Embriones criopreservados: la tragedia oculta

Un reciente estudio analiza el número de embriones humanos excedentes de las técnicas de fecundación in vitro almacenados bajo criopreservación en el Reino Unido.

Según esta investigación, su número es el más alto desde que se tienen registros, que comenzaron en 1991 por parte de la Autoridad de Embriología y Fertilización Humana del Reino Unido (HFEA).

El trabajo presenta un análisis cuantitativo de los datos de 1991 a 2019 proporcionados por la HFEA, así como un comentario sobre las tendencias observadas dentro de estos datos, que muestran que, al menos, 130.000 embriones humanos que permanecían criopreservados han sido descartados en el Reino Unido desde 1991.

En la actualidad, 500.000 de estos embriones humanos permanecen congelados en depósitos de nitrógeno líquido, la mayoría de ellos destinados a su destrucción.

El desafortunado Informe Warnock, publicado en 1984, que definió al “preembrión” como el embrión de menos de 14 días, le atribuyó, sin embargo, un estatus moral especial, que impide su eliminación directa en los casos de embriones supernumerarios obtenidos por fecundación in vitro que no vayan a ser implantados en el útero de sus madres.

Las evidencias científicas disponibles hoy, han puesto de manifiesto que el término “preembrión” carece de fundamento científico, dado que no hay un cambio de naturaleza en el embrión temprano que permita hablar de entidades distintas dependiendo del estado madurativo.

La constatación de la puesta en marcha de un programa de desarrollo marcado por la información genética del propio embrión y la evolución epigenética que lo acompaña, permite identificar la existencia de un individuo de la especie humana desde el momento de la fecundación. Pretender atribuirle un estatus diferente -el “preembrión”- en función del momento madurativo, tal como hizo la mencionada Comisión Warnock, resulta arbitrario e indefendible desde la evidencia científica disponible hoy.

Tal como hemos publicado previamente en nuestro Observatorio, un artículo periodístico mostraba preocupación porque, en España, 60.005 embriones se hallen en “situación de abandono” por no estar definido su destino. Pero resulta mucho más grave que 668.082 de ellos -según datos registrados, aunque en realidad pueden ser muchos más- permanecen criopreservados, destinados, mayoritariamente, a su destrucción, bien por promoverla directamente o por hacerlo para utilizar sus células en investigación.

Algunos promotores de las técnicas de reproducción asistida plantean la contradicción de que las leyes protejan a estos embriones impidiendo su destrucción directa y, sin embargo, se haya normalizado el aborto libre en muchos de estos países en el primer trimestre de embarazo o incluso más tarde, sin exigirse ninguna salvaguarda de los derechos de estos embriones abortados, a diferencia de los producidos in vitro, a los que debe ofrecerse un trato diferente.


¿Porqué deberían acumularse centenares de miles, millones a nivel mundial, de embriones sobrantes de la reproducción asistida, sometidos a costosos procedimientos de criopreservación, mientras otros embriones, los abortados deliberadamente, pueden ser desechados sin contemplación alguna?

Esta insalvable contradicción muestra el trasfondo utilitarista que promueve el desprecio a la vida humana en su forma más desprotegida y dependiente.

Resulta bioéticamente inaceptable terminar con vidas humanas a través del aborto provocado, pero no lo es menos generar ingentes cantidades de embriones destinados mayoritariamente a su destrucción como consecuencia de la fecundación in vitro. Pero eso sí, tras costosos procesos de criopreservación que mantienen a estos embriones en una situación indigna durante años, antes de su destrucción definitiva. Según el mencionado artículo, “sólo el 8% de las familias entrevistadas tenían la intención de realizar nuevos intentos de embarazo con los embriones sobrantes después de un año”.

Las alarmas por la acumulación de embriones humanos criopreservados -la que ahora nos ocupa no es la primera- no han logrado revertir esta trágica tendencia, que sigue incrementando la barbarie de millones de seres humanos en estado embrionario, almacenados en congeladores de nitrógeno líquido, que a nadie parecen interesar y que esperan el momento -inevitable para la mayoría de ellos- de su destrucción.

Los intentos por limitar el número de embriones obtenidos en estas técnicas chocan con los intereses de las clínicas implicadas que pretenden, obteniendo más embriones, incrementar sus tasas de éxito, de lo cual depende en buena parte su jugoso negocio.

Las nuevas posibilidades de las técnicas de diagnóstico genético preimplantacional permiten seleccionar los mejores ejemplares entre una multitud de embriones, en un ejercicio eugenésico que agrava el problema.

En otro artículo de nuestro Observatorio, y en referencia a un trabajo publicado en la revista  Nature  con ocasión del cuarenta aniversario del nacimiento de la primera niña concebida por fecundación in vitro, Louise Brown, la reproducción asistida no ha dejado de generar controversia en estas cuatro décadas: miles de embriones descartados, elección de sexo, bebés de diseño, tanques repletos de embriones congelados con un futuro incierto, mujeres de 60 años que deciden ser madres, gestaciones subrogadas, investigación con embriones…

Algo no funciona, pero no parece importarle mucho a la población que sigue recurriendo a las técnicas de reproducción asistida en cantidad creciente, con nuestro país a la cabeza.

Julio Tudela – Instituto Ciencias de la Vida – Observatorio de Bioética – Universidad Católica de Valencia