En un momento extremadamente complicado para la Iglesia Católica en Canadá, donde existe un laicismo especialmente agresivo y la fe se desploma, hacen falta sacerdotes valientes y bien formados que puedan dar razón de su fe. Así lo cree don Pablo Santa María Watson, actual vicario judicial de la Archidiócesis de Vancouver y antiguo becario de la Fundación CARF.
Don Pablo Santa María Watson es un sacerdote de Canadá de origen mexicano, puntal fundamental en la archidiócesis de Vancouver, situada en la parte occidental del enorme país norteamericano. De habla inglesa, esta zona tiene una minoría católica, lo que contrasta con la zona francófona del este de Canadá.
En Vancouver, de las más de tres millones de personas que habitan en el territorio que ocupa esta diócesis, menos de un 15 % son católicos, es decir, unas 445.000 almas.
Este presbítero ordenado en 2012 fue vicerrector de la catedral de Vancouver y durante un tiempo maestro de ceremonias del obispo. Hoy es vicario judicial adjunto, cargo que desempeña, según confiesa él mismo a la Fundación CARF, gracias a la licenciatura en Derecho Canónico obtenida en la Universidad de Navarra.
Situación del catolicismo y de los sacerdotes en Canadá
Acerca de la situación del catolicismo en Canadá, la define como bastante grave. «No es distinta a la de Europa, donde la secularización y el relativismo son muy fuertes. Hasta hace poco tiempo había mucha indiferencia hacia la Iglesia Católica. Después de los problemas con los nativos de Canadá y la manipulación que se ha producido desde hace más de un año existe un fuerte odio. Es un odio marcado por la ignorancia», explica el padre Santa María.
Numerosas iglesias han sido atacadas e incluso quemadas, mientras se ha cargado duramente contra la Iglesia. Todo comenzó como un supuesto escándalo de la Iglesia en Canadá que logró publicidad en todo el mundo, y que de momento no ha sido demostrado, ni existen pruebas que lo sostengan.
En mayo de 2021, la prensa canadiense y mundial anunció que se habían descubierto ‘fosas masivas’ y ‘fosas comunes sin marcar’ o ‘tumbas sin marcar’ en antiguas escuelas residenciales de Canadá en las que estaban menores indígenas. Pero en realidad eran solo sospechas a partir de un georradar que detecta irregularidades en el terreno. Pero en todo este tiempo nadie ha excavado, no se ha detectado ningún cadáver, ningún forense ha descubierto un cuerpo y no hay resto de ninguna fosa.
Una familia de profundas raíces cristianas
A Canadá llegó don Pablo tras pasar por varios países junto a su familia, hasta que finalmente se instalaron en Vancouver, lugar en el que toda la fe que se le había transmitido desde niño se transformó en una llamada a la seguir al Señor como sacerdote.
«Nací en una familia católica practicante. La fe desde siempre ha estado presente en mi familia. Mis abuelos fueron siempre un gran ejemplo de amor a Dios y a su iglesia. Mi llamada al sacerdocio es muy ordinaria, no hubo gran momento de conversión, simplemente crecí en un hogar católico donde la práctica de la fe era un hecho, así como ejemplo de mis padres», relata.
Pero al igual que en otras muchas vocaciones, la fe y oración de su abuela fue fundamental. «Ella se aseguraba que cuando íbamos a visitarla fuéramos a misa todos los días», recuerda. Pero también el ejemplo de sacerdotes que conocía le fueron mostrando el camino que acabaría siguiendo. «Un día mi párroco me hizo esta invitación y me pidió que lo considerara y diera a Dios mi primera opción», añade.
Ahora trabajo como vicario judicial, mi trabajo sería imposible si no fuera por la formación que recibí en la Universidad de Navarra. La dedicación de los profesores fue invaluable para que pueda ser hoy un canonista
Un sacerdote con pasión por el Derecho Canónico
Pocos años después de ser ordenado sacerdote, su obispo le envió a Pamplona para estudiar Derecho Canónico en la Universidad de Navarra. Don Pablo definía esta ciudad en una carta a sus amigos mientras estudiaba allí como «una ciudad muy bonita. Como todas las ciudades europeas, está llena de elegantes palacios, encantadoras calles y plazas y, por supuesto, hermosas iglesias». Estar allí fue para él un sueño y un privilegio, pues pudo combinar su pasión por el Derecho Canónico con su afecto a España, el país de sus antepasados.
Sobre aquella formación don Pablo Santa María señala a la Fundación CARF: «Ahora trabajo como vicario judicial, mi trabajo sería imposible si no fuera por la formación que recibí en la Universidad de Navarra. La dedicación de los profesores fue invaluable para que pueda ser hoy un canonista».
Pero si este sacerdote de Canadá es un enamorado del Derecho Canónico también lo es de la liturgia. «Estoy al servicio de Dios y su Iglesia y, como tal, mi deber es realmente mostrar a los demás el amor de Dios», asegura. Y esto se da en la Eucaristía, «un amor que no nos abandona y que se queda con nosotros hasta el final de los tiempos».
«Es muy importante que un sacerdote no solo tenga un gran conocimiento de lo que es la liturgia y cómo vivirla, sino también un gran amor por ella, hecha con reverencia y con amor por las tradiciones de la Iglesia», agregaba este sacerdote.
Pero el sacerdote de hoy también necesita más características. Indica a la Fundación CARF: «Hemos oído mucho de que los sacerdotes necesitan ser hoy hombres de oración, pero también hay que ser hombres de cultura y valentía. El sacerdote hoy tiene que ser consciente también que su misión empieza con la relación filial con Nuestro Señor: es decir nuestra identidad no debe radicar en nuestra misión, sino en nuestra identidad con Cristo».
Y para acabar envía un mensaje a los benefactores de la fundación: «Gracias por el apoyo que hacen para que tengamos sacerdotes santos y bien formados».