El sacerdote y doctor en Filosofía José María Montiu de Nuix ofrece a los lectores de Exaudi su artículo titulado “Eutanasia, muerte indignísima”, donde analiza en profundidad, desde la fe y doctrina católicas, la relación entre la eutanasia y la muerte con el más allá.
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Expondré aquí, desde los ojos de la fe católica, lo referente a la eutanasia y a la dignidad de la muerte, consideradas en su relación con el más allá. Lo que aquí hago es referir lo que la doctrina católica dice al respecto. Pero, la religión católica es la verdad. Luego, eso es, también, la verdad.
En lo que sigue abreviaré DENZINGER, E. El Magisterio de la Iglesia por Dz; CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA por CIC; COMPENDIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA por CCIC.
Considero ahora la naturaleza del pecado mortal. Pecado mortal es el pecado que cumple las tres condiciones siguientes: la materia del pecado sea gravemente mala, que al hacerlo yo sepa que es grave y que yo quiera hacer aquello que sé que es grave. “Se comete un pecado mortal cuando se dan, al mismo tiempo, materia grave, plena advertencia y deliberado consentimiento” (CCIC 395). Esto mismo puede también expresarse diciendo que para que haya pecado mortal se requiere que haya materia grave, plena advertencia y pleno consentimiento.
Los efectos del pecado mortal son terribles. Quita la gracia santificante, que es la vida sobrenatural del alma. Esto es, causa la muerte del alma. Mientras el pecado mortal no es perdonado, se permanece en estado de pecado mortal y no se recupera la gracia santificante. Es de fe que, quién muere así, es condenado a las penas eternas del infierno (Dz 40; Dz 531; cf. Dz. 429, 464, 693, 835, 840. “Este pecado (-el pecado mortal-) (…) nos priva de la gracia santificante (…)” (CCIC 395). “Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, ‘el fuego eterno’ (…). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios (…)” (CIC 1035). ¡Grandes y eternas penas!
En la eutanasia se mata a alguien. “La eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y sus motivos, constituye un homicidio” (CIC 2324). Matar es materia grave (cf. CIC 1858). Obviamente, siempre, necesariamente, matar es grave. ¡El homicidio es algo muy grave! La eutanasia es, pues, materia grave.
La eutanasia es “gravemente contraria a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador” (CIC 2324). Se sigue, pues, evidentemente, que si en la eutanasia hay plena advertencia y pleno consentimiento, hay también pecado mortal. Pero, morir en pecado mortal lleva necesariamente al infierno. Luego, morir encontrándose permaneciendo en la plena advertencia y el pleno consentimiento de ese pecado, el de eutanasia, lleva al infierno.
Muy usualmente para colocar un producto se recurre a la propaganda. Es obvio que existen propagandas buenas y propagandas malas. Muchas propagandas no son más que dar a las cosas una apariencia, de bondad y de verdad, para conseguir un atractivo que logre engañar. Éstas, son sólo canto de sirenas, dar gato por liebre, dar metal de poca valía por oro puro.
Para promocionar a la eutanasia se ha recurrido a la propaganda de presentarla bajo una apariencia de bien, de cosa muy apetecible y muy deseable, para que, así, entendimiento y voluntad se le adhieran firmemente. Presentándola como muerte digna, para determinadas situaciones, se la está presentando como la mejor de las muertes, pues nada hay mejor que morir dignamente. Pero, en realidad, morir dignamente es morir bien; y, morir bien, es no condenarse, no ir al infierno.
Luego, dado que, sin haber rectificado la plena advertencia y el pleno consentimiento hacia la eutanasia, morir por eutanasia es condenarse al infierno, morir mal, penar eternamente, se sigue que la eutanasia es la peor muerte posible, aunque propagandísticamente se la haya presentado como la muerte digna y la mejor muerte. En definitiva, en realidad la eutanasia es muerte indignísima.