Este sábado, 6 de abril de 2024, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los voluntarios de la Cruz Roja Italiana con motivo del 160 aniversario de su fundación.
En su discurso, el Papa ha subrayado que, más que una organización, es un símbolo de unidad: la Cruz Roja Italiana nos une en la búsqueda de un mundo más justo y compasivo.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa dirigió a los presentes durante el encuentro:
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Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Me complace encontrarme con vosotros con ocasión del 160 aniversario de la fundación de la Cruz Roja Italiana. En efecto, el 15 de junio de 1864 se instituyó en Milán el Comité de la Asociación Italiana para el socorro de los heridos y enfermos de guerra. Frente a la devastación y los sufrimientos causados por la guerra -no lo olvidemos también hoy-, frente a la devastación y los sufrimientos causados por la guerra, se produjo una efusión de humanidad que se tradujo en gestos y obras concretas de ayuda y asistencia, sin distinción de nacionalidad, clase social, religión u opinión política. Esta corriente de amor nunca se detuvo: hoy, como ayer, la vuestra es una presencia eficaz y preciosa, sobre todo en todos aquellos contextos en los que el fragor de las armas ahoga el grito de los pueblos, su anhelo de paz y su deseo de futuro.
Hoy es una ocasión especial para expresaros gratitud por el servicio que prestáis en contextos de guerra, y por la ayuda que ofrecéis cada día a quienes la necesitan en diversas situaciones de emergencia. Gracias, ¡muchas gracias por ello!
Vuestro compromiso, inspirado en los principios de humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, voluntariado, unidad y universalidad, es también un signo visible de que la fraternidad es posible. Si se pone a la persona en el centro, es posible dialogar, trabajar juntos por el bien común, superando las divisiones, derribando los muros de la enemistad, superando la lógica del interés y del poder que nos ciegan y convierten a los demás en enemigos. Para el creyente, toda persona es sagrada. Toda criatura humana es amada por Dios y, por ello, titular de derechos inalienables. Inspiradas por esta convicción, muchas personas de buena voluntad se reúnen, reconociendo el valor supremo de la vida y, por tanto, la necesidad de defender especialmente a los más vulnerables. Sobre esta cuestión de los más vulnerables, quisiera deciros una cosa: son los niños. Muchos niños han llegado aquí a Italia procedentes de la guerra de Ucrania; ¿saben una cosa? Que estos niños no sonríen, han olvidado cómo sonreír… Eso es malo para un niño, piénsenlo…
Al daros las gracias por vuestro insustituible servicio en las zonas de conflicto y en las zonas afectadas por catástrofes naturales, en el ámbito de la formación y de la salud, así como por lo que hacéis en favor de los emigrantes, de los últimos y de los más vulnerables, quiero animaros a continuar en esta gran obra de caridad que abarca Italia y el mundo. Que la Cruz Roja siga siendo siempre un símbolo elocuente de un amor por nuestros hermanos y hermanas que no tiene fronteras, ya sean geográficas, culturales, sociales, económicas o religiosas. No es casualidad que el lema que habéis elegido para celebrar vuestro 160 aniversario sea «En todas partes y para todos». Es algo universal. Es una expresión que, al tiempo que describe un compromiso, también describe un estilo, una forma de ser y de estar.
En todas partes, porque ningún contexto puede pretender estar libre de sufrimiento, libre de las heridas del cuerpo y del alma, ya sea en las pequeñas comunidades o en los rincones más olvidados de la tierra. Es necesario globalizar la solidaridad – globalizar la solidaridad – trabajando a nivel nacional e internacional, para que «reconocer que todas las personas son nuestros hermanos y hermanas, y buscar formas de amistad social que incluyan a todos, no sea una mera utopía», sea una realidad… «Exige un compromiso decidido para concebir medios eficaces con este fin. … Esto supone trabajar por un orden social y político cuya alma sea la caridad social» (Fratelli tutti, 180). Para ello, necesitamos leyes que garanticen los derechos humanos en todas partes, prácticas que alimenten la cultura del encuentro y personas capaces de mirar el mundo con amplitud de miras. Mirar hacia el horizonte… todos allí…
En todas partes y para todos, porque la nuestra es una sociedad del «yo» más que del «nosotros», del pequeño grupo más que de todos. Es una sociedad egoísta en este sentido. La palabra «todos» nos recuerda que cada persona tiene su dignidad y merece nuestra atención: no podemos darles la espalda ni rechazarlas por sus condiciones, su discapacidad, su origen o su condición social. Por eso, os animo a seguir al lado de nuestros hermanos y hermanas necesitados, con competencia, generosidad y dedicación, especialmente en un momento en que el racismo y el desprecio crecen como la mala hierba. En efecto, «sólo cultivando este modo de relacionarnos haremos posible una amistad social que no excluya a nadie y una fraternidad abierta a todos» (ivi, 94).
Este lema – «En todas partes y para todos»- recuerda la frase que leemos en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios: «Me he hecho todo para todos» (9,22), dice San Pablo. El Apóstol resume así su misión: llegar a todos para llevar a todos la alegría del Evangelio. Este es el estilo que también vosotros alcanzáis cada vez que, con espíritu fraterno, intervenís al menos para aliviar el sufrimiento.
En este tiempo pascual, pidamos la gracia de ser instrumentos de fraternidad y de paz, líderes en la caridad y constructores de un mundo fraterno y solidario. Que el Señor os bendiga, voluntarios y trabajadores, y bendiga a vuestras familias. Rezo por vosotros, y vosotros también, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.