dios nos conoce, Dios nos ama, ha entrado en la historia. Jesús es su Palabra, el Dios con nosotros, el Dios que nos muestra que nos ama, que sufre con nosotros hasta la muerte y resucita. Éste es el Evangelio mismo. Dios ha hablado, ya no es el gran desconocido, sino que se ha mostrado y ésta es la salvación.
Nosotros hemos olvidado a Jesús, Palabra, Evangelio, y lo hemos convertido en un personaje que va cubierto del polvo de los siglos y lo miramos quizás con admiración, pero no como un urgente grito que nos desestabiliza y nos fascina. La Evangelización consistirá en primer lugar en dejarnos interpelar por este Jesús que se hace actual en nuestros días en el dolor y la miseria de los pobres, en el silencio del que sufre, en los gritos de angustia de nuestros hermanos. Creo que hemos “amansado” el Evangelio y parece soso y desabrido, pero esto es mentira, porque quienes somos sosos y desabridos somos nosotros que no somos capaces de percibirlo.
Contemplemos los gritos de felicidad, las lágrimas de gozo, del pueblo de Israel al escuchar las palabras de la ley y preguntémonos nuestra actitud frente a la Palabra de Dios y las consecuencias de haber recibido a Jesús, Palabra, en nuestro corazón. Contemplemos a Jesús que en medio de la sinagoga judía pronuncia el cumplimiento explosivo de la profecía de Isaías y hace vivo y presente el Evangelio. Miremos las consecuencias de la aceptación de su misión y miremos qué consecuencias hemos asumido nosotros al aceptar el Evangelio. No podemos continuar con una vida apática y desabrida. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta. Tendremos que hacer brillar la luz del Evangelio en nuestras palabras y en nuestras obras. Cada quien en su propia medida, cada quien en su propio campo y responsabilidad, cada quien con su propio carisma como nos dice hoy San Pablo.
Jesús es Evangelio, ¿soy yo una buena noticia para mis hermanos, para los que hoy están sufriendo? Como Iglesia y como sociedad, ¿estamos comprometidos en una verdadera liberación para los miles de marginados que desde su pobreza solamente ven pasar de largo el progreso, los alimentos y la tecnología, y ellos se quedan olvidados? ¿Qué acciones concretas podemos hacer para que “hoy se cumpla” este “Evangelio”?
Padre Dios, Padre Bueno, que escuchemos tu “Palabra” de Buena Nueva que nos trae tu Hijo Jesús y demos frutos de justicia, de paz y de amor. Amén